Por Javier Pioli
—–Desde ayer los medios de prensa uruguayos olvidaron por algunos segundos un espeso debate político sobre títulos académicos y se centraron sobre otra noticia. Como despertándonos del sopor del ‘Uruguay laico y tolerante’ propugnado desde el viejo batllismo, un homicidio ocurrido en Paysandú rompió el espejo y levantó la polémica—–
Según la Real Academia del Español, la religión sería un “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad”, que implican la existencia de “normas morales” que guían la conducta individual, social y las prácticas rituales de los sujetos. Por más correcta que parezca esta definición, el énfasis parece estar puesto en la idea de un deber a cumplir.
No obstante ello, en la etimología del término ‘religión’ aparecen algunos elementos que dan mayor profundidad a la definición. Una de las teorías más aceptadas sobre el término lo vincula con el latín religare, verbo que indica la acción de ligar, reunir o atar. Agustín de Hipona (354-430 d.C.) daba a su concepto de religión esa connotación, y lo entendía como el conjunto de prácticas que ligan a los sujetos a Dios. En un sentido más extenso, podríamos decir que la religión también es un conjunto de prácticas y una forma particular de interpretar nuestro mundo que, acercando a los hombres a la experiencia de lo divino, los acerca también entre sí.
En este sentido, podemos decir que la religión, religando, genera comunidad (communitas) entre los hombres y de estos con la divinidad.
Despertar de la siesta
Hace muy pocas horas los medios de prensa uruguayos olvidaron por algunos segundos la ya pesada polémica sobre los títulos académicos del Vicepresidente de la República y se centraron sobre otra noticia. Como despertándonos del sopor del ‘Uruguay laico y tolerante’ propugnado desde el viejo batllismo, ayer 9 de marzo un homicidio ocurrido en Paysandú rompió el espejo y levantó la polémica. En torno a las 15 horas, cuando un conocido comerciante judío de Paysandú regresaba a su local este fue atacado en la vía pública y apuñalado por otro hombre, hiriendo también a su hijo que intentó protegerlo. La noticia corrió como reguero de pólvora, y a las pocas horas trascendió que el ataque había tenido como móvil aparentes “motivaciones religiosas”.
Ese mismo día, el Juez que entendía en la investigación penal procesó con prisión al indagado por la comisión de un delito de “homicidio especialmente agravado en concurrencia formal con un delito de comisión de actos de odio, desprecio o violencia hacia determinadas personas, en régimen de reiteración real con un delito de lesiones personales agravado”. En el allanamiento del domicilio del encausado se había encontrado material antisemita, y de la pericia psiquiátrica el médico interviniente determinó la existencia de un “trastorno esquizoparanoico”. Finalmente, y para hacer aún más cinematográfico este episodio, los medios de prensa escrita mencionan que a la salida del Juzgado y antes de ser conducido a Montevideo el encausado gritó “no hay más Dios que Allah, y Muhammad es el Mensajero de Allah”.
De forma simultánea, desde ayer varias organizaciones religiosas manifestaron su repudio a estos hechos y a su aparente móvil religioso. Entre ellos, el Centro Egipcio de Cultura Islámica condenó enérgicamente el crimen, aunque exhortó a no instalar en la opinión pública datos y hechos no corroborados “que señalan a una religión y convierten este caso policial en un crimen de odio”. Por su parte, varias organizaciones y autoridades israelitas reprobaron los hechos y los catalogaron como una clara expresión de antisemitismo. También, y de forma más o menos tácita, otras expresiones de repudio fueron convirtiéndose en nuevas formas de violencia y de odio que circulan bajo la superficie y alimentan los prejuicios instalados.
La “parcialidad neutra”
Un aspecto preocupante de esta noticia es cómo hasta ahora se la ha catalogado mediáticamente como un crimen de “odio religioso”. Así lo afirma el portal teledoce.com, en su interpretación del Auto de Procesamiento emitido por el Juez penal de Paysandú. De forma tácita, otros medios de prensa también han tendido a asociar este crimen como la consecuencia del odio religioso.
Ahora bien, si entendemos que la religión en forma genérica es un conjunto de creencias y prácticas que religan a los sujetos entre sí y con la divinidad, entonces decir “odio religioso” sería una contradicción implícita. Como decía mi profesora de literatura, sería un oxímoron, como decir “cocida crudeza”, “parcialidad neutra” o “mentira verdadera”. Odiar a otros por causas religiosas sería entonces una contradicción en sí misma, al menos para las confesiones religiosas más representativas del mundo actual.
Un detractor de esta idea podría decir que cada religión religa a los hombres entre sí pero que a la vez los separa de los otros y acentúa sus diferencias. Basta leer algunos libros sapienciales y proféticos del Antiguo Testamento para confirmar cómo se hablaba de Dios como un “Señor de los ejércitos” (Adonai Zebaot), que hará triunfar a su pueblo elegido “consumando el exterminio” de sus enemigos Asirios (Isaías 10:22ss). Lo que es más, en el Salmo 137 el pueblo de Judá cautivo en el exilio recordaba con nostalgia la Sión perdida, y deseaba fervientemente que llegara el día en que ellos pudieran cobrar venganza y estrellar contra las rocas las cabezas de los niños babilonios. Aunque no se lea ese texto con frecuencia, muchos habrán tarareado parte de él convertido en un oldie conocido como ‘By the rivers o Babylon’.
Ligar y leer
Es imposible negar que por causas religiosas se han cobrado vidas incontables desde los inicios de la humanidad. Pero, siendo sinceros, deberíamos reconocer que cada venganza y cada crimen de odio es contrario al propio sentido de la palabra religión. Lo aceptamos porque se ha naturalizado, y leemos la expresión “odio religioso” como algo normal e inevitable. Pero yo pienso que, para evitar que nos hundan las contradicciones, deberíamos cambiar el término ‘religión’ o dejar de asociarlo a ‘odio’. Porque religar y dispersar no entran en la misma premisa. Allí está el verdadero germen de la esquizoparanoia.
Antes de Agustín de Hipona, allá por el siglo I a.C. Cicerón decía que el origen del término religión estaba en el verbo relegere, esto es, releer, retomar una lectura abandonada, dar una segunda mirada. Quizá, para no caer en el fanatismo burdo ni en los cliché de las charlas de oficina, deberíamos releernos y dar una segunda mirada a la forma en que nos dejamos ligar a Dios y a los demás. Habrá que releer nuestras religiones, y quizá por ese camino nos sintamos más ligados unos a otros. Para que los dioses no terminen justificando ninguna forma de opresión o derramamiento. Y para que unidos, seamos libres.
J. Pioli
Discusión sumamente interesante. Estoy de acuerdo con que en aras de la unión no podemos permitir que cada uno defina como quiera un término/concepto como «religión,» pero me gustaría que Javier me aclare qué es lo que quiere decir con la siguiente frase: «Así, y de forma más o menos tácita, algunas expresiones de repudio fueron convirtiéndose en nuevas formas de violencia y de odio que circulan bajo la superficie y alimentan los prejuicios instalados.» ¿Te referís tanto a las declaraciones del Centro Islámico como a las declaraciones de las entidades israelitas? ¿Estás insinuando que también el «antisemitismo» sería una forma malentendida de odio religioso?
Gracias Andrés por tu comentario. Las «expresiones de repudio» a que me refiero son aquellas que han circulado y circulan en ámbitos más bien informales y de maneras más o menos espontáneas, en las que emergen formas varias de violencia, que se dirigen tanto hacia el mundo árabe o al Islam como al Estado israelita y al judaísmo.
Los hechos ocurridos pocos días atrás generaron formas de repudio bien diversas. Por un lado, las del Centro Islámico, las de la embajadora de Israel en Uruguay, o las de la organización B’Nai B’rith, que explicitaron su condena hacia un crimen que ya entonces parecía tener un trasfondo religioso como móvil aparente. Estas organizaciones repudiaron categóricamente el hecho, pero evitaron formular apreciaciones que hicieran de una religión el chivo expiatorio o la causa real que operó detrás del homicidio cometido. De forma análoga, hace pocas horas una marcha multitudinaria en Paysandú (alrededor de 10.000 personas) homenajeó a quien fuera víctima del ataque, instando a la paz y a la convivencia.
Lo que creo nos debería preocupar, en cambio, es el avivamiento de otras expresiones menos prudentes y más informales, que tienden a generalizaciones en base a las cuales se construye una imagen deformada del judaísmo y del Islam. Recuerdo que en la Europa del siglo XIV el azote de las pestes (no solo la peste bubónica) y la hambruna llevaba a un estado de psicosis tal que el chivo expiatorio terminaba siendo el ‘otro que es distinto’. Jacques Le Goff recordaba que en 1348 los judíos -y también los leprosos- fueron acusados de envenenar los pozos de agua, siendo convertidos en culpables de la gran peste. Contra ellos cargó entonces la población, paranoica y a la vez aterrada. Mientras tanto, las autoridades religiosas poco hicieron por contener la violencia. Ese fue quizá el siglo de los grandes pogroms, dirigidos contra las minorías religiosas y culturales que fueron convertidas en causa de un gran mal.
Hoy, muchos siglos después del Medioevo, un homicidio lamentable puede ser interpretado de maneras análogas, cayendo en generalizaciones que podrían hacer de otra minoría religiosa un nuevo chivo expiatorio. Lo importante es que no convirtamos una terrible tragedia en alimento para nuevas formas de violencia, sea contra nuestros hermanos musulmanes y judíos como también contra nosotros mismos.
Un abrazo Andrés,