Discurso del Dr. Martin Luther King Jr sobre la situación de los derechos civiles en EE.UU, el movimiento contra el apartheid y la guerra. Este fue encontrado recientemente por por Brian DeShazor, director del archivo de Pacifica Radio.
En una visita y conferencia auspiciada por el grupo británico Acción Cristiana en 1964 Martin Luther King viajó a Londres. Días después recibirá en Oslo, Noruega, el premio Nobel de la Paz, siendo el más joven en la historia de dicho premio.
REV. MARTIN LUTHER KING: Quiero hablarles principalmente de nuestra lucha en Estados Unidos y, antes de volver a mi asiento, hablar también de algunas de las luchas más grandes que hay en el mundo y de algunas de las luchas más difíciles que tienen lugar en lugares como Sudáfrica. Pero hay una pregunta urgente y conmovedora en los labios de la gente de nuestro país y de todo el mundo. La escucho casi donde quiera que vaya y en casi todas las ruedas de prensa. La pregunta es si estamos logrando realmente avanzar en la lucha para que haya una verdadera justicia racial en Estados Unidos. Y cada vez que trato de responder a esa pregunta, trato de evitar, por un lado, responder con un pesimismo exagerado; y por el otro, responder con un optimismo superficial. Y trato de incorporar o desarrollar lo que yo considero una posición realista, reconociendo que en los últimos años hemos logrado muchos avances significativos en la lucha por la justicia racial, pero también admitiendo que todavía nos quedan muchas cosas por hacer y muchos retos que asumir para poder resolver el problema. Y quisiera que, esta noche, esa posición realista sea la base para nuestro pensamiento conjunto, en el abordaje de este problema en Estados Unidos.
Hemos recorrido un camino muy largo, pero nos queda aún un camino muy largo por recorrer para poder resolver el problema. Seamos conscientes, en primer lugar, del largo camino recorrido. Y me gustaría decir al respecto que el Negro, en sí mismo, ha recorrido un camino muy largo en la reconsideración de su propio valor intrínseco. Ahora bien, para poder ilustrar esto es necesario hacer un poco de historia. Los primeros esclavos negros desembarcaron en las costas de América en el año 1619. Los llevaron hasta allí desde el suelo africano. A diferencia de los padres peregrinos que desembarcaron en Plymouth un año después, ellos fueron llevados contra su voluntad. Y durante la esclavitud, el Negro fue tratado de manera muy inhumana. Era una cosa para utilizar y no una persona a ser respetada. Hay un veredicto de la Corte Suprema de Estados Unidos del año 1857, conocido como el fallo Dred Scott, que ilustra bien esta idea y la situación que existía en ese momento. Este fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos decía, en esencia, que el Negro no es considerado ciudadano de Estados Unidos, sino simplemente propiedad de su dueño y, como tal, está sujeto a su mandato. Y luego decía que el Negro no tiene ningún derecho
que el hombre blanco esté obligado a respetar. Esta es la idea que prevaleció durante los días de la esclavitud. Cuando la esclavitud creció, se volvió necesario encontrar algún tipo de justificación. O sea, parece ser una verdad de la vida que los seres humanos terminan buscando siempre un argumento racional, aunque sea pobre, para sostener sus malas acciones, revistiendo un mal evidente con las hermosas vestiduras de la justicia. Y eso es exactamente lo que sucedió en el tiempo de la esclavitud. Hubo quien incluso hizo un mal uso de la Biblia y la religión buscando justificar la esclavitud y cristalizar los modelos dominantes. Entonces se argumentó, desde algunos púlpitos, que el Negro era inferior por naturaleza, por la maldición de Noé sobre los hijos de Cam. Y la máxima del apóstol Pablo se convirtió en consigna: «Siervos, sed obedientes a vuestro señor».
Y supongo que algún hermano habrá leído la lógica del gran filósofo Aristóteles. Bueno, Aristóteles tuvo mucho peso en la creación de lo que hoy en filosofía se conoce como la lógica formal. Y en la lógica formal hay una gran palabra, conocida como silogismo, que es algo que contiene una premisa mayor, una premisa menor y una conclusión. Así que este hermano decidió argumentar a favor de la inferioridad del Negro usando la estructura del silogismo aristotélico. Decía que todos los hombres están hechos a imagen de Dios; esta era la premisa mayor. Luego venía la premisa menor: Dios, como todo el mundo sabe, no es negro. Por lo tanto, el Negro no es un hombre. Ese fue el tipo de razonamiento que prevaleció. Al vivir en situación de esclavitud y luego, más adelante, de segregación, mucha gente negra perdió la fe en sí misma. Mucha gente llegó a sentir que tal vez era menos que humana. Mucha gente llegó a sentirse inferior. Esto, me parece, es la mayor tragedia que tiene la esclavitud, la mayor tragedia que tiene la segregación, no es sólo su efecto físico sobre las personas, sino su efecto psicológico. Marca el alma tanto del segregado, como la del segregador. Otorga al segregador un falso sentimiento de superioridad, dejando al segregado con un falso sentimiento de inferioridad. Esto fue exactamente lo que sucedió. Y luego, algo pasó con el Negro. Las circunstancias hicieron posible y necesario que viajara más; la llegada del automóvil, la agitación creada por las dos guerras mundiales, la Gran Depresión. Entonces, su vida en las plantaciones rurales poco a poco dio paso a una vida industrial urbana. Su actividad económica fue aumentando gradualmente con el desarrollo de la industria, el crecimiento de los sindicatos y el mayor acceso a la educación. E incluso su actividad cultural fue aumentando paulatinamente, con la disminución sostenida del analfabetismo devastador. Todas estas fuerzas se conjugaron para hacer que el Negro de Estados Unidos se mirara a sí mismo con nuevos ojos.
Por todas partes, masivamente, la gente negra comenzó a revalorizarse a sí misma. Y al mismo tiempo, sucedió algo más: el Negro de Estados Unidos puso sus ojos y su mente en África, y se dio cuenta del magnífico drama que significaba la independencia en el marco de la historia africana.
Y observar los acontecimientos y darse cuenta de lo que estaba sucediendo, ver lo que estaban haciendo sus hermanos y hermanas negras de África, le dio un nuevo sentimiento de dignidad en Estados Unidos y un nuevo sentimiento de autoestima. El Negro pudo sentir que era alguien. Su religión le hizo saber que Dios ama a todos sus hijos y que todos los hombres están hechos a su imagen. Y que lo esencial en un hombre no es su particularidad, sino sus cimientos, no la textura de su cabello o el color de su piel, sino su eterna dignidad y valía. Y así el Negro de Estados Unidos pudo gritar sin pensarlo las palabras del elocuente poeta: «La expresión de la naturaleza no puede excluir el cabello motudo y la complexión negra. El color de piel puede variar pero el afecto mora en negros y blancos por igual», y: «Si yo pudiese alcanzar de polo a polo o abarcar el océano con mis brazos, pediría que se me midiese por mi alma; la mente es la medida del hombre». Y con este nuevo sentimiento de dignidad y este nuevo sentimiento de autoestima, nació un nuevo Negro, con una nueva determinación de sufrir, luchar, sacrificarse e incluso morir si era necesario, para poder ser libre. Y esto muestra el larguísimo camino que hemos recorrido desde 1619. Pero si hemos de atenernos a los hechos, es importante decir que no sólo el Negro ha podido reconsiderar su propio valor intrínseco, sino que toda la nación ha recorrido un largo camino
en la ampliación de los derechos civiles.
Quisiera mencionar algunas de las cosas que han sucedido en nuestro país con respecto a esto. Hace cincuenta años, e incluso hace 25, no pasaba un año sin que grandes cantidades de negros fueran brutalmente linchados por alguna turba violenta. Afortunadamente, los linchamientos han cesado casi completamente en la actualidad. Si volviéramos al principio del siglo, veríamos que en el Sur de Estados Unidos había muy pocos negros registrados para votar. En 1948, ese número había crecido a cerca de 750.000; en 1960, ya eran 1.200.000. Y para las elecciones presidenciales que tuvieron lugar hace unas semanas, ese número había llegado a más de dos millones. Llegamos a las elecciones con más de dos millones de negros registrados para votar en el Sur. Esto significa que el movimiento de derechos civiles, trabajando duramente, logró que más de 800.000 negros se registraran como votantes en los últimos tres años. Esto muestra todo lo que hemos avanzado.
Después, sobre la cuestión de la justicia económica, vemos que aún queda mucho por hacer, pero al menos podemos decir que sí se han logrado algunos avances. El salario promedio del empleado negro actual en Estados Unidos es 10 veces más alto que hace 12 años. Y el ingreso nacional de la población negra está ahora sobrepasando los 28 mil millones de dólares por año, lo que en total supera todas las exportaciones de Estados Unidos y es más que el presupuesto nacional de Canadá. Esto muestra que algo hemos progresado en este aspecto. Pero sobre todas las cosas, hemos notado —y seguro habrán leído mucho sobre esto aquí y en todo el mundo— una disminución paulatina, e incluso la desaparición, del sistema de segregación racial. Ahora bien, la historia oficial de la segregación racial comenzó en 1896. Mucha gente cree que la segregación racial existía en Estados Unidos hace mucho, mucho tiempo. Pero lo cierto es que era un fenómeno relativamente reciente en nuestro país, que lleva poco más de 60 años. Y se inició, a nivel jurídico, con una decisión conocida como el dictamen del caso Plessy contra Ferguson, que básicamente decía que podía haber instalaciones separadas pero iguales, estableciendo la doctrina «separados pero iguales» como ley en nuestro territorio. Todos sabemos cuáles fueron los resultados de la antigua doctrina Plessy: hubo siempre una estricta aplicación de la parte de «separados», sin la menor intención de cumplir con la parte de «iguales». Y se terminó de sumergir al Negro en el abismo de la explotación, donde experimentó la desolación agobiante de la injusticia. Y entonces, sucedió algo maravilloso. En 1954, la Corte Suprema de la Nación revisó la entidad jurídica de la segregación, declarándola constitucionalmente muerta el 17 de mayo de ese año. En esencia, dijo que la vieja doctrina Plessy debía ser eliminada, que las instalaciones separadas conllevan una desigualdad inherente y que segregar al niño en base a su raza es negar a ese niño igual protección ante la ley. Así que hemos visto muchos cambios a partir de esa trascendental decisión en 1954, que fue como una gran luz de esperanza para las millones de personas desheredadas de nuestro país. Entonces, sucedió otra cosa que alegró nuestros corazones. Es algo que sucedió este año. El año pasado, tras la lucha llevada a cabo en Birmingham, Alabama, el difunto presidente Kennedy se dio cuenta de que había una cuestión fundamental con la que nuestro país tenía que lidiar. Con un sentimiento de preocupación y con un sentimiento de urgencia, abordó el tema en un gran discurso, unos días antes… el mismo día, en realidad, en que se comenzaba a implementar la integración en la Universidad de Alabama. Y el gobernador Wallace se interpuso en la puerta, tratando de impedir esa integración. Kennedy tuvo que federalizar la Guardia Nacional ese día. De pie ante la nación, dijo con elocuencia que el problema que enfrentamos en el ámbito de los derechos civiles no es solo político, ni es solo económico, sino que es, en el fondo, una cuestión moral. Algo tan antiguo como las Escrituras y tan moderno como la Constitución. La pregunta que hay que responder es si vamos a tratar a nuestros hermanos negros del modo en que nos gustaría que nos traten a nosotros. Y luego de ese gran discurso, enseguida encomendó al Congreso de la nación el proyecto de ley más completo sobre derechos civiles que haya sido presentado por un presidente de nuestro gran país.
Desafortunadamente, tras muchos meses de batalla, por un tiempo nos cansamos un poco de, bueno, que hay algunos hombres en nuestro país a quienes les gusta hablar mucho. Tal vez ustedes hayan leído algo sobre las tácticas dilatorias y saben que se empantanan en la parálisis del análisis, que hablan y hablan sin parar. Y querían debatir ese proyecto de ley hasta hacerlo morir. Pero el presidente Lyndon Johnson se puso a trabajar en el tema. Empezó a llamar a congresistas y senadores, se reunió día tras día con personas influyentes del país y dejó claro que esa ley tenía que aprobarse, no solo en homenaje al fallecido Presidente Kennedy, sino también como un homenaje a la grandeza del país y una expresión de su dedicación a hacer real el sueño americano.
Y el verano pasado llegó el gran día en que esa ley nació y fue firmada por el Sr. Johnson el día 2 de julio, convirtiéndose en ley en todo nuestro territorio. Así que ahora en Estados Unidos tenemos una ley de derechos civiles. Y me alegra informarles que, en líneas generales, esa ley se está aplicando en comunidades de todo el Sur. Hemos visto niveles sorprendentes de acatamiento, incluso en comunidades del estado de Mississippi. Y con lo que cuesta encontrar algo bien hecho en Mississippi, vemos que las cosas están mejorando.
Continuara…
Ese fue el discurso del Dr. Martin Luther King Jr. en la Iglesia del Temple de Londres, el 7 de diciembre de 1964. Tres días más tarde, recibiría el Premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega. El discurso fue grabado por Saúl Bernstein, que trabajaba como corresponsal europeo de Pacifica Radio
Agradecemos al archivo de http://pacificaradioarchives.org/ y la traduccion de Democracy Now. www.democracynow.org
http://www.democracynow.org/2016/1/18/newly_discovered_1964_mlk_speech_on
Deja tu comentario