El 17 de octubre es el día aniversario de Villa La Paz – Colonia Piamontesa. Todo el mes tendrá celebraciones que informaremos oportunamente. «Cuestión de fe» en las ediciones de setiembre y octubre asume el desafío entrar en la memoria del emblemático templo de La Paz.
El templo valdense junto a la plaza de La Paz fue una iniciativa de la «Sociedad Agrícola del Rosario Oriental», en consideración a la denominación de la comunidad de agricultores que contrató para hacer efectiva la colonización parcial de sus tierras en el Rincón del Rosario. Compromiso destacable en el Uruguay de 1858, e ineludible para los colonos valdenses establecidos en la cuenca del arroyo Santa Lucía Chico desde principios de 1857, que optaron por emigrar hacia el departamento de Colonia al año siguiente, al detectar un excluyente proyecto para dinamizar la presencia institucional católica en el centro del país, convulsionado aún por la reciente Guerra Grande (1839-1851).
Contenidos en Montevideo por un ambiente dominado por el catolicismo liberal y la francmasonería, los jesuitas expulsados de Buenos Aires en 1843 se orientaron a la consolidación de la iglesia católica en la cuenca del río Santa Lucía, después de clausurar en la capital su Colegio Oriental de Humanidades y trasladar, con altibajos, su sede a la Villa San Juan Bautista (Santa Lucía). Promovido por Jacinto Vera (18131881), sacerdote en Guadalupe (Canelones) ex alumno del «Colegio de Buenos Aires» de la Compañía de Jesús, «el traslado del Colegio tuvo lugar entre fines de 1854 y principios de 1855» (Arturo Ardao: «Racionalismo y liberalismo en el Uruguay», Montevideo 1962, pág. 144 y sigs.) En la misma página comenta Ardao un párrafo de Lorenzo Pons, biógrafo de Vera, precisando los propósitos y la proyección regional de su iniciativa: «Los padres de familia del departamento dirigieron al Gobierno una petición a favor del establecimiento del mencionado colegio. «¿Quién no ve en esto -comenta Pons- la mano y el espíritu de Jacinto Vera…?»
Un conocimiento de larga data Valdenses y jesuitas se conocían desde los comienzos de la Compañía de Jesús, presentada el 26 de julio de 1560 por Antonio Possevino (1533-1611) a la congregación valdense de San Juan al sur de Angrogna, para explicar su reciente opción en una controversia pública sostenida en el templo «Ciabàs» con el pastor titular Scipione Lentolo (1525-1599), ex monje y doctor en teología que profundizara en Ginebra su adhesión a la Reforma francesa (calvinista), a la que se acercaban los valdenses desde 1532. Para sus descendientes de 1858 en Flo
rida, los planes de Jacinto Vera significaban el empoderamiento de una iglesia de triste memoria, pero muchos orientales de la campaña no podían sentirlos de la misma manera, especialmente los descendientes de aborígenes de las misiones jesuíticas emigrados en gran número a Uruguay después de la destrucción de sus pueblos.
Gente humilde y discriminada, de tantas coincidencias con los inmigrantes más desposeídos que al menos contaban con inclusión comunitara y apoyos externos. Con ellos tendrían que compartir, tarde o temprano, los espacios semivacíos que exploraban y percibían como oportunidad para desarrollarse como agentes civilizadores, meta perseguida también por el catolicismo nacional que transitaba la dura prueba de adaptación al contexto republicano liberal, desde sus decaídos fueros de las últimas etapas del régimen colonial. Si bien el proyecto de Jacinto Vera y los jesuitas no parece explicitado, insinúa una mirada comprensiva de aquella numerosa presencia guaraní misionera en el centro del país que recién empezaban a detectar los inmigrantes piamonteses que poco o nada sabían de su historia al aceptar tierras ofrecidas en la región a la que apuntaba el plan católico desde antes de su irrupción. «Asumir el compromiso de la igualdad en la diversidad» no era un paradigma nstalado en la sociedad uruguaya de 1858, menos aún en el interior. Jesuitas y valdenses buscaban espacios controlables. Como ahora se suele decir, estaba en su ADN. Compartirlos no era aún posible.
Majesté: un protagonista
Las provocaciones que motivaron la mudanza de los valdenses al departamento de Colonia se iniciaron en la semana santa de 1858. Su instigador fue el sacerdote secular Francisco Majesté (Valladolid 08/01/1807), dimitente de la Compañia de Jesús en Buenos Aires en 1843, adonde había llegado en el primer contingente del 9 de agosto de 1836. Al exiliarse en Montevideo el Superior de los jesuitas en octubre de 1841 a causa de un conflicto con el gobierno de la provincia, seguido por los demás integrantes de la orden expulsados en 1843 con excepción de dos que aceptaron secularizarse, uno de ellos Majesté que permaneció en la ciudad donde aún es reivindicado como brillante predicador y destacado educador.
Ocupó cátedras de lógica, metafísica y matemáticas en el «Colegio de Buenos Aires» de la Compañía, en el «Colegio Republicano Federal» y en el «Colegio y Seminario Eclesiástico». Ante el pronunciamiento de Justo José de Urquiza que signó el fin de la época de Rosas (1829-1852), Majesté se trasladó por un tiempo a Montevideo. De regreso en Buenos Aires después de la batalla de Caseros (03/02/1852), se acercó a Urquiza, intervino en la reunión de gobernadores de San Nicolás (25/05/ 1852), se trasladó a Santa Fe donde publicó un semanario para difundir las sesiones de la Convención Constituyente de la que emanó la primera Constitución argentina y presidió el primer organismo educativo provincial, en la gestión gubernamental de Domingo Crespo (18511854). Una vez más en Uruguay, se desempeñó como cura párroco de Pando (c.1853), secretario del Vicariato, rector y docente de la Universidad Menor de la Unión (c.1855), cura párroco de Florida (185758), Fiscal Eclesiástico del Vicariato Apostólico en la gestión de su presunto ex alumno Jacinto Vera y catedrático de Derecho Canónico (1862).
Murió en Montevideo el 24 de diciembre de 1864. En el proyecto dinamizador de la presencia católica, es impensable que una personalidad con esa trayectoria fuera destinada transitoriamente a la distante parroquia de Florida a una edad avanzada sin el mandato expreso de contener la colonización valdense en sus inicios. La evolución y el desenlace del conflicto dan la impresión de haber sido percibido por sus protagonistas en toda su dimensión. Sin ser unos u otros la única causa de sus precariedades, no tuvieron otra alternativa que aceptar, voluntaria o involuntariamente, un paso al costado que por prudencia unos y por imposición gubernamental los otros, debieron cumplir.
Los valdenses, afines a los principios ideológicos de la constitución del estado republicano, se trasladaron al estratégico Rincón del Rosario en el departamento de Colonia, donde se establecieron definitivamente e iniciaron la exploración de nuevas tierras para expandir su colonización agrícola y avanzar hacia sus metas de promoción humana.
Gustavo A. Maggis
Fuente: Cuestión de Fe, Iglesia Valdense, Septiembre 2017
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