La seguridad se presenta como la panacea, como el remedio mítico que soluciona todos los problemas. Los médicos encargados de aplicar la medicina son la policía y sus hospitales las cárceles.
En tiempos electorales, todos los candidatos quieren garantizar que esta medicina contará con el presupuesto y la tecnología necesarias, será efectiva y curará a esta sociedad de todo aquello que la aqueja sin preguntarse y cuestionar las razones profundas de su malestar. Funciona tal cual la exacerbada medicalización psiquiátrica, que también es percibida como la panacea.
Según diversas encuestas lo que más importa a uruguayos y uruguayas es “la seguridad”. Uruguay es el país que tiene más presos per cápita y el país más armado de América Latina (1 arma cada 3 personas). Encabeza las estadísticas de suicidios y los accidentes de tránsito entre los más jóvenes. Además de tener índices de violencia doméstica (hacia mujeres, niños, niñas, adolescentes y ancianos) alarmantes.
Los medios de comunicación -quienes han construido una imagen acerca de nuestras ciudades, que separa los “lugares seguros” de “lugares inseguros” – dice que “el problema” está “afuera”, es una persona que tiene determinada apariencia, determinada edad, que vive en determinado barrio, etc. Han logrado generar un discurso estereotipado en relación a quién es víctima (y cómo es) y quién es victimario (y cómo es) que permea nuestra vida cotidiana. El concepto de “seguridad” ha devenido en “control”. Más policías, más cámaras, más represión…La agenda del control busca ocultar (o aislar) a las personas consideradas “problemáticas” mediante instituciones de encierro como los manicomios, hospitales y cárceles.
En los distintos ámbitos, evidentemente no se están tomando en cuenta, a la hora de analizar el tema de la seguridad, todos los indicadores vinculados a la violencia. Sólo son relevantes aquellos que atentan contra la propiedad privada y no aquellos que afectan la convivencia.
Cuando hablamos de convivencia, hablamos del bien común, y de ese “bien común” todos y cada uno de nosotros y nosotras somos responsables. No podemos permitir que los medios de comunicación construyan nuestra realidad, nosotros y nosotras somos protagonistas.
Y es justo que nos preocupe la seguridad y la paz, puesto que son indispensables para la vida. Pero ¿en qué sentido? ¿De qué se está hablando cuando se habla de ‘seguridad’ o ‘paz’? ¿Qué significa seguridad? ¿Qué significa paz?
Seguridad es aquello que necesitan los niños y las niñas para crecer y desarrollarse sanamente en comunidad. Como dice el dicho africano “Para criar un niño, se necesita toda una aldea”. Lo cual se vincula al otro gran debate de la educación. Paz es aquello que permite vincularnos en diversidad y convivir.
La comunidad responsable del bien común, es la que está fuera de los programas de gobierno en materia de seguridad. Lo indispensable para vivir en una paz real, es la convivencia con otros y otras, esto no se puede comprar o vender, no tiene un valor de cambio en el mercado por esto es inútil para el mercado pero indispensable para la Vida.
La convivencia nos cuesta la “independencia” del ser humano autónomo, que puede solo, que hace solo, que logra solo, que puede comprenderse de manera aislada, como si no fuese parte de la comunidad que lo ha “criado”. La convivencia nos saca del “sálvese quien pueda”.
Aunque vivimos en unos de los países con mejor calidad de vida y menos desigualdad de América Latina, somos presa de aquello que los medios de comunicación nos quieren hacer creer, del “espectáculo de la violencia”. El miedo ha vencido a muchos provocando más encierro, más rejas, más armas, más seguridad privada. Como ya decía Galeano hace varios años “El miedo manda”.
¿Estaremos dispuestos a que un poquito de cada quien se pierda en favor del bien común, de la vida, de la paz? ¿Qué más implica esa disposición? ¿Vamos a seguir buscando la seguridad y la paz de las armas y las rejas?
Docientos años antes de Cristo los sabios taoístas ya hablaban de una casa segura. Decían que tiene puertas y ventanas, pero que no tendría cerraduras ni rejas. Es segura, porque sus habitantes conviven en paz con los habitantes de las otras casas de su vecindad. Una ley nunca puede sustituir el criterio de convivencia.
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