Padre Estado: es omnipresente, omnipotente y abarca toda la uruguayés con sus singularidades. Este Estado “hiperintegrador” -como les gusta decir a los historiadores- funcionaba como una máquina de estandarización u homogeneización creando así una identidad uruguaya. Esa función ya no la cumple, si es que ese Estado alguna vez existió.
Hijo Artigas: el “mayor de todos los hermanos” que camina en medio nuestro, aquel Artigas legendario, construido como una figura épica que contribuye a la consolidación de la identidad uruguaya.
Espíritu Santa José Pedra Varela: la educación laica, que habita en el templo de la Escuela pública uruguaya. Aquella que mal comprendida se asocia a la idea de una neutralización de la diversidad religiosa, política, espiritual y cultural.
Hoy la sociedad uruguaya está más abierta a hablar de aquello que ha sido tabú durante mucho tiempo. Por eso empieza a hablar de lo religioso y lo hace en un contexto diverso -aunque poco visibilizado- donde el prejuicio es grande y bloquea la posibilidad de encuentro con aquellos grupos que quedan invisibilizados por una supuesta hegemonía católica, como en los demás países de América Latina. La sensibilidad espiritual, intrínseca al ser humano, de búsqueda de la Trascendencia, se expresa de maneras diversas y gana terreno haciendo parecer que los Dioses no han muerto…
A pesar de este contexto, hay un tema que trasciende la esfera privada, pues está claro que cualquier convicción de fe, tiene sus consecuencias prácticas en lo público. La expresión de la fe, no queda relegada al ámbito privado.
Estos pequeñísimos cambios culturales habilitan que las personas se sientan con posibilidad de expresar su fe en la esfera pública. Quizás por el acceso a la información o por la migración, el uruguayo y la uruguaya descubren que en el resto del mundo la gente “cree en algo”. Pero esto trasciende al sujeto y se manifiesta colectivamente.
Existe una presencia de las expresiones de fe en los medios de comunicación, alianzas político- partidarias, incidencia pública en temas de salud sexual, matrimonio igualitario, temas vinculados a la moralidad y el “control” del cuerpo, compra de cines, templos en la avenida principal, etc. Pero también las expresiones de fe son espacios de referencia, pertenencia, integración social, participación y valoración de las personas. También son generadores de sentido y construyen una cosmovisión -una forma de ver el mundo- que devienen en acciones sociales y políticas.
Cabe destacar que no todo aquello que se presenta como “religioso”, efectivamente lo es. En la era del consumo, la fe también se ha vuelto un producto en venta.
En medio de estas marchas y contramarchas, el Estado dialoga y hace acuerdos con las expresiones religiosas, que son vistas como un aliado sobre todo en las políticas públicas (cárceles, drogas, educación, proyectos sociales, trabajo con infancia, etc.). Sin embargo, en este acercamiento el debate en torno al tema del modelo de laicidad queda pendiente.
La construcción de la realidad la hacemos todos los días. La laicidad es el debate plural de ideas y creencias. Es la valoración de la diversidad. Es un eje transversal a todas las temáticas que hacen a esta red denominada realidad. Estamos en un nuevo escenario que se presenta como una oportunidad para la convivencia plural y la construcción de relaciones equitativas. La fe no es ingenua, es política.
Stefanie Kreher y Nicolas Iglesias.
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