Este Jueves 16 de noviembre a las 18:30 horas tendra la conferencia “Medio-Oriente después de DAESH, nuevas líneas de quiebre” a cargo de Gilles Kepel, Politólogo Francés especialista del mundo Árabe Contemporáneo y del Islam. Desarrollara una conferencia abierta en el CALEN (Eduardo Víctor Haedo 2020 esquina República).
Apenas un mes después de los atentados que se cobraron la vida de 130 personas en París, Gilles Kepel publicó Terreur dans l’Hexagone (Gallimard). Mark Lilla escribió que era el libro esencial sobre la Francia contemporánea, “el mejor relato de los factores y acontecimientos que contribuyeron a crear la situación actual”.
Kepel estudia la radicalización islámica desde hace décadas. Como ha señalado Lilla, a diferencia de otros estudiosos que tienden a buscar una sola clave interpretativa para todo, el autor analiza factores sociales, culturales, políticos, generacionales o tecnológicos, observa con rigor los hechos y discursos, y describe la influencia de los acontecimientos en Francia y el mundo sobre el asunto que estudia.
Para Kepel, que ha escrito el libro con el sociólogo Antoine Jardin, el yihadismo se debe entender en relación a un fenómeno más amplio: la evolución del islamismo radical y del salafismo en Francia. Su enfoque es cronológico. Divide el periodo entre 2005 y 2012, la “época de la incubación”, y la época “de la erupción: de Hollande a Charlie y al Bataclan”, entre 2012 y 2015. Pero un acontecimiento clave se produjo dos décadas antes, en 1983: se trata de la “manifestación por la igualdad y contra el racismo” o “marche des beurs”, que partió de Marsella y acabó reuniendo a cien mil personas ante el Elíseo. Según Kepel, un error de Mitterrand fue plantear la respuesta como un rechazo al racismo, en lugar de fomentar la integración (otro error del presidente socialista fue propiciar el crecimiento del Frente Nacional para fragmentar la derecha).
Durante bastante tiempo no hubo terrorismo musulmán en Francia: se produjeron algunos atentados, pero derivaban de conflictos en otros países. El Estado no supo reaccionar frente a la infiltración salafista en las banlieues. Los salafistas supieron convertir en “islamofobia” todas las críticas al islam y a una particular interpretación. En ocasiones, los poderes públicos de izquierda y derecha contribuyeron a su ascenso: por el bloqueo que provocaba la confusión entre crítica a la religión y el racismo, y también porque a veces los salafistas se convertían en garantes del orden. Entre nuevas generaciones de inmigrantes y sobre todo descendientes de inmigrantes una versión dogmática del islam se convirtió en un marcador identitario. No solo creció una visión dogmática del islam en algunas zonas, sino que se produjo una islamización de las costumbres. La adherencia a las prescripciones religiosas se transformó en una norma social. Para Kepel, se produjo una sustitución del conflicto político por un conflicto identitario.
Otra fecha clave del relato del volumen es 2005. En ese año se produjeron los disturbios en las banlieues. Entre los acontecimientos que intensificaron las revueltas estuvo la muerte de dos jóvenes que huían de un control policial. Pero, según el autor, no se dio suficiente importancia a otro suceso: el lanzamiento, por error, de gas lacrimógeno en una mezquita por parte de la policía. El componente religioso de las protestas, y lo que eso contaba de la nueva generación, se pasó por alto.
En 2005 el hispano-sirio Abu Musab-al Suri publicó en la red la “Llamada islámica a la resistencia global”, una obra de 1600 páginas que planteaba un cambio en la estrategia yihadista. Frente a la organización piramidal de la Al Qaeda de Bin Laden, que no había logrado una movilización global tras el 11-S, proponía una organización más horizontal y en células, centrada en Europa y en los descendientes de los inmigrantes. El objetivo final sería desatar una guerra civil en el continente. Ese documento, dice Kepel, ha sido muy influyente en lo que llama “yihadismo de tercera generación”, tras Afganistán y la Al Qaeda de Osama Bin Laden.
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