bandera-homosexual-con-una-cruzEn el mes de la diversidad sexual, como miembros de la Iglesia de Jesucristo, nos sentimos en el deber de expresar nuestra posición en relación a la homosexualidad, para contribuir a la reflexión social y eclesial y poner fin a juicios y condenas de iglesias fundamentalistas.

La homosexualidad, al igual que la heterosexualidad, no es una enfermedad, ni una perversión. Es una orientación sexual natural, entre otras. Hablar de enfermedad, perversión, pecado o aberración es ser ignorante aunque quien lo afirma, sea doctor en Teología.

Eclesiología inclusiva

Desarrollar experiencias de fe inclusivas en el escenario uruguayo y latinoamericano, con una fuerte influencia de la iglesia Católica Romana y de las iglesias Evangélicas Pentecostales, es un permanente desafío de revisión y de conversión, naturalizando lo que se consideraba una aberración, que atentaba contra la naturaleza y contra Dios.

Las personas gltb, al igual que las heterosexuales están llamadas por Dios a vivir en plenitud su vocación humana y cristiana. La orientación sexual de una persona no es un impedimento para llevar adelante los principios y valores evangélicos, viva en soltería o en pareja, pues la complementariedad afectiva y sexual es parte de su naturaleza, como lo es en las personas heterosexuales.

Desde nuestra experiencia de fe, plasmada en la vida eclesial, entendemos que las personas gltb, al igual que las personas heterosexuales puede se diácono – diácona, presbítero – presbítera, obispo – obispa, pastor – pastora, puesto que cuando Dios llama no tiene en cuenta la orientación sexual sino el amor entrañable y misericordioso que siente hacia esa persona; igualmente, entendemos que las personas gltb, al igual que las personas heterosexuales, si sienten el llamado de Dios, pueden llevar adelante una vida consagrada o célibe; finalmente, entendemos que tanto las personas gltb, al igual que las personas heterosexuales pueden ser madres o padres, biológicos o adoptivos, si sienten el llamado a ese rol, tanto en la familia como en la sociedad.

Ciertamente, tenemos muy claro que, tomando como guía el Evangelio de Jesucristo, no podemos condenar ni la homosexualidad ni la heterosexualidad; la orientación sexual fue irrelevante a la hora del llamado al discipulado (Mc 16-20 y sus paralelos en Mateo y Lucas).

En conclusión:

La Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, miembro de la Comunión Anglicana Libre entiende:

  • que Dios creó a la humanidad a su imagen y semejanza, a las personas gltb y a las heterosexuales (Gn 1,26-27) y se gozó en su creación (Gn 1,31);
  • que Jesucristo invita a participar de la fiesta de la vida y de la mesa (Mt 8,11) a todas las personas, tanto a las gltb como a las heterosexuales, y que sintiendo compasión especialmente por las personas gltb, por tantos siglos de abandono por parte de las Iglesias que debían cuidarles (Mc 6,34), invitándolas al seguimiento sin más exigencia que la necesidad de Dios = sed (Jn 7,37), ni la orientación sexual, ni sus prácticas homoeróticas;
  • que el Espíritu Santo descendió sobre todas las personas sin hacer diferencia (Hch 10,34).

Entonces ¿Quiénes somos nosotros para jugar, condenar, rechazar? (Hch 10,47).

Nuestra sociedad necesita iglesias inclusivas, de puertas abiertas y mesas tendidas, que sean capaces de acoger a todas las personas. Como una de esas iglesias, sentimos el llamado a servir a todas y todos siguiendo el ejemplo del Maestro (Mt 20,28) e invitar especialmente a quienes han sido rechazadas y rechazados durante siglos, de la experiencia eclesial a compartir la fe y la vida en común: “vengan y lo verán” (Jn 1,38-39).

Montevideo, 19 de setiembre de 2006

En el mes de la Diversidad Sexual.

Julio Vallarino, obispo de la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana.