El fundamentalismo, como primer necesidad, tiene la de tener que basar su pensamiento en un corpus de textos sagrados, textos a los que se les pueda adjudicar la expresión absoluta e irrefutable de la voluntad divina. De esto surge la imposibilidad de que hayan fundamentalismos por ejemplo, chamanistas. No hay textos en los cuales basarse.

Paradojalmente, en los orígenes del cristianismo, la interpretación de los textos y la hermenéutica constante estaba en pleno auge y desarrollo. A causa de esta constante interpretación, y de la amenaza que ciertos colectivos sienten sobre su identidad, es que surge la idea de volver a los orígenes, a los fundamentos (de ahí «the fundamentals«, como libro fundacional, valga la redundancia, del posterior movimiento fundamentalista), como manera de seleccionar ciertos textos y sacralizarlos, leyendolos desde la literalidad, y donde cualquier interpretación distinta a la literal sea considerada herejía. El fundamentalismo es un cierre a otros lugares de pensamiento. Final de un camino que termina en el análisis a-interpretativo de un cúmulo de textos cuidadosamente seleccionados, textos bíblicos despojados de toda resignificación posible.

Pensar en los fundamentalismos de esta manera, quizás los aleja también de lo cotidiano, o por lo menos los coloca en un lugar fácilmente separable de lo común, pero la oposición entre la ciencia y religión como fenómenos irreconciliables y antagónicos, cuando son simplemente dos abordajes diferentes sobre dos fenómenos que también lo son. Sobre esto, y como ha dicho Peter Berger, la tesis clásica de que la modernización desplazaría a la religión, imponiendose la ciencia sobre ella y estableciendo a la secularización como fin inevitable de las sociedades, ha sido refutada por los hechos; y, como ha dicho Junger Habermas, la vuelta a la religión (a la cual estamos asistiendo) tiene que ver con el agotamiento de las energías utópicas. ¿Cómo entonces, hacemos para que el estado laico conviva con la eclosión de espiritualidades y religiones encontrando una fórmula de reconocimiento de la diversidad y el pluralismo que son inevitables en el mundo actual?

El fundamentalismo pone en el centro de su teoría a la multiculturalidad como el factor que atenta contra la identidad, y especialmente luego del 11 de setiembre, a las culturas islámicas y chinas, como aquellas que son más peligrosas para la seguridad nacional. Casualidad no es que ellas sean culturas inherentes al mayor yacimiento petrolero, la una, y potencia financiera que le disputa el lugar a los EEUU, la otra; nos habla de la utilidad política-económica del sostenimiento de una ideología fundamentalista como justificación de la injerencia económica y militar. La tarea es, entonces, poder vislumbrar esta trama oscura detrás de movimientos que se llaman «defensores de las dos vidas», «defensores de la familia», y ver que ahí, tras ello se esconde el verdadero asunto.

 

Este artículo es una re-redacción de la entrevista radial a José Kechichian, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

 

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