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Desde hace mucho tiempo vengo pensando en los 500 años de la Reforma protestante, y como ese hecho trajo aparejada una propuesta con una vigencia tremenda aún hoy. No solo una vigencia al interior de las iglesias, sino en la sociedad toda, en los sistemas políticos, económicos, sociales y culturales.

Los grandes cambios paradigmáticos propuestos por la Reforma protestante han sido un aporte a la democracia, al acceso la información y la educación en toda la sociedad. A nivel eclesial aportaron al sacerdocio universal, la lectura de la Biblia en la propia lengua, la salvación por la fe a través de la gracia y otros cambios que son fundamentos de una libertad cristiana que quedaron en el maquillaje externo de las iglesias. En pleno siglo de tecnología y comunicación, donde la democracia, la equidad y la libertad están en la boca de políticos, religiosos y referentes sociales, nos encontramos frente a situaciones políticas y espirituales que denotan limitaciones parecidas que las que hace 500 años movieron a Lutero y muchos otros reformadores a protestar contra la Iglesia Católica Romana y el sistema político de su tiempo.

Martin Lutero en su texto “La libertad cristiana” asienta dos afirmaciones del Apóstol Pablo que son paradójicas: “El cristiano es señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie. El Cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos”. Las mismas explicadas en Corintios 9:19 Por lo cual siendo libre en todo, me he hecho siervo de todos y Romanos 13:8 No debáis nada a nadie, sino el amaros mutuamente.

En la iglesia y la sociedad solemos escuchar un fuerte discurso de obediencia, de deber ser, de deber tener y de deber hacer, a un cumplir con determinados parámetros, normas morales o pautas de consumo y comportamiento social. El marketing busca regular qué consumir y dicta un camino de cómo ser felices a través del tener y el poseer, cada segundo de publicidad consumida por millones son el ágora de los dioses del mercado. Otros templos, los religiosos, a veces solo reproducen en sus “prédicas” y formas, las mismas lógicas que el mercado y que el sistema plantean. Jesús ya advirtió a sus discípulos sobre la lógicas de los gobernantes, los que se enseñorean y ejercen autoridad y les planteó algo radicalmente diferente: “no será así entre vosotros”. Hoy muchas iglesias hacen eco de los mismos mensajes de este mundo: “sálvese quien pueda”, “seamos exitosos y prósperos”, “barramos debajo de la alfombra”, “siempre fue así”, “no te metas, mejor no denuncies” y la lógica de la violencia, la retribución o el silencio quedan perpetuadas. Lutero retomando a Pablo nos dice que “el cristiano es libre de todas las cosas y soberano de ellas, sin que precise, por tanto de obra buena alguna para ser justo y salvo. La fe es la que da de todo en abundancia.” Mientras tanto los templos se han llenado de predicas no evangélicas y prácticas que no conducen a la libertad basadas en el amor.

500 años después de la Reforma, quizás hay reformas que nunca se dieron en el seno de las iglesias.  La crítica luterana al poder sacerdotal y a la figura de poder acumulado en obispos, papas y otros clérigos tiene total vigencia.

Los medios de comunicación masiva muestra como diferentes líderes religiosos ejercen su poder desde las cúspides, regidas por el amor al poder y a su propia figura, alejadas del amor al prójimo, que es la única sujeción a la que debemos los cristianos nuestra libertad. Lutero nos plantea que todos somos sacerdotes, pero el sacerdocio como “ministro” “siervo” y “administrador” es un concepto que sea desenfocado de su sentido original que ha perdido su foco en Cristo y el prójimo. “Pero el caso es que dicha administración se ha trocado en un dominio y poder tan mundano, ostentativo, fuerte y temible que el verdadero poder temporal no puede ya compararse con él, ¡como si laicos y cristianos fueran dos cosas distintas! Claro es que con ella se han despojado totalmente de su sentido a la gracia, la libertad y a la fe cristianas (…) ¿Y qué se nos ha dado a cambio? Muchas leyes y obras humanas, haciéndonos así verdaderos esclavos de la gente más incapaz del mundo.”

Se siguen levantando templos, santos, limosnas e indulgencias, caridad para los pobres y mantenimiento de la injusticia. Opulencia de viejos y nuevos palacios, religiones y religiosos ostentan títulos y mantienen su poder terrenal en base al ejercicio de un poder opresor, que ni ama ni sirve.

El Evangelio desafía ayer y hoy los poderes religiosos, políticos y económicos, que buscan negar el valor y la libertad de cada uno y cada una. No es una libertad para someter o para consumir, no es una libertad “liberal” que va hasta donde el otro me permite, no es una libertad que tolera al otro, sino es una libertad en Cristo por la fe y la gracia, y es una libertad basada en el vinculo y el amor con el y la prójima. Amar y ser libres.

Lic. Nicolas Iglesias Schneider

@nicois1983