Por Lourdes Fabra 1
Partimos considerando dos textos bíblicos que expresan una concepción acerca de la mujer, dista cronológicamente entre ellos más de un milenio: Éxodo 20,17. No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva, ni su toro, ni si burro, ni nada de cuanto le pertenezca.
1° Timoteo 2, 11-14. Que las mujeres escuchen la instrucción en silencio, con todo respeto. No permito que ellas enseñen, ni que pretendan imponer su autoridad sobre el marido: al contrario, que permanezcan calladas. Porque primero fue creado Adán, y después Eva. Y no fue Adán el que se dejó seducir, sino que Eva fue engañada y cayó en el pecado.
Por un lado se presenta a la mujer como una posesión-propiedad-cosa del marido-varón, equiparada a un animal, a un siervo o casa. El segundo texto perteneciente a las comunidades cristianas primitivas, limita la participación de la mujer como una mera receptora, sometiéndola, inhabilitándola y presentando una lectura machista y literal del relato del génesis que habla de “la caída”. Ambos textos bíblicos surgen desde una cultura patriarcal que históricamente ha marginado y violentado a las mujeres.
Hablar de maltrato o violencias hacia la mujer, no es hablar solo de actos individuales, sino que se refiere a una forma de relación social y de poder asimétrica fundada sobre la diferencia de sexo, siendo dicha diferencia utilizada para someter, dominar o anular al otro/a. Las relaciones de poder han marcado a lo largo de la historia la convivencia entre hombres y mujeres, niños y niñas. Tradicionalmente los hombres han ejercido dominación hacia las mujeres en diferentes ámbitos: en lo económico, social, familiar, político, cultural y religioso. Estas relaciones son una expresión del androcentrismo, enmarcado dentro del patriarcado.
Históricamente la mujer ha sido sujeto y objeto de violencia, tanto por la acción como por omisión, tanto por la palabra como por los silencios (Judy Chicago citada por Schussler, E.). Al mirar la historia se vuelve a constatar con dolor, con asombro y con indignación que el maltrato hacia la mujer es un tema tan actual y tan antiguo a la vez, un tema de tan lejos en tiempo y espacio y tan cerca; si bien en el último siglo en occidente las mujeres han podido avanzar en cuanto a la conquista del reconocimiento de sus derechos y capacidades también podemos constatar que es tanto lo que queda por continuar haciendo.
El maltrato hacia la mujer se ha manifestado y continua manifestándose de diferentes maneras en el ámbito religioso; una primer forma puede ser la que surge de algunos relatos bíblicos (como el que se transcribió de Ex); pasando luego por la relectura que de esos y otros relatos se hace en cuanto a justificar o promover el sometimiento e inferioridad de la mujer(1 Timoteo 2, 12), hasta la legitimación del maltrato por parte del varón en el derecho canónico, o la participación de la mujer en el pienso y construcción de la eclesiología.
Se destaca la expresión adoptada por Radford Ruether (p.2) en cuanto a la existencia de un maltrato teológico, en donde la mujer se enfrenta a textos y lecturas androcéntricas, en las cuales ésta es excluida e invisibilizada de y en la mirada. En este sentido Cristina Conti (1998:97) hace referencia a la exclusión de la mujer en la tradición teológica y bíblica expresando “La mayoría de la información sobre las mujeres es irrecuperable porque el proceso androcéntrico de selección y redacción consideró esos datos como poco importantes o amenazadores”.
Los textos bíblicos son patriarcales. La Biblia como historia sagrada nos habla de un Dios que se va revelando en una historia concreta, y de una comunidad-pueblo que aprende a leer y relatar esos acontecimientos. La misma es palabra de Dios y palabra de hombres. Por tanto se debe hacer presente que estamos frente a un texto muy antiguo, que contiene culturas, costumbres, épocas y relaciones diferentes.
Algo que también forma parte de la expresión cultural y por tanto del androcentrismo es la lengua y gramática que el mismo refleja tanto en el texto original como en sus traducciones. El lenguaje en tanto sistema de códigos contiene y evoca significados más allá de lo estrictamente literal.
Esto alerta el riesgo que puede conllevar la lectura fundamentalista de la biblia, ya que sin una hermenéutica crítica que considere las mediaciones analíticas la biblia puede continuar en nuestros días reforzando y fundamentando una cultura machista; desde relecturas que refuerzan la idea de inferioridad o legitiman el maltrato; limitan a la mujer en sus papeles, roles, posibilidades.
Para superar esta situación de maltrato y ser críticos con tradiciones heredadas se debe incluir una teología desde la perspectiva de la mujer (o teología feminista), la misma es una forma de teología de la liberación, porque es una teología hecha desde un contexto de opresión. Es lo que se conoce como una teología contextual, es decir, una teología que está comprometida con un contexto y reflexiona a partir de la experiencia. (Conti, C, 1998)
Como esta misma teóloga plantea “Toda teología (conscientemente o no) es contextual. Nadie escribe, interpreta o hace teología desde un vacío ideológico, los escritores de la Biblia tampoco”.
La palabra de Dios es algo vivo por ende, Dios comunica algo a nuestra situación hoy a partir de ese texto.
“Por esta razón la hermenéutica feminista no debe dejarse limitar por las interpretaciones anteriores ni por la tradición. Debe usar la sospecha como método con respecto a ambas y aun a la propia Biblia. Las Escrituras necesitan ser liberadas no sólo de las interpretaciones androcéntricas tradicionales, «sino también de la tendencia patriarcal de los propios textos». (Conti: 1998:98)
Una perspectiva teológica que apunte a ser inclusiva de la mujer debe considerar los aspectos básicos planteados por la teóloga feminista ElizabetH Schüssler Fiorenza, 1984:
1. Hermenéutica de la sospecha: necesaria a causa del androcentrismo de los textos y de su interpretación.
2. Hermenéutica de la proclamación: juzga el uso de los textos como palabra de Dios.
3. Hermenéutica de la memoria: busca recobrar el lugar de las mujeres en las tradiciones bíblicas.
4. Hermenéutica de la imaginación creativa: expande esas tradiciones bíblicas por medio de la imaginación para que las mujeres actuales puedan, de alguna manera, experimentar las vivencias de las mujeres de la Biblia. (Citado por Conti, 1998:103)
Por un lado podríamos decir que el ámbito de la iglesia y la religión acaban siendo un lugar más en el que se expresa la dominación del hombre o la cultura androcéntrica, relegando el lugar de la mujer. Pero también debemos agregar que este no es y no puede ser un lugar más, donde se reproduzcan las distintas desigualdades sociales ya que antes que nada el cristiano está llamado a ser hombre y mujer nueva, que acoge la novedad de Cristo, y en esta novedad se encuentra los gérmenes de liberación de toda relación de opresión y deshumanización.
1Trabajo final de Lourdes Fabra del Curso: Cristianismo y espacio Público, GEMRIP Uruguay- OBSUR.
Bibliografía
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Aleixandre, Dolores. Mujeres en la hora undécima. Cuadernos F y S. Sin más datos.
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Conti, Cristina. Hermenéutica feminista. Alternativas 5/11-12(1998). Ed. Lascasiana, Managua.
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Porcile, Maria Teresa. La mujer, espacio de salvación. Ed. Trilce, 1991.
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Radford Ruether, Rosemary. El maltrato de las mujeres y la tradición religiosa. Serie «Mujer», no. 35. Lima – Perú: Creatividad y Cambio (eds.), abril de 1979. Mimeografiado.
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Russell, Letty. “La iglesia como comunidad inclusiva”. Prefacio. Ed. UBL-ISEDET, 2004.
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Schüssler Fiorenza, Elizabeth. “En memoria de ella”. Introducción. Ed. Descleé de Brouwer, 1989.
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