Papa y presidentePor Rev. Dan González Ortega

Ante la visita del Obispo de Roma, el Papa Francisco, a tierras mexicanas… la incógnita con la que quiero iniciar este repaso de su caminada es preguntando: ¿cuál visita de Francisco a México?

Me respondo:

¿La de los distintos niveles de gobierno en México y la clase política? ¿Esa donde todos quisieron sacarse la foto y aparentar discursos progresistas para adelantarse a un posible regaño de “Su Santidad”? ¿esta donde los spots publicitarios en radio y televisión fueron todos contratados por los partidos políticos, el Gobierno de la República, el gobierno de la Ciudad de México y el Instituto Nacional Electoral?

O ¿la visita que pretendieron los medios masivos de comunicación, sobre todo las televisoras, haciendo de cada evento un espectáculo transmitiendo en tiempo real para poder subir los niveles de audiencia y seguir intentando distraer a la población con el carisma del obispo de Roma, su sencillez y la imagen que proyecta?

Acaso ¿la visita desde la economía nacional que intenta sacar dinero de cualquier parte ante la pérdida del poder adquisitivo del peso mexicano? ¿Esta visita que ha dejado una “derrama económica” de dos mil trescientos cuarentaicinco millones de (devaluados) pesos –Lo que representa cerca de ciento veinticinco millones de dólares americanos?

Creo que atender a cualquiera de esas formas de comprender “la visita” del Papa es gastar tiempo de balde. Por otro lado me asaltó la tentación de hacer una lectura donde hacer resaltar todo lo bueno y desafiante de cada uno de sus discursos y acciones pero, me pregunte: ¿Será importante hablar a mis amigos católico-romanos de las cosas buenas que dijo e hizo el Papa en México siendo yo protestante? Me respondí a mí mismo que esto sería un desperdicio pues habría muchas voces y plumas realizando ese mismo ejercicio. Por esa razón preferí hacer una lectura crítica que, sin dejar de ser constructiva, se ubica desde el otro lado de la acera del cristianismo militantemente protestante pero abiertamente ecuménico.

Nadie puede negar el tremendo potencial comunicacional que representa el actual Obispo de Roma. Aún sus interlocutores más poderosos en México lo sabían y hasta el presidente del país preparó, como pocas veces, un discurso de altos vuelos progresistas. Enrique Peña Nieto llamó a Francisco, en pleno Placio Nacional: “Papa reformador”. Quizá para ponerlo al mismo nivel de sus pretensiones.

El Papa una noche antes se había anticipado a cualquier tentación megalómana de parte de los altos estratos políticos y sociales de México y, en su llegada a la Nunciatura apostólica, envió un mensaje humilde de paz: “Recen por los que quieren, recen por los que no quieren y recen por los que no los quieren”

Francisco ha sido el primer y, por lo tanto, único líder religioso que ha pisado el Palacio Nacional como invitado oficial del Gobierno Mexicano. Respetando los protocolos de la “laicidad” del estado mexicano, se abstuvo de dar la bendición dentro del recinto y en su mensaje fue austero: “Vengo como un misionero de la misericordia y la paz. Sí, pero sobre todo, vengo como un hijo para ser visto por su madre”

El Papa tenía claro el pueblo al que llegaba: “Un pueblo con un enorme potencial de culturas ancestrales y nuevas generaciones”. Francisco sabe muy bien que estas dos circunstancias son su gran oportunidad de hablarle a la curia católica en México, sobre todo porque no es el mismo que recibió a Juan Pablo II en 1979. En aquellos años avenidas enteras podían inundarse, hoy si bien las calles por donde transita el “papamóvil” son concurridas, sin embargo, no están atiborradas de personas que agolpadas busquen una rendija para ver al Papa… México cambió, cambió mucho. Este país ahora cuenta con un 25% de la población que abiertamente declara no ser católica romana. Esta es el contexto con el cual viene a dialogar Francisco cuando habla de misionar y evangelizar, cuando se refiere a juventudes y multiculturalidad.

El “Sumo Pontífice” vino a hablarle específicamente a la iglesia católica. Los problemas de México son asuntos del gobierno y el pueblo mexicano, más los problemas de la iglesia romana son del Vaticano. Por lo menos eso parece ser la lógica del Papa… o la actitud que en política se llama: diplomacia.

El Papa tiene esto totalmente claro. En su visita nada ha salido del programa, tal cual, hasta la mínima “improvisación” es parte de libreto que hay que seguir. Si hay que bajar del papamóvil, si se acaricia a un niño que se aparece de pronto en el camino, aún la monja que sale al paso dentro de Palacio Nacional o el diácono indigente que concelebro la misa en San Cristóbal de las Casas, Chiapas o los enfermos de leucemia frente a la nunciatura apostólica… todo está listo para responder a la ocasión.

Aún con improvisación prevista, el discurso del Papa a los obispos mexicanos fue duro, su mensaje parecía representar la voz de la congregaciones religiosas a la curia, era la teología del “Dios con rostro humano” hablando a la teología cardenalicia representada en el “Pantocrator”. El “humilde” Papa Francisco reconvino al “alto clero” mexicano diciendo: “No se necesitan príncipes, sino una comunidad de testigos del Señor”

En Ecatepec, Estado de México, el Papa fue implacable durante la misa del primer domingo de cuaresma: “[…] metámoslo en la cabeza: con el demonio no se dialoga […] sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder” y “por eso, la Iglesia nos regala este tiempo [cuaresma], nos invita a la conversión nos invita a la conversión”. Quien conoce Ecatepec sabe que este lugar es un paradigma latente de corrupción, privilegios para el partido político en el poder local y nacional, pero sobre todo baluarte de impunidad. El Estado de México es el lugar donde los feminicidios, asesinatos de mujeres sólo por el hecho de ser mujeres, tienen el índice más alto en el país… lamentablemente Francisco dejó pendiente este tema en su agenda pastoral para Ecatepec, que bien pudo haber sido parte de la homilía que alcanzara consuelo a las familias de las deudas y esperanza a las mujeres que viven amenazadas por este lastre mexiquense.

Así mismo, fue muy desafiante ver como en el Ecatepec quedó instalada definitivamente la costumbre en esta visita papal de separar la zona para personas V.I.P. y la franja donde se ubicaría al resto de los simples mortales. En la primera se distribuyeron gratuitamente snaks, jugos, refrescos y agua embotellada para satisfacer el antojo de los invitados especiales de la visita. Mientras tanto, en la segunda se impidió explícitamente y, bajo vigilancia policial, el ingreso con alimentos y bebidas, lo cual se hizo palpable cuando algunas personas tuvieron la necesidad de asistencia de emergencias médicas ante la deshidratación e insolación.

Una de las actividades quizá más emotivas en esta visita pastoral es el arribo de Francisco al Hospital Pediátrico “Federico Gómez”. Con todo y la ternura que esta circunstancia plantea como desafío del quehacer pastoral, ejemplo que seguramente quiso dar el Papa aún sin palabras, lo cierto es que era una oportunidad inigualable para hablar de la injusticia que se ha vivido en México respecto de la niñez y esa posibilidad se diluyó.

Tal vez ese era el momento de hablar de la búsqueda de justicia que aun buscan los padres y madres de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora. Ahí perdieron la vida 49 niños y niñas, mientras que otros 106 quedaron heridos y marcados de por vida y, el crimen sigue impune desde 2009. Mejor aún, hablar de los niños y niñas que han sido víctimas de pederastia hubiera sido un acto valiente y profético en ese momento de su visita. El hacerlo en un hospital infantil hubiera, inclusive, suavizado la situación para no haber entrado en un choque directo con los obispos que han encubierto estas atrocidades. Acá hubiera sido importante dar una dimensión profética a la propuesta de “cariñoterapia” que acuñó el Papa en su visita a niños y niñas.

Por otro lado, en su visita a Chiapas Francisco aprovechó la oportunidad para ponerse al nivel de grandes teólogos que han dirigido la Diócesis de San Cristobal, ahora como jTatik él dijo: “Cuando los políticos dicen: ‘hay que luchar contra la pobreza’ están equivocados, la pobreza es un efecto: hay que luchar contra el privilegio de unos pocos.” Al lado de Don Raúl Vera, O.P., obispo de Saltillo y, la base eclesial que ha significado mucha lucha por los deberes civiles (y hasta eclesiásticos) de los pueblos indígenas de México, el Papa, llegó al centro de uno de sus objetivos misioneros: hablar al corazón de la diversidad étnica en México. Ahí, quizá el mejor lugar de México en este sentido pues Chiapas es, inclusive, el estado mexicano con mayor diversidad religiosa del país.

Ahora, Francisco no quiso hablar de problemas profundos que tienen que ver con la vida de la iglesia católica en Chiapas, el único momento de “improvisación” bien planeado en sus discursos fue: “recen por mí”, no hubo contacto directo con las familias de Acteal (que sigue siendo una herida abierta en Chiapas), tampoco hubo una crítica o censura a la feligresía chiapaneca para que cese el hostigamiento a las comunidades donde aún hay intolerancia religiosa para con evangélicos y protestantes, de hecho horas previas al arribo del Papa a Chiapas feligreses católicos quemaron un templo evangélico ahí en el poblado Zinacantán.1 Siendo esto así, si la agenda del diálogo ecuménico no tuvo líneas para decir, ni pensar en que el “Sumo Pontífice” diera una palabra que invitara al compartir interreligioso de la, cada vez más grande, comunidad musulmana en San Cristóbal. El Papa perdió la oportunidad, quizá conscientemente, de echar mano de su muy vasta experiencia ecuménica e interreligiosa. Habló del valor de la diversidad y multiculturalidad… pero no en términos religiosos.

En Chiapas, sin lugar a dudas, el día lo salvó la gente, el pueblo que gritaba consignas en medio de la misa pontifical. A coro se escucharon gritos que decían: “¡Queremos obispos al lado de los pobres!” “¡Francisco amigo, aquí no hemos comido!” Tal vez el gesto pontifical más significativo fue el acercamiento que el Obispo de Roma tuvo a la tumba de jTatik Samuel Ruiz para rezar, acompañado de Fray Raúl Vera, O.P.

En cuanto al encuentro de Francisco con familias en Tuxtla, poco que decir y nada que sorprenda, fiel a una orden religiosa estrictamente masculina y en consecuencia respecto de la ortodoxia con la tradición vaticana, el “Sumo Pontífice” se instaló como defensor del paradigma de “familia tradicional”, conviene en este asunto dar rápida vuelta a la página sin sobresaltos pues quien quiera ver en este rubro grandes reformas eclesiásticas ha generado expectativas demasiado altas.

Desde muy temprano del 16 de febrero llegaban noticias a través de medios de comunicación que desde Michoacán hablaban de lo extraño que resultaba ver mucha gente acercándose al lugar donde Francisco se reuniría con el pueblo, pero no la cantidad de personas que podían esperarse ante la magnitud de la visita.

En la homilía que el Papa celebró en Morelia, Michoacán, su mensaje fue nuevamente contundente para con la curia mexicana:

A este Padre nuestro es a quien rezamos con insistencia todos los días, y que le decimos en una de esas cosas: ‘No nos dejes caer en la tentación’. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos ‒de ayer y de hoy‒ no cayéramos en la tentación. ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden asediar? ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad, sino de caminarla? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? ¿Qué tentación podemos tener nosotros una y otra vez, nosotros llamados a la vida consagrada, al presbiterado, al episcopado; qué tentación podemos tener frente a todo esto, frente a esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible? Creo que la podríamos resumir con una sola palabra: resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio: la resignación. ¿Y qué le vas a hacer?, la vida es así.

Francisco habló a quienes quería hablar. Como hice referencia antes, uno de los puntos focales que el Papa anunció desde el principio de su visita fue el interés por llegar a la juventud y que, la pastoral de la curia mexicana lo haga también. Sin embargo, desde mi perspectiva, el Papa volvió a perder una buena oportunidad: Michoacán representa, por mucho, uno de los signos visibles de la violencia en México. No sólo porque es uno de los puntos nodales de los cárteles de las drogas, sino porque ha sido precisamente la delincuencia de este estado mexicano, la que se arropó de símbolos muy vinculados a la tradición católico romana; Michoacán es el lugar donde cohabitan los cárteles llamados “La Familia Michoacana” y “Los Caballeros Templarios”. Pero también es el lugar donde grupos de autodefensas comunitarias han sufrido los embates de la represión de delincuentes y el estado mexicano al mismo tiempo… ni una sola palabra del Papa ante la prisión presumiblemente amañada del profesor José Manuel Mireles, líder de las autodefensas. Sin embargo, la verdadera oportunidad desaprovechada fue el que como “Sumo Pontífice” no haya hablado de los casos de pederastia siendo que Michoacán es el lugar emblemático y de nacimiento de Marcial Maciel fundador de los Legionarios de Cristo.

El último día de la visita de Francisco a México la expectativa era muy alta. A Ciudad Juárez, Chihuahua (frontera con El Paso Texas), estaban convocadas “todas” las víctimas de la violencia en México. Una tensa calma era ya evidente desde días atrás al saber que los padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa se negaron a ocupar los 3 espacios que les habían sido reservados. Federico Lombardi, vocero vaticano, había ya anticipado que el equipo del Papa sentía una presión mediática para tratar de imponer un encuentro con este grupo de padres/madres o una palabra explicita de Francisco respecto del caso Iguala. Lombardi aseguro que el Papa conoce bien esta situación y muchas otras que son parte de la vida violenta que México ha vivido en tiempos recientes.

Una vez en la ciudad fronteriza, su primer visita fue a un “Centro de readaptación social”, ahí en el penal ante 700 reos, Francisco les recordó a esos internos que «sufren el dolor de la caída» que deben buscar un sentido a su vida, en lugar de justificar los motivos por los cuales se encuentran en prisión. «Ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión», les pidió.

Así, aunque el Papa no se pudo reunir unos cuantos minutos con víctimas de los feminicidios en Cd. Juárez ni con migrantes ni con los familiares de los 43 de Ayotzinapa, pero se dio tiempo para una reunión con empresarios del estado de Chihuahua a quienes les envió un mensaje haciendo énfasis en el peligro que representa la falta de oportunidades laborales para los jóvenes, ya que corren el riesgo de convertirse en caldo de cultivo para el crimen.

Con todo, las expectativas siguieron siendo altas mientras más se acercaba el momento de la homilía que ofrecería en la Eucaristía vespertina pues Cd. Juárez, lugar paradigmático de los feminicidios en México, representaba la última oportunidad para que Francisco tocara los temas realmente coyunturales en la sociedad mexicana.

En su último evento público en México el mensaje de la misa fue fuerte y claro, aunque sobrio y diplomático sin salir del libreto, haciendo referencia a la historia bíblica del profeta Jonás, el Papa Francisco recordó a las mujeres asesinadas en esta frontera y la crisis humanitaria generada por la migración. Hizo también un reconocimiento al trabajo y la vida de quienes acompañan a las personas migrantes pues: “Los migrantes son Jonás para todos. Un llamado a la conversión para todos.”

Varias cosas fueron constantes durante la visita y, eso sí salió del script del Papa y se le debe a la responsabilidad logística que el Episcopado Mexicano le encargó al Cardenal Norberto Rivera, esto fue: exceso de la presencia de la clase política en cada evento de la visita con boletos V.I.P.; logística orientada enfáticamente a eventos y no a la calle; centralidad clerical en la preparación de los eventos y exceso de medidas restrictivas y de seguridad en torno a la visita.

Durante la visita a México, Francisco de Roma tenía frente a sí dos escenarios: su agenda propia, con respecto a la Iglesia Católica Romana en México y, la agenda de la sociedad mexicana. Obviamente privilegió la primera.

El Papa se condujo en todo momento según los cánones de su formación en la Compañía de Jesús. Esto es, a la hora de articular sus reflexiones y discursos, fue riguroso y preciso, tierno hasta conmover a los más escépticos, así como contundente cuando debía y frente a quien debía serlo. A diferencia de la clase política mexicana que omite hablar de ciertos asuntos pretendiendo transmitir que no existen, Francisco, como buen jesuita señaló los temas de coyuntura para ponerles nombre.

Al haber una precisión milimétrica en los asuntos coyunturales señalados por el Papa, en cuanto a la realidad mexicana, las reflexiones nos mueven a saber que aquello no mencionado ni señalado con oportunidad fue borrado en forma premeditada por Francisco y, las preguntas que quedan en el ambiente es: ¿Cuál fue la intención de omitir esos temas capitales para la sociedad mexicana e incluso para la curia nacional? ¿La visita del Papa estuvo a la altura de la emergencia de la crisis humanitaria que vive México?

Lo cierto es que la figura del Papa, dejó en México una estela de claro-oscuros.

Sin dudas que su presencia fue oportunidad para la clase política que se agolpaba a tener la foto con él así como su bendición; los medios masivos también hicieron lo suyo con la visita sacando lo mejor que pudieron para hacerse de audiencia y dinero de parte de sus patrocinadores; la curia romana se presentó en esta visita papal como una institución poderosa que logra imponerse al concepto de laicidad plasmado en la constitución y evidenciando a un Estado Mexicano “laicamente católico”.

Sin embargo, también es cierto que Francisco, el Papa latinoamericano, fue una figura incómoda. Su mensaje a la clase política mexicana fue diplomático pero frontal; su gesto ante la tumba de jTatik Samuel Ruiz una bofetada con guante blanco a la derecha católico romana a la vez que una caricia para los pueblos originarios; su mensaje a los Obispos un aluvión de rapapolvos… en síntesis su presencia representa casi “la crónica de una muerte anunciada” para un estilo de ser Iglesia Católico Romana en México, por lo menos durante su pontificado; su presencia como misionero “con sandalias de pescador” fue, es y seguirá siendo muy incómoda para una manera principesca de ser Cardenal.

1 Consultado el 17 de febrero en: http://protestantedigital.com/internacional/38618/Queman_un_templo_evangelico_en_Chiapas