A lo largo del complejo proceso político que llevaría a la constitución del Uruguay como estado independiente la masonería ya estaba marcando su impronta en las élites platenses. Hacia 1807, la ocupación inglesa de Montevideo favoreció la penetración de las ideas de la masonería especulativa en los sectores más acomodados, comenzando a dar formación a una sensibilidad y un pensamiento político particular.
Según María Sempé y Emiliano Gómez Llanes, las logias masónicas han tenido un rol fundamental en Latinoamérica, central en la constitución de los estados nacionales. Tomando como referencia a Pierre Bourdieu, los autores afirman que la masonería integra un campo social específico con sus hábitus, su poder simbólico y su agencia.[1] Aunque por sus características organizativas las redes masónicas no tienen gran visibilidad pública, su presencia es innegable, y lo es también en la medida en que sus manifestaciones iconográficas han tenido influencia en la organización del espacio urbano. Al resignificar las religiones trascendentales de una forma sincrética y con su énfasis depositado en los rituales de pasaje, los símbolos de la masonería no escaparon al arte funerario y religioso del Plata.
CEMENTERIOS
Entre 1830 y 1850 nace en Europa la urbanística moderna, sustentada en la necesidad de evitar la propagación de focos infecciosos. No debemos olvidar el impacto demográfico que tuvieron en el siglo XIX las enfermedades infecciosas, con un índice de contagio altísimo en los espacios urbanos donde el hacinamiento y el contacto con aguas servidas eran una constante. Así, junto con los parques y los boulevard surge el cementerio urbano, verdadera “ciudad de muertos”, espejo de la ciudad de los vivos. En este esquema, el portal de ingreso al cementerio surgía como un símbolo de transición y frontera.
En los cementerios, la masonería tomó de la traidición religiosa cristiana, babilónica y egipcia algunos símbolos recurrentes. Uno de ellos es el ouróboro -criatura que dando un círculo sobre sí misma muerde su cola- característico de la alquimia, imagen de transmutación y cambio. Generalmente el ouróboro se representa rodeando una flor, símbolo de lo efímero, creando una especie de “polo de opuestos” donde lo cíclico y permanente rodea a lo pasajero. No podemos pasar por alto la presencia del ouróboro en uno de los panteones más llamativos del Cementerio del Buceo. Ubicado a pocos pasos del ingreso principal entre las tumbas de las familias Santos Urioste y Gutiérrez Blanco, esta pieza posee inscripciones indescifrables para un observador “del común”. El único mensaje escrito está encerrado por un ouróboro de unos 50 cms. de diámetro, y pareciera tratarse de un mensaje en algún tipo de escritura semítica de lectura derecha-izquierda. La construcción está adornada con rostros femeninos típicamente egipcios y el relieve de columnas palmiformes, coronada por una esfinge. Este panteón es uno de los pocos de los que en el Cementerio del Buceo exhiben una estética egipcia, existiendo en el Cementerio de La Plata una bóveda -de la familia Pagés- similar a la “misteriosa” del Buceo.
Junto al ouróboro, otras imágenes propias del esoterismo masónico pueden verse con facilidad en los cementerios montevideanos: rama de acacia, calavera con tibias cruzadas, caduceo de Hermes, delta radiante, antorcha invertida, Zodíaco
TEMPLOS PROTESTANTES
Desde principios del s.XVI, la Reforma Protestante sentó las bases de una profunda crisis institucional y política para el Catolicismo Romano. Luego, el protestantismo y la masonería tuvieron en común su crítica del monopolio del magisterio eclesiástico y fundamentalmente, un culto de la idea de libertad que irá madurando lentamente. De todas formas, si bien estos elementos hacen cercanos algunos ideales del protestantismo histórico con los de la masonería y hacen suponer la existencia de formas tácitas y espontáneas de cooperación, es importante destacar que también existen importantes diferencias teológicas, filosóficas y antropológicas que distinguen a los protestantes y que los separan radicalmente de la organización masónica.
En el ámbito nacional, podríamos hablar de tres grandes corrientes protestantes que se encuentran asentadas hacia 1880 y que podrían haber mantenido algún tipo de vínculo con las logias masónicas locales. A raíz del Edicto de Emancipación promulgado por Carlo Alberto de Saboya en 1848, un buen número de judíos y valdenses ganaron la libertad de salir de los espacios en los que habían sido “ghettizados”, y se extendieron por la bota italiana, migrando también a Estados Unidos y el Río de la Plata. En el caso uruguayo, la mediación ante el gobierno nacional del capellán de la Legación Británica en Montevideo –Rev. Frederick Snow Pendleton- en favor de los valdenses, fue un recurso inestimable para los primeros colonos.
Si bien en la historia de las comunidades valdenses en el Río de la Plata pudo haber alguna relación con la masonería, estas son intuiciones que no podemos comprobar y que se mantienen en el campo de la especulación. No obstante, es muy posible que en la formación universitaria de muchos pastores llegados de Europa hubiese habido un vínculo estrecho con logias filo protestantes.
Los casos del anglicanismo y del metodismo en Uruguay sí ofrecen algunos elementos iconográficos que nos permiten dilucidar cierta influencia de la masonería francesa. Según Mirtha Coitinho en Protestantismo y masonería en el Uruguay en el siglo XIX, en los templos construidos entre el s.XIX y principios del XX se registran varios “simbolismos que podrían estar vinculados a un lenguaje esotérico y tal vez de la masonería”[2]
Samuel Fisher Lafone fue un gran comerciante, integrante eminente de la Iglesia Anglicana y probable miembro de la masonería, a cuyas instancias se concretó la adquisición del predio ubicado en el Cubo Sur, donde en 1844 se construye el templo de la Holy Trinity Church. Según Coitinho, en la palabras pronunciadas por el oficiante y en los actos gestuales producidos durante la ceremonia de colocación de la piedra fundamental aparecen algunos rasgos típicos del mundo esotérico:
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios bendito por siempre, pongo este fundamento de la Iglesia Protestante Británica, que será llamada comúnmente y conocida con el nombre de “Iglesia de la Santísima Trinidad” y así termino esta noble tarea así, así, así”[3]
Llaman la atención las palabras “así, así, así” pronunciadas con tres golpes de maza ejecutados sobre la piedra en bruto. El gesto tiene claras reminiscencias al esoterismo masón, y por el carácter público de esta ceremonia parece haber sido un acto simbólico que tenía aceptación en la comunidad anglicana de Montevideo. Aquí se concluye que la alocución de Lafone al colocar la piedra fundamental podía tener sentido para la generalidad de los concurrentes y un significado específico e interpelador para los iniciados en la francmasonería.
En cuanto a la composición arquitectónica del Templo Inglés, se destaca en el edificio una estética neoclásica, con una fachada estructurada sobre cuatro columnas de orden dórico que sostienen un dintel triangular, símbolo de lo trascendente. En el centro del tímpano existía un triángulo equilátero inscripto en tres figuras circulares que no se cierran, unidas entre sí. Un rasgo destacado es la coronación de edificio con una suerte de pirámide escalonada –tres escalones, como los tres rangos de la logia- y truncada, a partir de la cual se levanta a modo de piedra de toque una cruz cuyo vértice y brazos culminan en forma triangular. Pueden verse aquí algunas reminiscencias egipcíacas, familiares al simbolismo cultivado por muchas logias.
El caso del desaparecido Templo Metodista de la calle Treinta y Tres esconde otras particularidades. El edificio original era propiedad de la Sociedad Filarmónica de Montevideo, una de las tantas instituciones vinculadas a la masonería que el metodismo había utilizado como espacio de culto antes de la compra o construcción de sus primeros locales. Conocido como Teatro Franco-Oriental, el edificio pasó a propiedad de la Iglesia Metodista Episcopal en 1869, y para ese entonces ya contaba en su fachada con varios símbolos propios del horizonte masónico. Se destaca un relieve del Delta Luminoso que ocupa el tímpano superior de la fachada, y lo curioso de esto es que si bien hacia 1882 este templo metodista fue remodelado, aquellos símbolos no fueron tocados. Esto podría dar cuenta de las simpatías del culto metodista para con las organizaciones masónicas, confirmando incluso la posibilidad de que algunos miembros destacados de las comunidades metodistas hubiesen tenido participación plena de alguna logia. Es que estas logias, aunque selectas, no eran exclusivistas en materia religiosa, teniendo como principal requisito de admisión la confesión de fe en un Dios Creador-Arquitecto y en la Inmortalidad del Alma. Lo demás, eran detalles.
J. Javier Pioli
[1] Gómez Llanes, Emiliano y María Carlota Sempé, “Iconografía funeraria masónica en cementerios latinoamericanos” en: Sempé, María Carlota y otros, Arquitectura, urbanismo y simbología masónica en cementerios urbanos, Buenos Aires, Ed. del autor, 2009, p.50.
[2] Cotinho, M., Protestantismo y masonería, Ed. del autor, Montevideo, 2009, p.116.
[3] Citado por Coitinho, M., Protestantismo y masonería…, p.125.
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