Por Tony Brun

Jesús y yo salvadas las distancias, somos dos habitantes del exilio…él veterano yo inexperto
llegamos emigrantes al futuro, descalzos y sin norte y sorprendidos
yo / oscuro y fracturado / sin mi tierra, él / pobre desde siempre / sin su cielo

(Mario Benedetti – “Sin tierra sin cielo”)

Introducción
Esta reflexión tiene como trasfondo los dos siguientes pensamientos:

1. A medida que las ciencias avanzan con nuevos descubrimientos en el cosmos, su sensación de infinitud, su expansión acelerada, su maravillosa energía y composición material y muchos misterios aun ocultos, la conciencia de nuestra historia terrena y humana, se empequeñece. Ante los millones y millones de años de historia cósmica, ¿qué importancia tendría la historia de Jesús de Nazaret? Aun cuando estuviera enmarcada en la historia de la humanidad, ésta – en comparación con the big history del universo hasta ahora conocido – continúa siendo breve, muy breve, casi inexistente.

2. Jesús de Nazaret fue hijo de su tiempo y de sus humanas circunstancias interiores y exteriores. Su historia personal se enmarca en la pequeña historia de su cultura y su pueblo. La importancia de su historia para la actualidad – si la tuviera – se deriva de su condición de ser humano. Pero también, observo que a medida que pasan los años y las generaciones, su historia se restringe más y más a una parcela cada vez más limitada de la humanidad. En todo caso, su legado se diluye – como una gota de agua que cae en el lago – junto con el legado de otros y otras antes y después del propio Jesús. No fue ni único, ni exclusivo ni absoluto. Así pues, tampoco su legado es único, exclusivo o absoluto. Entonces, ¿cuál sería ese legado mínimo que aún nos queda?

I. “El cuento es muy sencillo…”
La literatura sobre Jesús de Nazaret es abundantísima. La hay para todos los gustos, desde rigurosas, académicas y enciclopédicas hasta superficiales y disparatadas. Enmarcados en lo religioso o en lo secular, los libros sobre Jesús parecen que siempre tienen lectores.
Tanto se ha escrito y dicho, que yo no puedo ni podré nunca escribir y decir algo diferente sobre Jesús. Tanto se ha pensado y declarado en sendos volúmenes y en conciliares declaraciones, que estas breves reflexiones no llegan ni siquiera a una nota al pie de página. Por mis limitados conocimientos y hasta por escaso interés, intento lo más que puedo dejar de lado las complejidades bíblicas, teológicas, conciliares y estudios sobre el Jesús histórico. Para el no creyente de hoy, muchísimos textos son opacos y extraños, – ¡ni que hablar de los dogmas! – y para el creyente honesto, quizás también.
Propongo entonces ir al encuentro de lo sencillo, si tal cosa es todavía posible. Lo hago con la esperanza de contribuir a la inspiración y acción del ser humano sencillo de hoy. En palabras de Santiago Villamayor: “Jesús puede ser reinterpretado por tanto de un modo natural…”1
En enero de este año apareció en español el libro de Roger Lenaers: “Jesús ¿una persona como nosotros?”. Así, con signos de interrogación, preguntándose y preguntándonos. La lectura de este libro me provocó respuestas ambivalentes. Por momentos podemos decir “sí, era una persona como nosotros”. ¡Qué bien, es una alegría sabernos en tan buena compañía! Y en otros momentos de la lectura y en el resultado general al final de esta, acabamos respondiendo “no, no era una persona como nosotros”. ¡Qué mal, es una desilusión sabernos exiliados y lejanos de tan buena compañía!

Crecí en un hogar humilde donde aún las ordinarias referencias verbales sea a Dios o a Jesús, no existían. Nada sobre idas a catequesis, misas, etc. Sobre estos asuntos solo tengo el recuerdo casi inaudible de la voz de mi padre: “¿Jesús? Una buena persona, como cualquier otro”. Esto es lo quiero retomar en estas reflexiones subjetivas.
A diferencia del título en el libro de Lenaers que pregunta (Jesús, ¿una persona como nosotros?) atino – lisa y llanamente – a quitarle los signos interrogativos: “Jesús, una persona como nosotros”. ¿Qué significa esto?
En principio y siguiendo la taxonomía del ser humano , Jesús perteneció al reino animal, de la clase de los mamíferos, del reino de los primates, de la familia de los homínidos, del género homo y de la especie de los sapiens. En pocas palabras, Jesús fue – como cualquiera de nosotros y nosotras – un homo sapiens.2

En esencia, Jesús era una persona como nosotros.
Por otra parte, y también esencialmente, hay distancias que no se pueden sencillamente relativizar. Por ejemplo, Jesús fue un hombre y no una mujer. Quizás por esto la mitad de la humanidad hoy no pueda – en rigor – afirmar “Jesús fue una persona como nosotras”.3 En modo semejante opinarían muchas minorías sexuales que también componen la humanidad actual. Se podría argumentar que lo relevante y decisivo de la persona de Jesús no fue su condición de varón, sino su praxis solidaria y de liberación de excluidos y excluidas, o también que su dimensión liberadora no radica en su masculinidad. Pero todo esto ya sería interpretación y comentario.
Entonces, decimos “Jesús igual a nosotros”, por cuanto fue un ser humano desde su nacimiento hasta su muerte, y por esto fue inacabado, imperfecto, sin nada de extraordinario, sobrenatural o divino. Cuando nos preguntamos “Jesús ¿una persona como nosotros?” Respondemos, sí, pues era un ser humano. ¿Seguiremos respondiendo lo mismo ante los inminentes pasos evolutivos hacia la transhumanidad? No lo sé.

II. “Usted nace en su tiempo, contempla atribulado, el rojo azul del cielo, el pájaro que emigra y el temerario insecto…”
Si volvemos a la pregunta “Jesús ¿una persona como nosotros?” Habiendo dicho antes que “sí”, ahora también cabe responder que “no”.
Sabemos – aun por fuentes extrabíblicas – que Jesús vivió al interior de una cultura: la judía en la Palestina de hace 2,000 años. En aquella cultura se forjó su identidad, sus valores, sus costumbres y creencias. En esas matrices culturales se expresó y relacionó. Como muchos otros – antes y después – pudo cuestionar o abandonar algunos de aquellos valores, costumbres y creencias. Y también, como muchos otros siguió valores, costumbres y creencias, así como también fue incapaz y limitado para superar otros.
Por ejemplo: si dice que fue más allá de su cultura convencional judía al referirse a su Dios como “Abba” (= mi Padre, vuestro Padre, Papacito). Y a la misma vez, toda su creencia y práctica se expresó en el paradigma religioso de un theos antropomórfico (en el cielo, masculino, personal, rey, etc.). ¡Pues claro, no podía ser de otro modo! Esa era su época premoderna y teísta, su cultura, su religión, su espiritualidad. Ese era su tiempo. Más evidente que Hijo de Dios, es reconocer que Jesús era hijo de su tiempo. Tiempo este muy diferente al nuestro. Buscar palabras o acciones de Jesús para empalmarlas en el paradigma moderno pos-teísta o no-teísta es un equívoco, un desface histórico. Es científicamente más correcto – y humanamente más honesto – reconocer sus limitaciones humanas y sus contingencias epocales.
Jesús nació, vivió y murió en una época, en un espacio y tiempo cultural muy distinto que el nuestro hoy, inclusive distinto del Israel y la Palestina actual. Esta “distancia” tampoco se puede sencillamente relativizar.

Ciertamente muchos problemas y dilemas humanos del siglo XXI exigen ir más allá de las palabras o la práctica de Jesús. Con el desarrollo acelerado de la evolución cósmica y de la humanidad, ¿no cambia – y quizás disminuye – también aceleradamente la relevancia del legado de Jesús? Desde la desmitologización de Rudolf Bultmann hasta la deconstrucción – aunque todavía parcial – de Roger Lenaers, no son pocos quienes se preguntan inquietos “¿qué nos queda de Jesús?”. Obviamente ya no los dogmas cristológicos conciliares, las elucubraciones de la escolástica, etc.
Quizás, todavía nos queda inspirarnos en su praxis. Quizás, nos queda adaptar sus opciones éticas a los desafíos de nuestro tiempo y lugar. El recuerdo de Jesús – como el de otros y otras en distintos tiempos y lugares – podrá seguir inspirando éticamente por algún tiempo más a una cierta porción de la humanidad. Pero tal vez una porción cada vez menor de la humanidad y no por mucho tiempo más. ¿Realmente les interesa a las nuevas generaciones de hoy el legado de Jesús? ¿Tendrá memoria de Jesús la generación del año 2100?

III. Usted sufre de veras, reclama por comida… Usted se transfigura, ama casi hasta el colmo, logra sentirse eterno de tanto y tanto asombro, pero las esperanzas no llegan al otoño, y el corazón profeta, se convierte en escombros…

La dimensión ética es – aunque frágil – un lugar de convergencias. El pasado reciente tiene memoria de esto. Por ejemplo: entre cristianismo, marxismo y socialismo; aproximaciones y cooperaciones interreligiosas; ciencia y religión; etc.
El enfoque ético ha ayudado a superar barreras y crear alianzas. Baste aquí solo un ejemplo. El 6 de abril de 1926, Mahatma Gandhi escribió una carta respondiendo al pedido de un cristiano estadounidense que acaba de publicar un libro sobre el cristianismo. Dicha carta es la única misiva de Gandhi al respecto de Jesús, y dice: “Querido amigo… Temo que para mí no sea posible adherir al credo que me has enviado. El subscrito debería compartir la creencia que la más alta manifestación de la realidad visible haya sido Jesucristo. A pesar de todos mis esfuerzos, no logro captar la verdad de tal declaración. No puedo ir más allá de la convicción de que Jesús fue uno de los más grandes maestros de la humanidad… Considero que la diferencia entre las religiones existirá hasta cuando no existirán mentalidades diferentes. Pero ¿a quién le importa si todas estas cosas están ligadas al hilo común del amor y de la estimación recíproca?”.4
“No puedo ir más allá de la convicción de que Jesús fue uno de los más grandes maestros de la humanidad”, dijo Gandhi. ¿No es esta una opinión común entre la humanidad actual? La creciente increencia actual, ¿no encierra también el dato de un mayor interés en la ética del Jesús de la historia y cada vez menos interés en el Cristo de la fe? Evidentemente no es necesario tornarse cristiano para sintonizar éticamente con la causa de Jesús.
Estamos en “un callejón sin salida” con respecto a la veracidad histórica de los dichos y hechos de Jesús en los evangelios. Sin embargo, estos escritos, aunque cargados de lenguaje mítico e imaginería pospascual, al menos pueden esbozar un perfil simbólico de las actitudes y comportamientos básicos de Jesús. Hay múltiples “retratos” o perfiles de las actitudes de Jesús ante el mundo de su tiempo. Esto dependerá del contexto en el que lo sitúe cada autor, de su método, las fuentes, etc.5
Esbozamos a continuación un núcleo mínimo de ese perfil simbólico de Jesús que podría indicar su legado para la sociedad actual.

1. Usted sufre de veras, reclama por comida…decía Mario Benedetti.
“Yo he venido para que vivan y estén llenos de vida”. El evangelio de Juan atribuye a Jesús estas palabras. A pesar de su buen deseo, el mundo de nuestros días está muy lejos de esto.
El desafío del hambre y la miseria inmisericorde sigue siendo una herida abierta y supurando en nuestro mundo. Nunca fue tan desigual el reparto de los panes y los peces. En total, 821 millones de personas sufrían hambre de forma crónica en 2018.6 La mayoría son niños y niñas. Muere un niño cada 5 segundos por hambre. 8,500 al día, más de 3 millones al año. Todo indica que esta pandemia ya aumentó notoriamente esta cifra. En abril del 2020 se estimaba que, a fines de ese año, 265 millones morirían de hambre, según el Programa Mundial de Alimentación. Pero hambre no es solo comida o pobreza. El hambre y la pobreza están indisolublemente ligados a un nexo de cuestiones que incluyen: la desigualdad económica, la salud, la educación, la guerra, la justicia social, la violencia contra las mujeres y las niñas y el cambio climático y la destrucción ambiental, por citar los más evidentes.

2. Ama casi hasta el colmo…
“Colmo” (lat. cumŭlus) significa aquello que sobresale de los límites del recipiente que lo contiene, aquello que sobrepasa y es completado. En un sentido coloquial la palabra indica lo que razonablemente no podría superarse.
El amor solidario, expresado en la misericordia hacia los pobres y excluidos y en la opción por la justicia partiendo preferencialmente desde los oprimidos, parece ser la característica sobresaliente del legado ético de Jesús.
Este rasgo de entrega y altruismo de Jesús ha sido evocado tanto por creyentes como por ateos, constituyéndose entonces en un símbolo para toda la humanidad. Para Santiago Villamayor es “como una emergencia del amor enteramente desinteresado”.7 Gerardo González ha planteado la pregunta ¿se trata de amor desinteresado o contiene aun el interés de la reciprocidad? En todo caso, concordamos que se trata de “una” [emergencia] en su tiempo y espacio. “Una” entre otras, que son igualmente singulares, válidas y simbólicas. Podemos entonces también encontrar semejantes características éticas en otros tiempos y otros lugares (Francisco de Asis, Gandhi, Chico Méndez, Madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, y más).

3. Logra sentirse eterno de tanto y tanto asombro…
Otro aspecto destacado de Jesús fue su bienvenida y apertura liberadora hacia las mujeres. Siendo biológicamente hombre y por eso teniendo una condición social privilegiada según era el orden de su época, al menos mostró – no sin ambigüedades según los relatos evangélicos – una aproximación singular y no discriminatoria hacia las mujeres. Esta actitud no discriminatoria en el relacionamiento social con las mujeres, ¿podría haberse afianzado también por causa de su deseo y amor sexuado – lo cual no se reduce a la genitalidad – por una mujer como Miriam de Magdala, su preferida, su compañera (gr. koinonos)?8 No lo sabemos. ¿Acaso Jesús carecía de las pulsiones y energías esenciales que caracterizan a los seres humanos? Probablemente no. ¿Pudo ser una persona igual a nosotros hoy si Jesús carecía de tales sentimientos y tal libido? No.
Pero nada nos permite afirmar que Jesús haya ejercido a plenitud y conciencia su sexualidad con Miriam de Magdala o con cualquier otra mujer, e igualmente tampoco nada nos permite afirmar lo contrario. En cualquier caso, en su defensa de las víctimas del sistema opresivo de su tiempo, destacan las mujeres, las viudas, las marginadas. Allí donde los hombres del patriarcado judío veían una prostituta, Jesús veía una mujer.

IV. Pero las esperanzas no llegan al otoño y el corazón profeta se convierte en escombros…Usted por fin aprende y usa lo aprendido…Quizá se ha vuelto sabio, irremediablemente…

Vivimos también inmersos en una civilización casi globalizada, agitada y aceleradamente cambiante; ávida de paz y de sentido, pero invadida de temores y angustias. A las guerras en el planeta, los últimos 250 años de la era moderna agregaron también la guerra contra el planeta y este parece estar sucumbiendo. “Un cielo tan turbio pide una tormenta” presagiaba Shakespeare.
El mundo moderno de hoy es muy diferente al mundo premoderno de Jesús. Claro está, Jesús no fue un ecologista. En rigor, ¡¿cómo podría serlo?! No hay un legado ecológico en Jesús. La razón pues nos exige transcender el relato de Jesús, superar su fe teísta y pasarnos ética y críticamente humildes a las ciencias de la vida.9
Hay que actuar consciente y coherentemente con las ciencias y abrirnos a sus relatos sobre eso que misma tradición cristiana antigua llamaba “el primer libro”, la escritura más original y originaria: la vida. En pleno siglo XXI nuestra inteligencia exige este paso. Y al parecer – según el evangelio de Tomás – el mismo Jesús habría dicho: “Sed pasantes”.10 La evolución prosigue su despliegue “caordico” (= caos y orden), todo está cambiando, todo pasa. En este mundo (¿cosmos?) nada permanece. Esta sensación de impermanencia nos habita inexorablemente. El espejo nos lo recuerda, y las estaciones del tiempo y nuestros hijos también.
¿Jesús habrá sido consciente de esta impermanencia de la realidad? Según fuentes históricas lo mataron – y según medición actual – era todavía medianamente joven. Mientras que Siddhartha Guatama, llamado el Buda, vivió muchos años. Ya en la vejez y enfermo murió según las tradiciones hacia los 80 años. ¿Buda habrá sido consciente de esta impermanencia de la realidad? ¿Habrá sido Buda también una persona como nosotros?

“Hay cinco cosas que no puede hacer ningún dios, ni ningún monje, ni el tentador, ni ningún ser en el mundo. ¿Y cuales son estas cinco cosas?
Que lo que está sujeto a envejecimiento, no envejezca;
Que lo que esta sujeto a enfermedad, no enferme;
Que lo que está sujeto a la muerte, no muera;
Que lo que está sujeto al decaimiento, no decaiga;
Que lo que está sujeto a pasar, no pase”.11

V. …y cuando nada falta, entonces usted muere.
¿Cómo vamos a vivir ahora que sabemos? El legado de Jesús – aunque singular y quizás ya muy lejano – invita a derramarnos y gastarnos a nosotros mismos sobre la vida, y con la fuerza del amor. Entender los misteriosos “por qués” de la vida, no puede ser obstáculo al compromiso amoroso y libertario para con los inocentes malheridos a la orilla del camino, y las mujeres violentadas, y el planeta moribundo.
Mientras tanto, usted y yo, nos vemos aquejados por una peste. Y pese a la diferencia de perspectiva, vale la pena citar la frase de un personaje de Albert Camus, en su famosa obra “La Peste” que no teniendo respuestas claras sobre los “porqués” de la vida y el problema del mal, afirma con sensibilidad: “He decidido colocarme del lado de las víctimas, en toda ocasión, para limitar los daños”.12

Mientras tanto, mientras “todavía hay un respiro en el aún” miremos al cielo de la Tierra:
Mientras pasa la estrella fugaz

acopio este deseo instantáneo

montones de deseos hondos y prioritarios

por ejemplo que el dolor no me apague la rabia

que la alegría no desarme mi amor

que los asesinos del pueblo se traguen

sus molares caninos e incisivos

y se muerdan juiciosamente el hígado

que los barrotes de las celdas

se vuelvan de azúcar o se curven de piedad

y mis hermanos puedan hacer de nuevo

el amor y la revolución

que cuando enfrentemos el implacable espejo

no maldigamos ni nos maldigamos

que los justos avancen

aunque estén imperfectos y heridos

que avancen porfiados como castores

solidarios como abejas

aguerridos como jaguares

y empuñen todos sus noes

para instalar la gran afirmación

que la muerte pierda su asquerosa puntualidad

que cuando el corazón se salga del pecho

pueda encontrar el camino de regreso

que la muerte pierda su asquerosa

y brutal puntualidad

pero si llega puntual no nos agarre

muertos de vergüenza

que el aire vuelva a ser respirable y de todos

y que vos muchachita sigas alegre y dolorida

poniendo en tus ojos el alma

y tu mano en mi mano

y nada más

porque el cielo ya está de nuevo torvo

y sin estrellas

con helicóptero y sin dios.13

1 Villamayor, Santiago: https://www.academia.edu/44892765/LA_INNOVACI%C3%93N_SUPRAETICA_DE_JESUS_DE_NAZARET, pág.2

2 Arregi, José: https://www.religiondigital.org/el_blog_de_jose_arregi /RogerLenaers-Jesuscomonosotros-Cristologia_7_2306239359.html
3 La teólogo americana Rosmary Radford Ruether se preguntaba: “¿Puede un salvador varón salvar a las mujeres?” (Can a Male Savior Save Women? en Sexism and God-Talks. Toward a Feminist Theology, Beacon Press, Boston 1983)

4 https://www.mensaje.cl/sale-a-la-venta-la-unica-carta-que-mahatma-gandhi-escribio-sobre-jesus/ Subrayado nuestro.
5 Un campesino itinerante; judío carismático del Espíritu; profeta escatológico; revolucionario del cambio social; profeta de la sabiduría; judío o mesías marginal, etc.)

6 https://news.un.org/es/story/2019/04/1453791
7 Villamayor, Santiago: Op cit, 2
8 Evangelio de Felipe, logion 32. Independientemente de ser traducido como “novia” “esposa” o “mujer”, el término κοινωνος en griego o hotre en copto sugieren también “alguien que comparte el coito”. Jean-Yves Leloup (Jesus e Maria Madalena. Ed. Vozes, Petrópolis, RJ Brasil, 2007, pág.16-17)

9 No deberíamos asombrarnos. Consciente o inconscientemente es lo que hacen los cristianos modernos todo el tiempo. Por ejemplo, a pesar de creencias, dogmas y reclamos de la jerarquía eclesiástica, en su ética privada cristianos y cristianas optan por seguros y saludables métodos anticonceptivos, o bien, nuevos métodos científicos de concepción.
10 Evangelio de Tomás, logion 42 (Jean-Yves Leloup en O evangelho de Tomé. Ed. Vozes. Petrópolis, RJ. Brasil, 2000. 5ª. Edição) pág. 115. Los evangelios llamados canónicos ponen en boca de Jesús palabras referentes a “pasar” (soy el camino, soy la puerta, soy el pan para comer, conviene que me vaya, semilla que desaparece en la tierra)
11 Anguttara Nikâya, 60. (Colección de discursos cortos agrupados numéricamente). Citado por Raimon Panikkar en El Silencio del Buddha. Una Introducción al ateísmo religioso. (Ediciones Siruela: España 1996) pág. 133

12 Citado por Gustavo Gutiérrez en Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente (Ed. Sígueme. Salamanca 2006) pág.121. Nota 22
13 Mario Benedetti: Hombre que mira al cielo. Antología poética 1948-1991 (Casa de las Américas. La Habana 1995) pág.133-134. Originalmente este poema se llamaba “Sin dios”.