Martín Lutero irrumpió en el escenario de la vida espiritual y política de la Europa del siglo XVI como un auténtico huracán que provocó una gran fractura en la unidad del mundo cristiano y atravesó los siglos creando un fenómeno que nunca podría haber imaginado. Desde una mirada histórica, el papel que jugó Lutero tiene una importancia fundamental, porque su reforma religiosa no sólo es profundamente significativa en la historia de las religiones y en el pensamiento teológico, sino que añadirá elementos culturales, sociales y políticos que transformarán a Europa radicalmente.
Lutero nació en 1483, en lo que se conoce como el “otoño de la Edad Media” (Johan Huizinga), en un tiempo que hoy consideramos los inicios de una nueva época: la Modernidad. La pregunta que muchos se hacen es cuál es el lugar de la Reforma Protestante en la historia del pensamiento. No se puede olvidar que Lutero se transformó en el portavoz de una voluntad de renovación y reforma que manifestaban los teólogos y filósofos de su tiempo. Pero lo que más nos interesa es su influjo en el pensamiento posterior. Gran parte de la filosofía moderna, especialmente los filósofos alemanes, dialogaron o se pelearon con la Reforma, pero no pensaron sin ella.
Lutero asumió una postura negativa hacia la filosofía, una desconfianza total en las posibilidades de la naturaleza humana, que lo condujo a quitarle todo valor a la búsqueda racional de la verdad. Para él, la filosofía no es más que un abominable rasgo de la soberbia humana.
El desconocimiento filosófico de los reformadores y su rechazo a la filosofía, en una radical separación entre fe y razón, no fue un obstáculo para que influyeran en forma decisiva en espacios intelectuales que no imaginaron. Ni en el siglo XVI ni el XVII hubo filósofos protestantes significativos al estilo de los católicos Francisco Suárez, Blaise Pascal o Nicolas Malebranche. Pero la filosofía moderna y la teología protestante se influyeron mutuamente mucho más de lo que suele explicitarse. La filosofía de la religión de Friedrich Schleiermacher marcará profundamente la ruptura entre fe y razón, reduciendo la fe a un sentimiento de lo absoluto que no necesita justificarse racionalmente.
Paradójicamente, una larga lista de filósofos modernos se formaron en teología protestante o crecieron bajo su influjo religioso, y ello marcó definitivamente su visión de la religión y especialmente de las relaciones entre fe y razón. La mayoría de ellos estuvieron en clara confrontación con la teología de su tiempo, pero pensaron a partir de ella o en contra de ella. Basta mencionar que John Locke, Gottfried Leibniz, Immanuel Kant, Hegel, Johann Fichte, Friedrich Schelling, Sören Kierkegaard, Wolfgang Goethe, Johann Herder, Ludwig Feuerbach, Friedrich Nietzsche y Karl Marx se formaron en el ámbito teológico de la Reforma.
Alcanza con ver con cuánta dificultad puede alguien acercarse al pensamiento de Hegel si no tiene un conocimiento de la teología cristiana, ya que toda su filosofía es filosofía de la religión y toda su construcción metafísica es un gigantesco esfuerzo por repensar desde dentro, crítica y dialécticamente, la tradición cristiana.
Merece nuestra atención un pensador como Kierkegaard, precursor del existencialismo del siglo XX, cuya obra es inseparable de su carácter religioso, fundado en la fe cristiana. No se lo comprende fuera de su radicalismo cristiano, que se opone a la racionalización hegeliana de los misterios de la fe y a la reducción del cristianismo a mera cultura, operada por algunos de sus contemporáneos luteranos. La recuperación de Kierkegaard en el siglo XX, por medio de las lecturas de Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre, entre otros, nos muestran las raíces cristianas de filosofías personalistas y existencialistas.
En toda la historia del pensamiento occidental, la teología cristiana no fue algo de lo que se prescindió para pensar, más bien tuvo un influjo fundamental ininterrumpido desde los orígenes hasta nuestros días. La diversidad del pensamiento cristiano y su pluralidad filosófica y teológica a lo largo de los siglos merecerá siempre una más profunda atención para comprender nuestra historia y el presente.
La Reforma Protestante es un fenómeno que ha trascendido los siglos, pero ha sido interpretado desde visiones ideológicas reduccionistas. Aunque tenga causas y consecuencias políticas, fue un hecho esencialmente religioso con consecuencias filosóficas, teológicas, políticas, económicas y culturales. Volver a estudiar la Reforma y su actualidad, 500 años después, nos invita a repensar no sólo la historia y la filosofía, sino el lugar de la religión y su poder transformador de la sociedad.
Miguel Pastorino | Teólogo y filósofo.
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