La visita del pastor Guillermo Prein en Uruguay se realiza en clave de diálogo y testimonio cristiano, una perspectiva evangélica y pentecostal en defensa de los Derechos Humanos, en el relato del escritor Adrian Aranda.
El magistral Eduardo Galeano en su relato El mundo, cuenta que somos un “mar de fueguitos”, y que “algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende. » Así definiría yo al Pastor Guillermo Prein, enciende a quien se acerca a él, transmitiendo vida, esperanza y mucha paz.
El conocerle y compartir tres días de diversas actividades juntos fue un gran aporte a mí persona, y sin duda a la comunidad evangélica uruguaya inserta en la sociedad.
El primer día, grabamos una entrevista, en donde habla con mucha reflexión sobre la importancia de entender que “El hombre es de la tierra, y no la tierra del Hombre”, y de allí, como esta malinterpretación teológica-filosófica de la realidad y de los textos sagrados, nos ha llevado como humanidad a la desenfrenada carrera por el poder y la dominación de las riquezas y de los hombres.
El segundo día tuvimos una ceremonia religiosa estupenda, donde realizó una prédica sobre la esperanza, la fe y la necesidad de sobreponerse a las adversidades de la vida confiando en Dios.
El tercer día fue el más largo, pero no menos enriquecedor. Comenzamos en la mañana teniendo una cálida reunión con la Diputada Bertha Sanseverino, donde pudimos intercambiar y retroalimentarnos en cuanto a temas que nos preocupan a todos: como la protección de la democracia, la libertad religiosa, y la necesidad del diálogo y reflexión para convivir en una sociedad plural y posmoderna. Concluimos haciendo una oración por nuestra América Latina, gran preocupación y carga que lleva Bertha, según ella nos relató con mucha calidez y humanidad.
A la tarde, luego de almorzar, nos reunimos en la Institución de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, ya en carácter de informalidad, con un amigo personal (Juan Raúl Ferreira), con el cual compartimos la tarde hablando de la fe, de la importancia de mantener la humildad espiritual (recordando a don Emilio Castro y sus enseñanzas) y de estar siempre con una actitud de amor y respeto por el Otro, por el diferente, por la Otredad, en términos filosóficos.
En todo tiempo su trato fue de igual a igual. Es un hombre con mucha cancha recorrida, un gran intelectual y teólogo, ha fundado 28 Iglesias alrededor del mundo, trabajado en cuatro continentes, hecho un fuerte trabajo social en Argentina con cartoneros, adictos, adolescentes pobres embarazadas, enfermos de VIH e innumerables cosas que no alcanzan estas líneas para relatar. Tenía todo el peso para haberme tratado como a un joven aprendiz (que de hecho lo soy), pero no lo hizo. En un momento, que creo vislumbró mi asombro, me miró a los ojos y me dijo: “Si yo soy tu pastor, soy tu sirviente, el mayor sirve al menor, no lo mandonea, lo sirve”.
A pesar de considerarme un cristiano evangélico con mente abierta, debo reconocer que esas frases traspasaron mi alma y me marcaron en lo personal un rumbo. Pero llevando esto a lo macro: ¿Cómo sería la sociedad si los políticos entendieran que están para servir a la misma? ¿Cómo funcionaría el mercado si lo entendieran los empresarios, los grandes portadores del capital? ¿Nuestras prioridades serían las mismas que las que son hoy?…Dejando esto en suspenso para una reflexión subjetiva del lector, concluiría diciendo que nos visitó un Profeta (sin túnica de colores), porque Dios aún ama Uruguay en su totalidad, en su diversidad, cada rostro, cada vida y experiencia, cada hogar, es objeto del amor de Dios, y Guillermo fue simplemente, un “recordarnos ese amor”.
Adrian Aranda
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