Adelantando el 31/10: Calvino tiene ‘Face’
Nací en la década del ’80 y me cuesta creer que en treinta años la revolución tecnológica haya logrado lo que siglos atrás habría llevado generaciones. En mis primeros años veía en un viejo televisor dibujos animados que llegaban desde canales argentinos. Si con suerte la antena captaba un canal de Montevideo, era día de fiesta.
Mi primer contacto con la electrónica fue cuando el viejo televisor ITT se me cayó encima. Hoy, en cambio, los niños nacen en una era digital. No tienen que esperar a que la pantalla los golpee para saber cómo funciona. Aunque nos cueste aceptarlo la nueva tecnología está ahí.
Cuando en 1517 Martín Lutero redactaba sus “95 tesis”, daba el puntapié inicial a un partido que seguimos jugando. Sin haberlo imaginado creó una fisura en el pensamiento de su tiempo. Sin-querer-queriendo, su crítica del papado y de la teología dominante jaqueó las bases teóricas sobre las que se sostenía la sociedad feudal. La libertad de conciencia, los derechos políticos, el concepto de ciudadanía, la universalización de la educación estaban en germen en su pensamiento.
Cuando en 1536 Juan Calvino publicó la Institución de la Religión Cristiana, una novedad tecnológica le dio rápida difusión. Si antes se necesitaba de un monje lector y varios monjes copistas para reproducir un libro, ahora una imprenta de tipos móviles permitía las copias que uno deseara. Multiplicada, esta obra y las de Lutero se esparcieron por el continente europeo, alimentaron la vocación de otros reformadores y dieron respaldo teológico a viejos disidentes como los valdenses.
CINCO SIGLOS SIN WI-FI.
En 2017 se cumplirán 500 años desde el inicio de la Reforma Protestante, un movimiento que no habría tenido tal magnitud si no hubiese sido por los cambios en la tecnología de la impresión. Me pregunto entonces cómo habrían sido las cosas si los reformadores hubiesen gozado de los adelantos tecnológicos actuales. Quizá habrían sido suficientemente hábiles para sacarle provecho a la tecnología celular.
Lutero habría posteado en el perfil Facebook de la Catedral de Wittenberg, repudiando la venta de indulgencias por parte del papa. Pasaría cada una de sus 95 tesis a 140 caracteres para difundirlas por Twitter. Sus múltiples seguidores y estudiantes lo retwittearían, y así la noticia llegaría algún diario local.
Para ser honestos, no creo que en Wittenberg algún programa de chimentos hubiese dado publicidad a la temática, los informativos seguirían dedicándose al fútbol de consumo y a la crónica roja, y ni católicos ni protestantes defenderían su causa bailando o exponiendo su intimidad al bajo precio del rating. Pero la discusión seguramente ganaría los ámbitos académicos, se volvería un tema de agenda política y sería el foco de atención de muchos diarios.
Si al Papa y al Emperador Carlos V le preocupaban la viralidad con la que las ideas de Lutero se difundían, imagínese su consternación si ese pensamiento hubiese circulado en archivos .pdf. ¿Se imagina en Youtube la disputa entre Zwinglio y Lutero sobre la naturaleza de la Santa Cena? ¿Qué recepción habrían tenido los polémicos escritos de Lutero si hubiesen sido divulgados por Netflix, en un formato de serie y con la estética de Game of Thrones? ¿Mandarían los valdenses de Chanforan un Whatsapp a Calvino para confirmar que adherían a la Reforma?
Seguramente los reformadores buscarían entre varias fotos de su juventud antes de elegir el perfil que por siglos verá el resto de la humanidad. Hasta el mismo Calvino tendría un lapsus de vanidad, haciéndose fotografiar con su laptop, la Biblia de su primo Olivetán y su mp3 cargado de salmos hechos himno. Con otra tecnología, transmitirían un mensaje que sigue siendo actual.
JJP
(Publicado en Página Valdense – agosto de 2016)
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