Ya sabemos cuál fue uno de los acontecimientos más comentados del pasado mes de enero. El jueves 8 sobre las 11.20 de la mañana el semanario satírico parisino Charlie Hebdo era atacado por islamistas radicales. Presuntamente, el atentado fue en represalia por las caricaturas publicadas por el semanario, por jugar con la imagen de Mahoma y ridiculizar el fundamentalismo islámico. El saldo de más de una docena de muertos pone nuevamente sobre el tapete la pregunta sobre el radicalismo religioso. Esta vez las caricaturas mostraron un lado sangriento y polémico, aunque ellas existen desde tiempos remotos. A continuación algunos datos interesantes sobre el oficio y sus profundas implicaciones teológicas y políticas.
Desde el cinquecento, con amor. El término ‘caricatura’ proviene del italiano caricare: exagerar, cargar, y tuvo difusión especialmente a partir del pintor boloñés Annibale Carracci (1560-1609). Este había ganado popularidad a causa de su capacidad para realizar pequeños ‘retratos cargados’ (ritrattini carici) donde exageraba rasgos y características personales, haciendo aparecer al sujeto de forma más grotesca.
Ridiculizar al adversario. La Reforma Protestante fue un movimiento de carácter no solo teológico sino también fuertemente político. En aquel entonces, la polémica con el papado dio lugar a un sinnúmero de ilustraciones grotescas y satíricas donde, dependiendo del ilustrador, se cargaban las tintas contra uno u otro de los contendientes. Cerca de 1521 se difunde una viñeta satírica donde se representa a los principales adversarios teológicos de Lutero rodeando al entonces Papa León X. Pero su autor, en lugar de exagerar grotescamente sus facciones, los representa con rostros de animales: de gato, cabra, león, cerdo y perro. El mensaje que quería transmitir era claro: más que de hombres dignos, se trataba de animales brutos, que servían y rodeaban lisonjeramente a su poderoso jefe el león.
Teología en cómic. Charles Schulz, creador de los personajes Snoopy y Charlie Brown, fue un cristiano norteamericano que supo reírse de sus propias tradiciones religiosas. De origen luterano, Schulz frecuentó la Iglesia de Dios y luego la Iglesia Metodista Unida, de cuya escuela dominical fue maestro. En una de sus viñetas, la hermana de Charlie Brown explica a Linus que ella podría ser una buena evangelizadora, dado que en su escuela había podido demostrar a un compañero que su religión era mejor que la de él, y para ello solo le había bastado con ‘golpearlo con su lunchera’. Con ese desenfado, Schulz conseguía caricaturizar ciertos temas teológicos y algunas de las características propias de la idiosincrasia protestante de su tiempo.
Umberto Eco conoció a este dibujante y lo describió como un hombre de ‘una vida desafortunadamente normal’: “No bebe, no fuma, no blasfema. Vive modestamente y es predicador laico’ (…) Está casado y tiene, creo, cuatro niños. Juega al golf y al bridge y escucha música clásica. Trabaja solo. No tiene neurosis de ningún tipo” (cita de www.voceevangelica.ch)
Ríanse del asno. Una de las razones del atentado al semanario Charlie Hebdo fue su recurrente sátira del Islam. No obstante, ilustrar de forma ridícula una determinada fe religiosa es una práctica más antigua que el agujero de la torta frita. Para muestra basta un grafiti: existe en un muro del monte palatino una inscripción que podría datarse entre los siglos I y III d.C, en la cual se ilustra a un varón y a otra figura humana crucificada. Esta última está representada con cabeza de asno, y bajo la imagen se lee ‘Alexámenos adora a (su) dios’. Aparentemente, era común en la época afirmar a modo de burla que los cristianos adoraban a un dios con cabeza de asno, como una forma de deslegitimar la fe en un dios crucificado, algo que para muchos parecía ridículo, o cuanto menos algo loco.
J. Javier Pioli
En imagen: Detalle de viñeta de 1521. Representados, de izq. a der.: Thomas Murner, Hieronymus Emser, León X, Johannes Eck y Jacob Lemp.
(Publicado en Página Valdense, marzo 2015)
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