La violencia es consecuencia e instrumento de la creación caída. Es el reinado de la muerte en todas sus formas. No se limita al empleo de armas de fuego, sino que está presente en toda relación quebrantada, en toda injusticia institucional, en toda confusión y caos, en toda condición opresiva, en toda situación de sufrimiento humano, en toda falsedad.
La contra violencia solo puede continuar el reinado de la muerte, aunque sea en forma diferente. Jacques Ellul dijo que cada acto de violencia, por pequeño que sea y cualquiera sea su propósito, tiene el efecto moral de aumentar el poder de la violencia en el mundo. No hay guerras que terminen guerras, guerras que humanicen y liberen, guerras santas, revoluciones justas, ni violencia gloriosa y salvadora.
Confesarse en contra de la violencia no es cosa ligera. Puede merecer el desprecio de los que la consideran el único camino para el cambio. La guerra, además, es negocio y asunto moralmente serio para mucha gente.
La cruz es el gran escándalo del Nuevo testamento. Los que confían en el poder político y militar se escandalizan ante esta postura de servicio no-violento de Jesucristo. ¡Dios entra en la historia humana en forma de siervo!
Mientras que la historia se escribe en torno a imperios, dinastías, gobernantes, generales, batallas, elecciones, los ricos y los poderosos, el testimonio bíblico proclama que el significado central de la historia ser revela en la Persona que se identificó con los pobres y vulnerables; que vivió en el mundo como un siervo sufriente; que rechazó las tentaciones de poder político y militar; que ejerció su reinado lavando los pies a sus discípulos y dando su vida para que otros pudieran vivir.
La comunidad mesiánica, comunidad del siervo sufriente, no está llamada a ejercer influencia por los mismos métodos que los poderes del mundo. Insertada en él, debe mantener la independencia y la perspectiva necesarias para ser obediente a su rol profético. Por el poder del Espíritu Santo debe constituirse e paradigma, proveyendo modelos de amor, justicia y reconciliación que ella misma practica, debe mostear que la voluntad de Dios es igual para toda la humanidad.
Ser agentes activos del reino de Dios es el más alto llamado para a iglesia. El reino genera nuevas fuerzas de Shalom (rectitud, justicia y paz) rompiendo de esta manera el círculo vicioso de muerte y deshumanización que domina el mundo.
Milka Rindzinski (Teóloga menonita, estudio en los Seminarios Menonitas de Montevideo y Elkhart, EE.UU)
Tomado del Boletín Ecuménico Junio 1984
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