A veces para las Ciencias Sociales, para la sociología, la espiritualidad y la religión es algo prescindible con lo que se trabaja como concesión a quienes se quedaron en el pasado. Es necesario trascender esa visión.    Pablo Selman

Cuando se habla de necesidades básicas insatisfechas, y en las personas en situación de calle se suman todas, se menciona alimentación, abrigo, vivienda, salud en términos médicos y se puede seguir, pero nunca, o muy escasamente, se habla de espiritualidad.
El doctor Pablo Selman, argentino, investigador del Conejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de ese país (CONICET),
profesor de Altos Estudios Sociales en la Universidad de San Martín en Buenos Aires, el 19 de agosto en el templo de la Iglesia Metodista
Central en Montevideo compartió su exposición con testimonios de participantes del centro diurno “Espacio Compa”, un proyecto que involucra a personas que han atravesado situaciones de calle o están en ellas que funciona en el templo de la Iglesia Metodista de la Aguada.

La actividad fue organizada por Siembra, Fe en la Resistencia y el Observatorio del Sur (OBSUR). Quienes esa noche no pudimos asistir, debemos lamentarlo, pero también podemos acceder en youtube a parte de la actividad. Hice las dos cosas.

“Cuando hablo de espiritualidad”, dijo Selman, “hablo de cosas que tienen para la gente mucha importancia, no hablo de algo superfluo o prescindible, para mucha gente eso tiene una importancia fundamental para su vida, es serio, es determinante.”

Definiéndose como una persona que no se ha dedicado especialmente al cultivo de su espiritualidad, se ha interesado no sólo en conocer qué significa para otros, especialmente para quienes viven la dura situación de tener la calle por hogar, sino de hacer conocer a otros que trabajan con esas personas, que estudian causas, razones, posibles salidas ignorando esta dimensión. “No quiero que nos quedemos en la comida por un lado, el trabajo social por otro, la salud por otro, la integridad psicológica por otro y lo espiritual es cosa de los curas”. Es necesaria una reflexión que involucre a la espiritualidad en esa resistencia de la vida e involucrarse en ella desde ahí. “La espiritualidad no es un plus de lo cual se puede prescindir.”

“Está en el cruce de la actividad de las iglesias, en el cruce del trabajo de los trabajadores sociales, en el cruce de quienes estudiamos estos fenómenos”, dijo.
Cuando citando al libro de Terry Eagleton, “Por qué Marx tenía razón”, señaló que según ese autor inglés Marx era profundamente
espiritual, recordé cuando el pastor Ricardo Ribeiro me dijo: “no hay nada más espiritual que el dinero”. “Lo espiritual no es algo inmaterial y de otro mundo”, dice Eagleton, podemos decir que es la forma cómo nos encontramos con el mundo y con los demás. Ricardo decía que la relación que establecemos con el dinero, o con el ámbito de las posesiones, muestra nuestra forma de ver el mundo, de valorar la vida y de mostrar dónde están nuestras esperanzas.

Espiritualidad es la forma en que alguien acompaña a otra persona en su debilidad sin ningún sentido de omnipotencia. Es lo que hace posible la reconciliación, la “completud”, el reconocimiento de las propias debilidades. No es lo puramente material, no es lo psicológico aunque la psicología lo puede reivindicar en parte. “Quienes somos antropólogos, trabajadores sociales, sociólogos, a veces intervenimos en la vida de otras personas prescindiendo de esa idea de lo espiritual.” Ése es el error que quiere trascender.

Para muchos la experiencia espiritual pasa por lo religioso, pero no necesariamente, tiene que ver con el encuentro en el que un humano
hace sentir a otro humano que es un ser humano y ambos a su vez se sienten profundamente humanos.

El abrazo de alguien a otro que no conoce en una manifestación de personas en situación de calle esa mañana para que no se lanzara contra la policía, no es sólo un acto físico de un cuerpo que controla a otro, es por encima de todo el cuidado de una vida de la que también somos parte. Esa fuerza que defiende la vida desde el aprecio al prójimo como a un igual, es una manifestación de esa espiritualidad que no se puede olvidar so pena de mutila la comprensión misma de la humanidad.

Y me quedé con la sensación de que recién estoy parado en la orilla del tema. El desafío es entrar en él.

 

Fuente:

ESTE  N°13 Octubre 202
Periódico Valdense
Iglesias Evangélicas Valdenses del Este Uruguayo

Redactor responsable: Oscar Geymonat