camara-diputados-brasilPor Humberto Ramos.

En los relatos bíblicos, cuando dos pueblos se enfrentaban en el campo de batalla, no se trataba apenas de personas en guerra, eran los dioses que estaban disputando la hegemonía sobre los pueblos de la tierra. Ergo la victoria de un pueblo, era la victoria de dios específico.

Entre los hebreos Yahveh era el responsable tanto por las victorias como por las derrotas de su pueblo. Al permitirlas, con el fin de enseñar a sus elegidos por medio de un juicio punitivo cuando era necesario.

En las sociedades occidentales, la idea de Dios perdió su hegemonía, con el advenimiento de lo que llamamos modernidad, los Estados se volvieron autónomos (al menos en tesis) en relación al poder de la iglesia y la religión, al final, relegada a los márgenes de la vida social, dejando de figurar como única y exclusiva fuente de  orientación de la vida. Así entonces su presencia en la esfera pública se daba de forma más tímida, pudiendo tener muchas veces una cierta vergüenza con el uso del lenguaje religioso en la esfera pública.

A ese proceso Max Weber lo denominó “secularización”. Resultado de la des-sacralización del ordenamiento jurídico, es decir, el Derecho ya no es una cosa sagrada, y por lo tanto cosa incuestionable. Así el ordenamiento jurídico/político ya no podría ser más fundado/sustentado en las fuentes de la religión. En el mundo occidental, especialmente entre las naciones de origen  latina, la secularización desembocó en el principio de laicidad. La autonomía del poder político en relación al poder de la religión pasaba a ser instituido legalmente.

Diferente de lo que algunos teóricos de la secularización llegaron a afirmar, la religión no perdió su fuerza. Al contrario fue obligada a reconfigurarse con el fin de adaptarse a las nuevas características del mundo occidental. Dios no sale de la escena, apenas se manifiesta de otras maneras, deseando, tal vez el lugar que otrora fuera suyo. Siendo así, existiendo como poder latente, muchas veces en silencio.

Pero, operante. Así pues el siglo XX asistió a la reivindicación de la religión a la esfera pública. Dios envía sus mandatarios a la plaza a fin de que ocupen los espacios que antes eran de su propiedad.

En Brasil, modernidad, secularización y pluralización de la sociedad, se dieron de forma bastante peculiar. Somos marcados por el retardo en los procesos por los cuales las sociedades occidentales vendrían a pasar, ilustración, modernización, industrialización, evolución de los derechos sociales y económicos, etc. Así, nuestra forma de relacionarnos con la religión en la esfera pública siempre fue bastante peculiar. Sin embargo Brasil sostiene más de 100 años de laicidad, la religión católica ocupó siempre un lugar importante en las decisiones políticas del país. Y después del vertiginoso crecimiento de los evangélicos pentecostales y su consecuente participación política, tal cuadro se reconfigura apenas en el sentido de que pasamos a tener un pluralismo cristiano. En otras palabras, Brasil es sustancialmente un país cristiano.

En ese panorama desde 2012 con el asenso al gobierno del Partido de los Trabajadores, pasamos a experimentar una aceleración del proceso de secularización del Estado brasileño, más específicamente  de los entes públicos. Cosas como, el desarrollo de políticas públicas de salud para la comunidad LGBT, atención a las cuestiones de igualdad de género y combate al racismo y a la homofobia, entre otros proyectos, apuntaron a una  “destradiccionalización” de las estructuras administrativas del estado. Eso provocó a los grupos religiosos y conservadores en  general.

Delante de este escenario, las elites desalojadas del poder central, valiéndose de los casos de corrupción involucrando integrantes del Partido de los Trabajadores y miembros del gobierno, de la crisis económica mundial que pasarían a vivirla, se posesionaron del discurso de la tradición, es decir, en nombre de Dios y de la familia iniciaron una cruzada contra el gobierno y la gestión del PT. Y así fue que Dios paso a hacer parte del Impeachment.

Desde las manifestaciones en las calles hasta la propuesta de impedimento en la Cámara de Diputados hasta las propias charlas en el juicio final en pleno Senado de la república, Dios se hizo presente.

Tan presente que fuera invocado en la última intervención de la abogada de la acusación a la presidente, Janaína Paschoal , en la solemne sesión en el Senado, diciendo ser Él el responsable por las articulaciones que desembocarían en el proceso de casación del mandato de la presidente.

Una vez más Dios viene a la plaza pública a guerrear. Una vez más su Nombre es levantado en un estandarte por los victoriosos de una batalla cruel y sin límites. Dilma Roussef fue destituida de su cargo en un largo proceso que envolvió todo el Congreso Nacional (cámara y senado), uno de los más conservadores y corruptos de todos los tiempos. No hubo crimen de responsabilidad, no había fundamentación jurídica sólida, era necesario más que la materialidad de los hechos para sacar a la presidente, fue necesario Dios, entre otros argumentos más, en ese caso asistimos de un lado la Democracia y del otro lado Dios.deus

Una vez más nos salta a la mente el lugar de la religión en las sociedades democráticas. O, para ser más especifico el lugar de un Dios que se presenta como monoteísta, cristiano, imperialista, dominador, excluyente, ¿es compatible este tipo de Dios con los Estados democráticos de derecho?

Por Humberto Ramos