Algunas reflexiones de Perico sobre el principal rasgo de “ser de izquierda” y sobre la necesaria unión entre ética y política:
“ El hecho macizo e incontrastable, el que define por excelencia quién es y quién no es de izquierda, es el actual genocidio económico. Hemos dejado atrás el celebrado año 2000 y morirán, como en años anteriores, 35 millones de personas (en el holocausto judío murieron seis millones en cinco años) y cien millones de niños están sujetos a algún tipo de esclavitud (sí, ¡esclavitud!): económica, laboral o sexual. Mientras tanto, según datos de las Naciones Unidas, con menos de la mitad de lo que anualmente gastamos en armas se evitarían aquellas muertes.
Ser de izquierda es plantarse ante esta realidad y afirmar que superarla es la primera y fundamental causa política de la humanidad. Que no hay otra comparable y que mientras no esté cumplida, todas las demás reivindicaciones, del tipo que sean, pueden esperar.
(…) Es de izquierda quien se rebela y no acepta este orden establecido, quien está convencido que es posible cambiar estas cosas y lucha por ello; quien está efectivamente al lado de los más desfavorecidos; quien lucha por la vigencia de los Derechos Humanos empezando por los de los excluidos. Es evidente, una vez más, que no se trata de una formación política teórica, sino de una actitud de vida.
(…) Quien es de izquierda no habla de “pobres” desde el mero punto de vista económico o político. No habla como si fuese simplemente una cuestión de “dinero” sino, sobre todo, de dolores y olores, de hambres y malestares de estómago, de no saber tomar el lápiz o leer el cedulón del municipio… Quien es de izquierda sabe que hablar de “pobres” es un asunto de “poder”, de valer y de dignidad.
(…) No hay izquierda que valga si no sabe superar la escisión entre ética y política. Si la ética requiere siempre una traducción política, ello no consiste en otra cosa más que emitir un juicio crítico insobornable contra el genocidio económico que mencionamos al principio.
El principio ético-antropológico de universalidad no es, por paradójico que parezca, la persona, el sujeto, sino el no-sujeto, la no-persona, el pobre, el marginado, el que ha sido despojado –apelando incluso a la legalidad vigente- de su dignidad, de su humanidad.
Porque más allá de las éticas de la responsabilidad y de la convicción está la ética de la compasión, que no es, como muchos afirman confundiendo las cosas, hacer obras de caridad, sino un activar eficazmente el sentimiento de solidaridad con los últimos para que dejen de serlo de una vez por todas.Porque si es irresponsable vivir exclusivamente de principios ideales, tambien es inmoral el renegar de ellos y conformarse con lo que está dado, con la realidad tal como se me presenta. Etica y utopía no pueden disociarse.
Luis Pérez Aguirre, Desnudo de seguridades. Reflexiones para una acción
transformadora, ed. Trilce, Montevideo, 2001, pp.108-112.

 

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