Por Diego Pereira.

Ya ha pasado mas de un mes del Congreso en Brasil y todavía late fuerte el corazón por todo lo vivido. En lo personal es la primera vez que participo en un encuentro como este y ha sido algo grandioso donde se experimenta la unidad de la Iglesia latinoamericana, que también trasciende las fronteras y toca conciencias europeas. Con ello digo que participamos personas de muchos países y de varios continentes unidos por una misma convicción: la fuerte presencia de Dios en los más pobres del planeta, en los más débiles de todos los tiempos. Y es desde ellos que sentimos la presencia del soplo del Espíritu Santo que nos acarició el rostro y nos unió en una misma fe.

El congreso se vivió con una gran organización y un gran espíritu fraterno. Organizado por Amerindia Continental en las instalaciones de la Casa de Retiros San José y del instituto Santo Tomás de Aquino de Belo Horizonte, el congreso acogió a parte de los grandes teólogos de la Teología de la liberación, como a expertos en otras áreas y también a fieles que compartimos una misma convicción: la Iglesia de Jesús tiene que acercarse cada vez más a la realidad social de injusticia, pobreza y desigualdad. Y esto no es un capricho sino que es lo que el mismo Papa Francisco está promoviendo (justo estos días lo hace en su visita al pueblo africano). El encuentro buscó la reflexión compartida desde la experiencia, el necesario discernimiento comunitario desde nuestras realidades locales para nutrirnos mutuamente y continuar el camino de fe que cada uno desarrolla junto a sus comunidades.

Los núcleos temáticos fueron Pueblo de Dios, Pneumatología y Reforma de la Iglesia. Dentro de ellos las conferencias centrales estuvieron a cargo de Leonardo Boff, Juan Luis Hernández, Cecilia Tovar, Juan Hernández Pico, Marcelo Barros, Carlos Mesters, Victor Codina, Gustavo Gutiérrez, José Beozzo, Pedro Trigo, entre otros. Compartimos paneles de varios teólogos menores, participamos de talleres en los cuales las temáticas giraban en torno a temas como Ecoteología, Mujer y reforma de la iglesia, Buen vivir como recreación del Espíritu, Juventudes: lenguajes y códigos del mundo poscristiano; entre varios otros. El nivel intelectual y la reflexión teológica, como el diálogo humano compartido, nos hizo entrar a todos en un gran clima de diálogo y un compartir de ideas y experiencias. Pero aunque eso es propio de un congreso de teología, quizá siempre lo más rico solo se vive en el encuentro humano.

La confluencia de los grandes teólogos con toda la carga de experiencia y coraje que tienen, se conjugó perfectamente con la sangre más joven: los seminaristas y laicos que estudian teología y ofrecen su tiempo para la reflexión y la producción de conocimiento. De allí que las grandes ponencias se siguieron en el café con charlas personales, en el patio compartiendo el almuerzo, y esto es lo que a nivel personal fortalece el trabajo que se viene haciendo: todos nos sentimos parte de un todo, que sin las pequeñas partes no es lo mismo. Y ese todo que conformamos los presentes nos trascendió pues con cada uno estaban aquellos que llevamos en el corazón y en nuestra preocupación: los pobres que todos conocemos y a los cuales queremos anunciar la Buena Nueva de Jesús, de ser predilectos para él y que deben ser nuestra mayor preocupación.

Amerindia sigue congregando en un mismo Espíritu a mujeres y hombres de todas partes de Latinoamérica y del mundo. Muchos se identifican con la experiencia de Dios que han vivido, y que viven, las comunidades de base a lo largo del continente, y que han marcado la diferencia en la Iglesia latinoamericana. Y es por eso el orgullo que hoy tenemos de tener a un Papa Latinoamericano que promueve una acción pastoral en defensa de los más débiles, en una necesaria crítica a una Iglesia estructural, jerárquica y que también debe hacerse pobre y humilde si quiere ser fiel al mensaje de Jesús. Este Papa nace en el contexto de lucha y opresión, de la profética voz de los teólogos que estuvieron charlando con nosotros en el Congreso -y que injustamente han sido mal vistos, sobre todo por la teología europea por sentirse interpelada- y ellos se sienten hoy respaldados e impulsados a seguir luchando en defensa de los pobres. Esta lucha ha marcado la vida de muchos y también la fidelidad a ella, ha cobrado la vida de tantos. Dentro de ellos -el también nuestro- San Romero de América, pero también Ignacio Ellacuría, Monseñor Angelelli, entre otros sacerdotes y laicos que dieron su vida por la opción por lo pobres.

Fue el segundo Congreso y el resultado ha sido muy positivo e inspirador. Los más jóvenes nos sentimos motivados por la obra de los mayores y queremos seguir su camino. Y también en el Congreso hubo tiempo para el homenaje y el reconocimiento. Lo hicimos a todos los grandes teólogos, en la persona de Gustavo Gutiérrez. De él y de Pedro Trigo tomo dos ideas para terminar este texto: no basta ser joven (entusiasta, atrevido, arrojado, desinhibido) para hacer teología. Se necesita fuerza, conocimiento del momento, formación, visión, tenacidad y humor. Esto nos recomendó Gustavo. Y de Pedro tomo la idea del título de su conferencia: “La urgencia de lo esencial”. Como jóvenes, si nos comprometemos con lo recomendado por Gustavo, aún nos queda por descubrir y atender aquello que sigue siendo esencial en nuestra vida, que es lo urgente: muchos son nuestros hermanos que viven entre pobreza y muerte, ¿qué haremos por ellos? Allí podremos demostrar con actos nuestras ideas y nuestras propuestas. Allí también se juega nuestra Salvación.

Diego Pereira

*Viste la página para ver fotos y conferencias: http://www.amerindiaenlared.org/congreso2015/