Marianela Larzábal
En otro aniversario de la muerte de Perico, me pregunto qué diría él sobre la muerte de Eduardo, ¿Qué reflexiones y análisis pueden partir del dolor y la rabia ante una muerte tan deshumanizada? Eduardo muere como un «no-persona», un «sin nombre», cómo otro pobre más que engrosa los números de la prisión.
En primer lugar, la confirmación de la hipocresía sobre los Derechos Humanos y la justicia, que no es igual para los ricos y para los pobres. Evidentemente, Eduardo sumaba la interseccionalidad de violencias y desigualdades; era pobre, negro, huérfano.
Eduardo fue un guri bueno, trabajador y padre de dos hijos, uno tiene autismo y la niña que no conoció ya que nació mientras él estaba preso, quince días antes de que él muriera. Eduardo no tenía antecedentes penales, ni problemas de adicción.
Fue sentenciado al Comcar por dos años, porque tenía 29 plantines de marihuana menores a 15 o 20 CM de longitud, en su casa. Los abogados que nos asesoraron dijeron que por ciertos artículos en la LUC, no se podría hacer nada y lo mejor era esperar a que le permitan salir al año, si demostraba buena conducta.
Mientras estaba preso, recibió en la pierna, una bala perdida cuando estaba en el patio; tuvo una gran infección en la pierna por no recibir atención médica. Se logró que lo trasladen a la cárcel de Punta de Rieles. Estando allí, fue que recibió la noticia de que su compañera estaba embarazada. Ella lo visitaba semanalmente. Durante los 9 meses desde que Eduardo ingresó a la cárcel, ella sólo faltó a la cita semanal, los días del parto. Cuando ya tenía a su niña en los brazos, esperando el momento de llevarla para que su padre la conociera, no la dejaron entrar.
Nos informaron que Eduardo estaba enfermo. Cada vez la situación era más grave, y estaba sin atención médica aunque la pidieron. Sus compañeros de celda lo cargaron hasta la enfermería envuelto en sábanas, ahí dicen que le suministraron suero y lo dejaron aislado en un celda; horas más tarde cuando fueron a verlo ya estaba muerto. Los rumores eran muchos así como
las diversas versiones sobre lo sucedido. La injusticia que sufre la familia de él en este tiempo, se suma a la falta de información certera, así como la ausencia de cuidados y de atención ante el duelo. Fue tan poca la consideración y el respeto cuando pedían recibir el cuerpo, sus documentos y las pertenencias, ya que tuvieron que dar muchísimas vueltas, hablar con varios intermediariarios y armarse de paciencia para no explotar de indignación. Se realizaron llamadas telefónicas al Comisionado Parlamentario Penitenciario informando sobre la situación que estábamos viviendo, y pidiendo ayuda. Logramos que se solicitará la realización de la autopsia. Sentimos que hubo negligencia médica, falta de atención y de humanidad. Dijeron que en 48hs podríamos pedir los resultados de la autopsia, pero la verdad es que los mismos demoraron seis meses en ser comunicados a la familia. En dicho documento se detalla: «muerte natural, neumonía, sin signos de violencia física». Ante esto sentimos otro dolor ya que no nos dijeron nada. . . ¿cuándo, cómo y por qué hubo un diagnóstico de neumonía? ¿Lo revisó un médico antes de aislarlo?¿Recibió atención adecuada? ¿Cómo lo aislaron en una celda sin atención si estaba grave?

El caso de Eduardo no es el único y son miles los presos en situaciones de vulnerabilidad similar. Es necesario entender la historia y la vida de las personas para no condenarlas a convertirse en víctimas de «no_personas», para actuar con verdad y justicia.

Desde qué lugar nos situamos para hablar de Derechos Humanos, es una premisa clave que nos plantea Perico; sentirnos vulnerables ante el dolor del otro y sentir en las entrañas su propio sufrimiento.Otro desafío es como superar la trampa antes la cual nos ubican ciertos discursos sobre los Derechos Humanos, los cuales nos escandalizan cuando la víctima es un hombre blanco de clase media o alta pero si es un hombre pobre y además es negro y huerfano, dificilmente salga en los medios o movilice a alguien.
En el libro: «Si digo derechos humanos» Luis Pérez Aguirre nos plantea el desafío de superar la hipocresía y la trampa de los Derechos Humanos. Sería imperativo leerlo o re- leerlo para no olvidar en qué lugar nos situamos como militantes de los mismos.
En este libro Perico habla del derecho insurgente: «el derecho de los oprimidos». “…abarca los diversos tipos de pobreza y miseria – desde la miseria del hambre que mata hasta la falta de justicia y de derechos elementales. Abarca todo tipo de discriminación, desigualdad, la falta de libertad, la degradacion humana. Estamos hablando de algo más amplio que una
clase social…. La categoría pobre se define desde una óptica ética e histórica…»
La violacion a los derechos civiles y políticos de las que habían sido despojadas las clases medias, como la tortura o la violación de expresión de un medio de prensa; genera escándalo inmediato en la opinión pública nacional como internacional. … “porque las víctimas tenían la capacidad de impactar”. En relación a la tortura, señala que siempre ha existido en los denominados periféricos: “los Pobres, los niños de la calle, las prostitutas, los delincuentes comunes, siempre fueron torturados en las comisarías porque además eran pobres. Por ellos no se movilizó el sistema internacional, ni lo hace ahora tampoco. Los derechos de los pobres no son contemplados en la concepción liberal de los Derechos Humanos. Se descubre también que solo cuando la clase media pasa a sufrir esas violaciones que eran típicas de los pobres, es cuando se despierta una conciencia de la existencia de las violaciones a los derechos humanos.” 1

¿Hablamos de violación a los derechos cuando sabemos de la muerte silenciosa de los pobres en la cárcel? O será que aún no ha tenido el lugar y la atención en la discusión y en las políticas sobre los Derechos Humanos? Puede parecer antipático pero es necesario cuestionarnos también cómo reproducimos esas desigualdades cuando algunas violaciones generan marchas de protestas multitudinarias y otras son naturalizadas o invisibilizadas como consecuencia del sistema y más aún en este contexto, profundizadas por las decisiones políticas del gobierno actual.
La violacion estructural y la violencia institucional quedan solapadas si se trata de los oprimidos. La LUC ensancha y alimenta la lista de oprimidos en las cárceles. La ampliación de penas desmedidas en delitos menores, trae como consecuencia mujeres presas por cuatro años por ingresar «pequeñas» cantidades de marihuana a la cárcel. Madres con varios hijos, mujeres pobres que entran en la droga quizás porque hay presiones, amenazas, miedos y muy pocas opciones. Y así entran en esos círculos de marginación y vulnerabilidad.
El gobierno no para de jactarse en la prensa de la gran cantidad de nuevos presos gracias a las medidas de la LUC. Nada se dice sobre las condiciones de reclusión y de que no se ha aumentado el presupuesto ni se han considerado las condiciones sanitarias o se han previsto medidas ante el hacinamiento de quienes están en prisión. No se han propuesto oportunidades formativas, educativas y de reinserción. Las causales ante los delitos, aumentaron las sentencias de quienes son vistos como culpables engordando las jugosas estadísticas, que muestran que así se han cumplido las promesas de la campaña. Es así como llegan a la prisión con una etiqueta puesta desde el nacimiento. Se envia a un varon negro a la prisión sin defensa, sin oportunidades como se envia a una mujer pobre víctima de violencia social y económica.  No tienen coherencia las medidas carcelarias cuando los ladrones de cuello blanco o los grandes traficantes no van a prisión o van por seis meses o la sentencia es prisión domiciliaria.

Dónde está la justicia cuando envía a un joven que roba una cámara de fotos por dos años a prisión, mientras los grandes estafadores están por seis meses en prisión domiciliaria? Afirmamos entonces que la balanza de la justicia está descalibrada a favor de los ricos.
¿Quién mató a Eduardo, un hijo de la comunidad de La Huella? ¿Fue la aplicación de la LUC? ¿la negligencia médica y del sistema carcelario?, ¿la interseccionalidad de vulnerabilidades que lo volvió objeto de sospecha y condena?. ¿La sociedad que permite estas situaciones es cómplice de volverlo no- persona.?
¿Su condición de negro, entonces el racismo de la sociedad uruguaya que le cierra las puertas y las oportunidades a la población afrodecendiente que es principalmente pobre?
Antes de encarcelar, no habrán otras opciones: trabajo comunitario, una multa, prisión domiciliaria, o asistir a charlas de formación.
Con respecto a la ley sobre el cultivo de marihuana, tampoco ha habido una campaña de información sobre la misma. Hay mucha ignorancia y fantasía en este aspecto. Ese es otro deber que tenemos, aunque es otro tema para abordar.
Quedan como consecuencia del «caso de Eduardo», dos nuevos huérfanos de padre que probablemente, ¿serán condenados con la etiqueta de la pobreza? ¿Quién se va a hacer cargo? ¿Quién va a hacer algo para que no se reproduzca la miseria y esos dos niños no estén ya condenados a la condición de no personas, a la vulnerabilidad y precariedad? Quién se va a
hacer responsable de que lo que le pasó a Eduardo no se vuelva a repetir con otros presos?
¿Qué cambios se van a hacer para que las familias de los presos no sufran estas violencias estructurales?

Marianela Larzábal

 

1 Luis Perez Aguirre Si digo Derechos Humanos 1991 Serpaj. pag 34.