buildings-203194_1280-Por Dante Matta- Gilles Kepel (1955­) es un politólogo francés especialista en fundamentalismo y del “islamismo” en particular, ha trabajado de manera extensiva sobre los conflictos entre los Hermanos Musulmanes y el gobierno egipcio y es uno de los voceros más 1 activos en defensa de la elaboración de un “islam republicano” en Francia, compatible con su concepción de los valores republicanos. También ha escrito extensivamente sobre Al­Qaeda y los grupos que se reclaman del “yihad internacional” , los conflictos internos de las sociedades islámicas , y más 2 3 recientemente sobre el lugar del Islam en los suburbios franceses y el terrorismo en 4 Francia . 5

Su libro más famoso fue publicado 1991, “la Revancha de Dios”, acerca del fenómeno fundamentalista en las tres religiones abrahámicas: siguiendo una epistemología universalista, Kepel ve un mismo fenómeno central que se expresa en todas las manifestaciones “fundamentalistas” : se trata de una reacción a los 6 avances de la secularización y del racionalismo. El fundamentalismo es entonces inseparable de la modernidad y del secularismo, los intelectuales fundamentalistas vienen más de las ciencias duras que de las facultades de teología, y constituyen una rebelión contra la “religión oficial”, comprometida y pervertida por “la modernidad”. En el caso musulmán, es una revuelta contra el “islam oficial”, y se reclaman de una concepción puritana de la práctica religiosa basado sobre lo que consideran el Islam de los Predecesores (“Salaf” en árabe, las tres primeras generaciones de musulmanes) y pretenden purificarlo de los agregados posteriores a nivel dogmático como praxiológico sin rechazar los avances tecnológicos, que perciben como contingentes a la modernidad impía. Cada fundamentalismo produce entonces una “evangelización/ islamización/ judaización” desde arriba (desde el Estado) y desde abajo (desde el terreno asociativo, principalmente educacional y caritativo) y las estrategias de conquista van mutando según las reacciones del poder político (como en Egipto) o de la sociedad civil (como en Polonia) o por la degeneración interna de los movimientos mismos (como en EEUU). En el mundo islámico sunnita, ésta lucha por el poder “desde arriba” es más caótica dada la pérdida de la “doble posición polar” que tenían los Ulemas : exhortaban a la Umma (Comunidad) a respetar el orden 7 establecido y al Sultán de ser justo, con la amenaza de la excomunión (takfir) que haría perder toda legitimidad al poder político, similar al poder que tenía el Papa católico sobre los reyes europeos.

Samuel Huntington (1927­2008) era un politólogo especialista de las relaciones internacionales y pertenece a la escuela realista. Su nombre es sistemáticamente asociado a la teoría del “choque de las civilizaciones” que tiene por eje central una predicción sobre los conflictos después de la guerra fría: los enfrentamientos al nivel planetario van a pasar de conflictos ideológicos a conflictos civilizacionales, que se definen según Huntington principalmente por la religión. El grado de peligrosidad para el equilibrio mundial es mayor cuando se trata de conflictos en las fronteras civilizacionales, como los enfrentamientos entre Pakistán y India, Israel y Palestina, Serbia y Bosnia, al contrario de conflictos intra­civilizacional como el genocidio Ruandés o la guerra civil en el Congo, que tienen poca capacidad de escalada. Las civilizaciones son definida entonces principalmente por las religiones y se encuentran 8 en el mundo: el Occidente (judeocristiano), el Islam, Latinoamérica, China, India, África, Japón, la Ortodoxia. Huntington considera que la supremacía casi­absoluta de Occidente sobre las demás civilizaciones está por terminar y que para sobrevivir, Occidente tiene que definirse como tal y no más como una civilización universal. De cierto modo, hay una ruptura con las pretensiones del universalismo idealista y se asume claramente que la defensa de los valores occidentales sirven únicamente como herramienta política (“el poder duro produce el poder blando, cuál es superior”). Occidente es superior para Huntington pero no es universalizable entonces llama al desarrollo de una “política multicivilizacional” que consiste en un equilibrio entre un relativismo cultural y la una exigencia de un universalismo mínimo. Huntington cree que existe un excepcionalismo Occidental que dio luz a sociedades plurales, al concepto de derechos individuales y a la separación de la Iglesia y del Estado. Huntington separa claramente la modernidad y la occidentalización, y entonces reconoce una cierta validez intrínseca en las distintas civilizaciones y puede para construir escuelas, hospitales y seminarios: que les permitan tener una cierta independencia respecto al poder político.

El primer blanco de los nacionalismos en las tierras musulmanas fueron justamente estos waqf. concebir una modernidad no­occidental. También niega que haya una occidentalización del mundo por fenómenos como la difusión global de los fast­foods y de Hollywood, que son para él expresión más superficial de la cultura occidental y que además, tienen como efecto la afirmación mayor de las civilizaciones no­occidentales como tales, porque se sienten invadidas. Al contrario, Huntington considera que en todas las civilizaciones, hasta las más occidentalizadas como en la japonesa, hay un movimiento de reafirmación de lo “propio” y un rechazo de Occidente en lo que está percibido como sus ejes fundamentales (individualismo, democracia liberal, secularización..). Acerca del Islam, Huntington considera que los grupos terroristas son los verdaderos representantes de la civilización islámica y niega totalmente que se trate de unos grupos marginales que están en guerra contra Occidente. Es entonces para él una guerra entre el Islam y Occidente. Hay un énfasis particular sobre el carácter militarista del Islam y el hecho de que los musulmanes serían entonces “indigeribles” por la supuesta imposibilidad que el Islam tiene para convivir con gente de otra fe. Huntington llegá hasta a calificar el multiculturalismo como un “separatismo interior” que va a destruir EE UU desde adentro, porque promueven la superación del carácter “judeocristiano” y anglosajón de Estados Unidos.

En su visión, retomada por la extrema derecha europea, éste campo multiculturalista se enfrenta contra los “defensores de la civilización occidental”. En consecuencia, Huntington critica duramente la administración de Clinton por no haber tenido una política occidentalista coherente, apoyando a la vez a los Rusos contra los Chechenos y los Bosnios contra los Serbios. El autor considera que se debe refundar la OTAN como un bloque de defensa de Occidente concebido como entidad civilizacional y cultural. Una guerra de civilizaciones sería una catástrofe para Occidente, dice el autor, entonces debe hacer todo lo posible para evitarla y eso requiere que cada civilización se centralice acerca de un “core state”, lo que falta realmente en el mundo islámico y que provoca tanto desorden entre los musulmanes según el autor, que es suficientemente poderoso como para imponer una no­intervención en los asuntos de las demás civilizaciones. Huntington rechaza entonces el monoculturalismo global y el multiculturalismo local (“una América no­occidental no sería América”), y considera que se debe encontrar lo común entre todas las civilizaciones, una moral “minimalista” (“no matar, no oprimir..”) para asegurar un orden internacional basado sobre este “mínimo compartido” y establecer un “mundo multicivilizacional.” Kepel, por su parte, es universalista y entiende que el fundamentalismo islámico no se separa específicamente de los demás sino por una “coloración” propia del contexto histórico y cultural de las diversas sociedades musulmanas. Sin embargo, el autor se contradice en la conclusión de su libro cuando afirma que el judaísmo y el islam son más propensos a rechazar el concepto de soberanía del pueblo por su creencia en una ley divina; este concepto les conduce a negar la validez de la democracia misma y Kepel afirma que algo como una “república islámica de Irán” sería imposible en el cristianismo, y hace un paralelo entre democracia, ilustración y cristianismo, por el cuál se acerca finalmente más a Huntington y ayuda a entender las sospechas tan fuertes que tiene la República Francesa, “una e indivisible”, con sus ciudadanos fieles a otra religión que la católica: ayer los judíos y los protestantes, hoy los musulmanes. 8 Es esta concepción que lo hace percibir algo tan simple como la llegada de las hijas a la escuela pública de los inmigrantes musulmanes, entonces con hiyab, como una estrategia de “estudiantes magrebíes” para retar a la República Francesa y pedir una “discriminación positiva” y un cambio en la laicidad francesa, definida no como un conjunto de leyes pero como el substrato metafísico de la república misma: la ley de 1905 no establece normas para los usuarios de los servicios públicos sino para las infraestructuras. Y tampoco existe éste concepto, muy anglosajón, de ámbito privado y ámbito público. Este último fue introducido recientemente por la reacción antimusulmana, que empezó a desarrollarse legalmente en los años 2000 por la ley anti­hiyab (2004) y anti­niqab (2010), sin tener ninguna relación con la laicidad francesa como fue conceptualizada en 1905 y que violan el artículo 9 del Convenio 9 Europeo de Derechos Humanos. Es importante agregar que Kepel es uno de los mayores adversarios de la utilización misma del término “islamofobia”, que siempre utiliza entre comillas pretendiendo que es una maniobra de los musulmanes radicales para silenciar la crítica al Islam y presentarse como “víctimas” y lo sigue diciendo desde los años 90, cuando en 10 2015, se registró 905 actos islamófobos en Francia y 55 agresiones físicas, o sea 11 18.5 % más que el año anterior. Kepel considera que el islamismo es el producto de los nacionalismos árabes fallidos pero se contradice de nuevo cuando afirma que la revolución argelina de 1954 fue un avatar del islamismo que “no hemos percibido” . Vemos entonces que 12 su concepción del islamismo es bastante amplia: es suficiente no aceptar el orden colonial o su definición del orden republicano para ser tildado de “islamista” por Kepel.

Es muy difícil encontrar algo de estabilidad en el análisis de Kepel, y no es facilitado por la actitud del autor, que se niega sistemáticamente a criticar sus propios análisis: al final de los años 2000 anunció el “fin del islam político”, y vio en la “primavera árabe” un surgimiento democrático, necesariamente secular para Kepel, cuando el rol central de la identidad musulmana y del Islam político en estos levantamiento era clara para la mayoría de los observadores. El mismo problema ocurre cuando Kepel no logra ver, o no quiere ver, las raíces políticas de la tensión entre la identidad islámica y la identidad francesa de una parte de la población, por ejemplo se niega a medir el efecto que puede tener la posición francesa sobre el conflicto entre Palestina e Israel para explicar la actitud que pueden tener los musulmanes franceses con la política francesa. Para Kepel, la afirmación de la identidad musulmana es el producto del marasmo de la integración cultural: no tiene valor propia. Es un problema que se puede, y se debe, resolver. Kepel ve en las demandas de terrenos para construir una mezquita de la colectividad musulmana, una mezcla entre lo “político y lo religioso” . 13

El Islam ha “reemplazado” la República Francesa en los suburbios, según Kepel, porque los jóvenes optan más por el hiyab y florece el comercio del “halal”: son tantos “retos para la República”. El “ser musulmán” es entonces profundamente incompatible con el “ser francés”, salvo si los musulmanes entran en la categoría ya está definida para ellos, no por las leyes o la constitución pero por un substrato metafísico no expresado que está percibido como el corazón del “ser francés”. Este discurso está compartido por un parte importante de la izquierda francesa : se 14 pretende que resolvamos los problemas sociales, y entonces los musulmanes van a regresar a esta identidad republicana: pero si no lo hacen? Tal como eran peligrosas, en el siglo pasado, estas “apuestas” sobre la “solubilidad” de los judíos en la República, las respuestas que llama “la Cuestión Musulmana” van despertando, en estos tiempos de crisis económica, viejos demonios. Sí nos dirigimos ahora hacia Huntington, encontramos algo más cercano a un programa político que un análisis estrictamente geopolítico.

Sin embargo, en 2016, es difícil no dar algo de credibilidad, en apariencia, a las tesis de Huntington: no pasa una semana sin que un grupo que pretende restaurar el califato islámico mata. Encontramos el mismo paradigma que divide la izquierda y la derecha sobre la delincuencia. a civiles pretendiendo construir el mundo soñado por Huntington; un mundo dividido en civilizaciones esencialistas y monolíticas, formado por estados núcleos (“core­state”). Pero uno se puede preguntar si no se tratan más de profecías autorrealizadas si empezamos a pensar en el efecto que han podido tener sus tesis en la política extranjera norteamericana en medio­oriente, del cual es responsable, en parte importante, de la situación actual dado que ISIS nació literalmente en las cárceles de la administración de EEUU en Irak. Uno podría pensar que la ventaja de una “política de civilización” es la superación de concepto como la universalización de los valores occidentales que permite entonces una mayor libertad de las demás civilizaciones para ser aceptadas como tales internacionalmente; que, por ejemplo, la shari´a musulmana o un sistema político fundado sobre la ética confucionista podría ahora tener la misma legitimidad que la democracia liberal: es cierto. ¿Pero a qué precio?

En cierta medida, Huntington tiene razón cuando dice que la separación entre la Iglesia y el Estado es algo propio de la historia occidental en el sentido que no existe para empezar algo como una Iglesia o el Vaticano en el mundo islámico, ya que las relaciones entre el poder temporal y espiritual se conciben de manera muy diferente y llaman entonces a otros tipos de análisis y de prácticas. Huntington dice que el Islam tiene dificultades para aceptar los derechos humanos y la democracia, como las culturas chinas, y niega entonces la tensión enorme que existe entre sociedad e estado en Medio Oriente y que produjo lo que se conoce en Occidente como “primavera árabe”. El problema mayor de Huntington es que, para defender sus proposiciones, hace hablar al Islam por la boca de personas no­representativas y de manera descontextualizada, del mundo islámico. Por ejemplo se cita , para expresar la 15 profunda incompatibilidad entre el Islam y el Occidente, y sin presentación ninguna a Hassan at­Tourabi, quien es el presidente de un partido político sudanés influenciado por los hermanos musulmanes y que ha tenido fuerte relación con grupos terroristas como Abu Nidhal y Al Qaeda. Huntington cita también a un 16 intelectual y un militante, Sheij Rashid Ghannouchi, quien es el presidente histórico del partido político de tendencia islámica “en­Nahda” en Túnez, que ciertamente declara que el Islam tiene otra historia y otros valores que Occidente pero también declaró, tras su exilio forzado en Europa, haber encontrado en la democracia liberal inglesa algo más cerca de un gobierno islámico que en cualquier país musulmán existente porque según Ghannouchi, más un país es justo, más es islámico , lo que 17 destruye totalmente la retórica de Huntington.

Su contra­argumento, para demostrar que hasta los supuestos aliados árabes de Occidente son en realidad tan hostiles como los “islamistas”, es la utilización de una citación de Fátima Mernissi, feminista marroquí, particularmente dura contra el imperialismo occidental, en el momento de la primera invasión de una coalición occidental en Irak liderada por EEUU (1990). De nuevo, falta de contextualización: Huntington no menciona que la crítica no es “civilizacional” basada sobre un “nosotros contra ellos” pero proviene de una lectura anti­imperialista clásica de la izquierda árabe, agregando a eso que Fátima Mernissi es famosa por ser tan crítica de la condición femenina occidental, “víctima del imperativo a la belleza”, como en Oriente, “víctima de lecturas masculinistas del Corán”. Esta metodología hace recordar a la que utiliza el grupo mediático MEMRI, fundado por un ex integrante de los servicios de inteligencia israelí, y que se dedica a traducir en más de nueve idiomas sus selecciones de los “mejores momentos” de la televisión árabe, y inundar con eso las redes sociales: todo el antisemitismo o la misoginia que pueden encontrar, sobre todo sí viene de palestinos, es sistemáticamente difundido, sin que importe realmente si los subtítulos no corresponden al audio o lo que seleccionan sólo representa a un margen de la 18 opinión árabe . El equivalente de eso sería presentar el beliquicismo de Donald 19 Trump como la esencia del pensamiento occidental para justamente incitar a los árabes a aceptar la necesidad de combatir Occidente: es exactamente lo que encontramos en las publicaciones de Al­Qaeda y de ISIS. Se trata de la fabricación de una opinión consensual y los hechos sirven solamente si alimentan a los mitos.

El punto central de su argumentación sobre el conflicto inevitable entre el Islam y Occidente descansa sobre la idea de que los grupos terroristas como Al­Qaeda representan el Islam como civilización ya que “no vemos los líderes musulmanes condenar el terrorismo y no vemos manifestaciones en los países musulmanes contra el terrorismo” que se parece más a algo que se suele leer en las redes sociales que algo que esperaríamos en un trabajo académico sobre un tema tan serio. Se puede contestar que los líderes musulmanes condenan sistemáticamente los 20 ataques terroristas así que se trata quizás más de un problema de transmisión de la información, o también cuestionar la idea de que los musulmanes, como colectividad, deberían repudiar específicamente el terrorismo cuando la mayoría de los actos terroristas en el mundo están lejos de ser cometidos por ellos y que 21 cuando se trata de terrorismo islámico, son las primeras víctimas . 22

Otro ejemplo de la “metodología Huntington” es la afirmación siguiente: “en cualquier lado que mira uno en el perímetro del Islam, los Musulmanes tienen problemas para convivir pacíficamente con sus vecinos ” y ilustra esta afirmación 23 con su método habitual, calificado de pseudociencia por el matemático Neal Koblitz, que consiste en agregar datos empíricos bastante limitados para inferir una conclusión general: se contenta de observar la presencia de los musulmanes en los conflictos que ocurrieron en los años 1993­1994 y de compararla con el porcentaje de musulmanes que hay en el mundo. 24

Observamos claramente como el “método Huntington” despolitiza totalmente los conflictos: en lugar de tomar en cuenta, por ejemplo, los acuerdos Sykes­Picot de 1916 que dividieron todo medio­oriente según lo que era más útil para los imperios francés y británico, o el cataclismo geopolítico que constituyó el descubrimiento del oro negro en muchos países de medio­oriente, o la caída de la URSS como tantos factores de las invasiones en Irak, de la guerra de los balcanes o del surgimiento del panislamismo, Huntington prefiere buscar las raíces de estos conflictos en la exégesis coránica. ¿Qué ocurriría si utilizaremos el mismo método ejercicio pero digamos en 1941? ¿en 1916? ¿O en el siglo XVI, XVII, XVIII o XIX ?¿Qué conclusión deberíamos sacar sobre la “naturaleza” de Occidente y del Cristianismo?

Ciertamente Huntington luego cita “otras razones posibles” para explicar las propensiones de los musulmanes a la violencia, pero se nota claramente que son causas secundarias en relación a la explicación esencialista, basada sobre la teología misma, “militarista” y más “absolutista” que las demás religiones. Sí el Occidente cristiano es por esencia más propenso a aceptar de vivir en una sociedad plural y abierta, como lo afirma Huntington, podríamos preguntar : ¿Dónde encontramos, en la teología cristiana occidental clásica, algo como el concepto de “dhimmi” (minoría no­musulmana protegida por el estado musulmán contra un impuesto), o el concepto de “Ahl Kitab” (Gente del Libro, para designar los cristianos y los judíos) o algo como la Constitución de Medina (Sahifat al­Medina) firmada por el mismo Profeta Muhammadصلى الله عليه وسلمque dice explícitamente que los no­musulmanes y musulmanes son “una sola nación” y que se deben “defender mutuamente”?

Para un estudio empirico serio sobre este asunto, leer “Are Muslim Distinctive?” de Steven Fish. Después de más de 30 años de la obra mayor de Huntington, observamos que el conflicto mayor de nuestra época, la guerra en Siria, forma alianza bastante heteroclita: tenemos por un lado la gran mayoría de los países sunnitas, EEUU, Europa, a favor, por lo menos verbalmente, de los rebeldes sirios y Rusia, Irán y los principales actores chiitas, presente ellos militarmente en Siria, a favor de Damasco: y todos se posicionan en contra de ISIS.

Tal como Huntington se enojó contra Clinton por su política “no­occidental” en el conflicto en la ex­yugoslavia, seguramente habría estado bastante decepcionado de ver ocurrir un conflicto tan poco “civilizacional” y tan aburridamente dominado por razones políticas y económicas. Un conflicto que es, en el fondo, una guerra civil a nivel local, una guerra entre Irán y Arabia Saudita a nivel regional y una guerra entre Rusia y EEUU a nivel mundial. Pero seguramente el autor se habría podido consolar con la retórica de Dabiq, la revista oficial del “califato” , lleno de promesas para los 25 adeptos de un mundo “huntingtoniano” en el siglo XXI.

Para concluir, podemos decir que ambos politólogos consideran al Islam y los musulmanes como un problema para Occidente pero de manera sensiblemente diferente: la visión de Kepel es más “continental”, más anclada en una historia específica del conflicto entre “el Islam” y el “Occidente” por cuál Carlos Martel, la guerra de Argelia y Charlie Hebdo son una misma secuencia de la eterna incompatibilidad entre Occidente y el Islam. La solución de Kepel es entonces de neutralizar políticamente la alteridad de los musulmanes, un “reto para la república”, por la resolución de los problemas sociales de las comunidades musulmanas, esperamos que entren dócilmente en la máquina asimilacionista republicana. Hay un claro parentesco con la lectura marxista de la religión, “opio del pueblo, suspiro de la criatura oprimida”, que Kepel no niega . 26

Para Huntington, el problema está centrado sobre el Islam mismo más que en su relación con Occidente, y la solución pasa por una distanciación general de todas las civilizaciones por la elaboración de un mundo “multicivilizacional”.

Huntington es mucho más innovador y introduce un nuevo paradigma, cuando Kepel está solamente aplicando el viejo modelo asimilacionista francés. Ambos modelos son mortales para los que esperan un futuro hecho de convivencia y de sociedades plurales. Dante Ibrahim Matta, 2016

1 Le Prophète et Pharaon (1984)

2 Jihad (2000)

3 Fitna (2004)

4 Quatre­vingt treize (2012)

5 Terreur dans l’hexagone, genèse du terrorisme français (2015)

6 Kepel subraya que el término fundamentalista no se aplica para el contexto islámico (por cuál indica una rama particular de las ciencias jurídicas musulmanas) pero reconoce que es lo que tenemos.

7 Sabios religiosos, juristas encargados de aplicar e interpretar la ley islámica y de gestionar los bienes de “manos muertas” (waqf)

8 Para un paralelo preocupante entre la islamofobia y el antisemitismo, ver Shlomo Sand y Ilan Halevi

9 Ver “L’integrisme républicain contra la laicité” de Jean Baubérot (2004).

10 Ver “Terreur dans l’Hexagone” (2015)

11 Ver el reporte del CCIF.

12 Ver “Tous aveugles face au jihadisme?” Mediapart.

13 “Qui a peur du communautarisme?”, Sylie Tissot, lmsi.net

14 La derecha considera, de manera creciente, que la “afirmación islámica” no tiene nada que ver con la cuestión social pero que debe ser asimilado sí o sí

15 “El Choque de Civilización y la reconfiguración del orden mundial”

16 ibid.

17 En Ingles, “Rashid Ghannouchi on Britain, Islam and liberal democracy”

18 Désinformation à l’Israélienne, Mohammad al­Oifi, le Monde Diplomatique, 2005(http://www.monde­diplomatique.fr/2005/09/EL_OIFI/12796#nb11)

19 Whitaker, Brian (12 August 2002). «Selective Memri».The Guardian (London).

20 “Paris terror: Muslim leaders around the world condemn ‘heinous’ attacks”

21 “Are All Terrorists Muslims? It’s Not Even Close”, Dean Obeidallah

22 “Are most victims of terrorism Muslim?” BBC.

23 Huntington, ibid 24

25Todas las revistas oficiales de ISIS (en inglés)

26 Aveugle face au djihadisme ? Avec Gilles Kepel, Jean Birnbaum et Edwy Plenel