Cuando las Fuerzas Conjuntas vinieron a casa para detenerme -una tarde de Mayo de 1972 en Montevideo-, yo estaba ausente en Buenos Aires, enviado en comisión por el Seminario Evangélico Menonita uruguayo a la Facultad de Teología de Buenos Aires. Entonces se llevaron a Katia como rehén para obligarme a presentarme. Informado por teléfono por amigos del Seminario, yo viajé de apuro al día siguiente a Montevideo y me presenté, reclamando en cambio la liberación de Katia. En lugar de hacerlo los militares nos encerraron a los dos, lo que duró alrededor de 16 meses. La misma noche de la detención de Katia -y con nuestros hijos como espectadores- un oficial y varios soldados efectuaron una requisa o allanamiento a fondo de la casa. El teniente que dirigía la acción -según el relato de nuestros hijos- revisó minuciosamente los bolsillos de mis sacos y pantalones en placares y roperos. En un momento dado la búsqueda produjo frutos y encontró en uno de mis bolsillos una hojita doblada con una lista de nombres escritos con mi letra. Entusiasmados por el hallazgo -que ya veían ser una lista de peligrosos miembros de una columna militar de la «orga», con varios de los soldados acudió presuroso a Elba que era la más grande de los tres hijos y por lo tanto lógicamente la mejor informada. Le presentó en la cara el papelito preguntándole con prepotencia: «Vamos, che, decínos enseguida quiénes son todos estos, ¡y ligero porque no tenemos tiempo que perder!»

Elba tomó el papel y leyó los nombres en voz alta:

Gabriel García Márquez, -Cien Años de Soledad-, Macondo: Ursula, Aureliano Buen Día, Mauricio Babilonia,  Remedios, Dolores…,». ¡Ah!, Dijo Elba, esto es una notita que mi padre usó hace un par de días para dar una conferencia en la Asociación Cristiana de Jóvenes, lo pueden comprobar porque él enseña en el Instituto Técnico), aquí en Montevideo en la calle Colonia. Fue una conferencia para profesores de secundaria sobre Gabriel García Márquez;  los otros nombres son los personajes de su novela Cien Años de Soledad que es famosa. Los personajes y…»

» ¡Vamos, vamos!  -interrumpió autoritario el teniente, perdiendo la paciencia y gritándole en la cara-, ¡no me vengas con cuentos chinos!, andá al grano y decíme quiénes son estos, de verdad y rápido!»

Entonces y muy oportunamente, intervino un soldadito joven, casi un chiquilín que dijo con cierta timidez: «¡Ah, mi teniente, me parece que ella le está diciendo la verdad. Mire los nombres de la lista: ¿No ha oído la nueva cumbia?»- y se puso a cantar balanceándose al ritmo: «Ursula cien años, Soledad Macondo, Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia, Mariposas Amarillas que vuelan…»   «Bueno, bueno, cayáte la boca!»  -interrumpió el teniente- «que no estoy para cumbias ni mariposas!» -y cambió de conversación para camuflar la errada y no quedar tan mal parado ante el auditorio.  Elba, Ana y Pablo respiraron aliviados y miraron con gratitud al joven recluta satisfecho de su buena acción pero sobre todo de su erudición musiquera.

Dr. Miguel Brun