No solo la virgen milagrosa o Iemanja en la rambla montevideana hace temblar a laicistas y jacobinos uruguayos. A fin de febrero se desarrollara el encuentro de regional de “Parlamento y fe” el Palacio Legislativo. Dicho encuentro cuenta entre sus oradores y organizadores locales al diputado bautista Gerardo Amarilla que asumira la presidencia del parlamento el 1ero de Marzo.
Entre 29 de febrero y el 2 de marzo, se realizará el Congreso Internacional de Parlamento y fe en Montevideo Uruguay, titulado “Transformando América”. Buscan reunirse para que Legisladores de todo el continente y líderes, según expresan para: «juntos alcanzar al continente con un mensaje de esperanza». Participarán entre otros: Senador Nacional Arnoldo Wiens (Paraguay), Diputado Nacional Gerardo Amarilla (Uruguay), Lic. Napoleón Ardaya (Bolivia), Pr. Pedro Lapadjian (Uruguay), Diputado Federal Brazil Sóstenes Cavalcante y Magno Malta senador Federal (Brazil). En el caso de estos últimos dos son partes del frente parlamentario evangélico o “bancada evangélica” los cuales según su coordinador regional Bongarra “nos han dado ideas y estrategias de como defender la familia».
Según dice su sitio oficial: Paralelamente se celebrará la II Cumbre de la Coalición Latinoamericana de Gobierno & Fe y la asunción del Diputado Gerardo Amarilla como presidente de la Cámara de Diputados de Uruguay. Gerardo Amarilla participa de varias organizaciones que buscan incidir en la agenda política desde su comprensión de fe. Integra el Instituto Jurídico Cristiano del Uruguay, presidió el Consejo Directivo de la Federación Interamericana de Juristas Cristianos entre 2010 y 2013, es miembro del Concilio Global de Advocates International y está comprometido con la lucha pro vida y a favor de la familia. Asi mismo sus libros tambien abordan estos temas: «La ética ambiental en los fundamentos judeo cristianos» (editorial Acups) y «Una Amiga Peligrosa. La droga en el corazón de la sociedad» (Editorial Pesur) y «Parlamento y Fe» (Editorial ACUPS), este último prologado por el ex presidente Luis A. Lacalle.
El objetivo de Parlamento y Fe en Uruguay según Jorge Friade su coordinador es: “ser de influencia en todo tipo cargo de gobierno.(…) tenemos que capacitar a cristianos que estén interesados en ingresar en la política.”
Frente a estas situaciones novedosas en nuestro país existen al menos tres posturas bien diferenciadas en el vinculo entre el Estado y las religiones: laicismo presindente de lo religioso, laicidad inclusiva o plural o un estado condicionado a lo religioso.
En la primera perspectiva existe una pretensión de mantener una postura de un Estado “neutro” y abstencionista, que no permite la instalación de ningún símbolo religioso y que la educación sobre las religiones quede privada al templo o al ámbito familiar. Un Estado que no coordine esfuerzos en el ámbito de las políticas públicas con grupos religiosos y que no realice exoneraciones impositivas de ningún tipo.
Estos grupos y personas también evitarán evocando a Batlle o algún otro dios local que en este pequeño pedazo del mundo se siga conservando un silencio público frente a lo religioso. No verán con agrado que se pregunte en el censo nacional sobre pertenencia religiosa y menos aún que dentro del parlamento se cite algún texto sagrado o se realicen reuniones religiosas.
Por otro lado las posturas que van en la linea de un laicismo inclusivo o plural, apuntan a una presencia equitativa y moderada de símbolos religiosos en lo público. Apuntan a que la población pueda acceder a información sobre las creencias y comportamientos religiosos del uruguayos. Inclusive que la curricula educativa pública contenga mayor información sobre las diversas religiones y que esto sea una herramienta para prevenir violencia y prejuicios, en especial hacia las minorías religiosas. En esta postura de laicidad inclusiva se encuentran la mayor parte de los académicos que estudian los fenómenos religiosos. Así como el Dialogo interreligioso Uruguayo que nuclea a buena parte de los grupos religiosos de nuestro país.
Por último encontramos una tercer postura que de a ratos parece sostenerse con fuerza en Uruguay, donde grupos y personas propugnan que la esfera religiosa este por encima de la esfera civil. Esta tendencia que aparece con más fuerza en pleno siglo XXI en nuestro país se da por diversos factores. Por un lado como reacción a la supremacía de la postura laicista que por durante muchos años censuro lo religioso en lo público. Por otro lado por una mayor apertura cultural y subjetiva a que la dimensión religiosa sea expresada y vivida abiertamente. Y por último debido al crecimiento cuantitativo de grupos religiosos con lecturas fundamentalistas de sus textos sagrados y que buscan influenciar con sus posturas religiosos todas las esferas públicas.
¿Queremos un país inclusivo y que pueda convivir en la diversidad religiosa? ¿Que lugar queremos que ocupe la dimensión religiosa de los uruguayos en lo público? ¿Como podemos pensar estos temas desde una postura de derechos humanos?
No tenemos respuestas consensuadas a estas preguntas porque han sido pocas las veces que nos hemos permitido reflexionar sobre estos hechos y conceptualizar al respecto.
La agenda político-religiosa de este año en nuestro país traerá la posibilidad de reflexionar sobre el vinculo de lo religioso con los espacios públicos, la forma de hacer política y de administrar la convivencia. Nuestra sociedad parece dar señales de que la laicidad en su versión laicista, por la vía de los hechos esta siendo bendecida para una sepultura in extremis.
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