Hacia finales del siglo XIX y en las primeras decadas del siglo XX, en las luchas anticlericales y por el estado laico en diversos países de América Latina, protestantes confluyeron en sus intereses con masones, liberales y socialistas. La visión ideologica del protestantismo de misión en este momento, era que el católicismo romano era una forma de “yugo papal” y consolidaba “la ignoacia y el retraso” del pueblo latinoamericano, y la visión de muchos colectivos de migrantes protestantes que venían huyendo de la persecusión religiosa en Europa, también consideraron que la separación de la Iglesia y el Estado garantizaría la libertad de conciencia, educación y culto.
El proceso de secularización en Uruguay abarcó seis décadas -desde 1870 a 1930- y tuvo varios hitos que dieron al Estado responsabildiades que antes estaban compartidas con la Iglesia Católica, de los que cuales la reforma educativa impulsada por José Pedro Varela acaso sea el más significativo porque condensó el impulso modernizador, y la educación se volvio el espacio más importante de consolidación del ideal de nación homogenea.
En Uruguay ese cruce unío a varios referentes del protestantismo con el batllismo, una figura muy destacada de ese momento fue el el médico psiquiatra Santín Carlos Rossi, quien sería designado presidente del Consejo de Enseñanza Primaria y Normal en enero de 1930, que así mismo era un militante metodista. En esta misma linea varios representantes departamentales de origen valdense y diputados departamentales como Oscar Griot (1922), acompañaron los postulados y reformas laicas desde el batllismo. Así mismo podriamos deternos en la obra educativa con espiritú laico y plural del protestantismo en Uruguay, analizado para el caso valdense por el historiador Roger Geymonat en su libro “El templo y la escuela”.
Aunque estos hitos historicos unen la tradición filosofica de sectores importantes del protestantismo de hace un siglo con la laicidad, hoy nos encontramos frente a nuevos desafíos que nos plantean repensar las formas de la laicidad, como un arreglo de convivencia en un mundo plural. Más aún cuando la tradición de apoyo a la defensa del Estado laico en Uruguay por parte de las iglesias protestantes, no es una laicidad que censure las opiniones, o que busque privatizar la discusión plural de ideas o reprivatizar la politica y la religión al ambito de la vida familiar.
En este sentido a proyectos de ley como el Consejo de laicidad en Uruguay enarnbolado por el sector de ciudadanos del partido colorado, o el de Escuela sin partido en Brasil llevados adelante por sectores afin al gobierno de Bolsonaro, muestran una intencionalidad de sacar de las aulas la posibilidad de los alumnos y profesores de intercambiar y debatir sobre aquello que estaría relegado a las responsabilidad de las familias, que serían: la religión, la sexualidad y la política.
Los argumentos que plantean estos proyectos se enarmcan más en la vieja idea de la lucha del anticomunismo que plantea las “aulas como lugar de adoctrinamiento”. Por ello los postluados de estos proyectos son considerados por los sindicatos docentes como una “caza de bruja” o una “inquicisión” ya que atacan directamente a la libertad de catedra docente, en detrimiento del debate plural de ideas y creencias. La pluralidad en el aula ya esta garantida por la actual Ley General de Educación, la 18.437, del año 2008, en su artículo 17 establece que “el principio de laicidad asegurará el tratamiento integral y crítico de todos los temas en el ámbito de la educación pública, mediante el libre acceso a las fuentes de información y conocimiento que posibilite una toma de posición consciente de quien se educa. Se garantizará la pluralidad de opiniones y la confrontación racional y democrática de saberes y creencias”.
Por lo que en un país y un mundo cada vez más plural y donde existen cada vez más mecanismos de control sobre la información, el cuerpo y la vida de las personas, los cuales se presentan como totalizantes. El debate sobre la laicidad creo en lo personal no precisa leyes que generen censores ideologicos, sino al contrarío, debería como sociedad invitarnos a pensar herramientas y espacios, educativos, sociales y religiosos, que apunten a la libertad y la plenitud de vida. La laicidad debería ser la herramienta y el acuerdo que nos habilita al encuentro con el otro y la otra, incluso en la diferencia y la discidencia de opiones, valores tan caros al mejor espiritú protestante uruguayo.
Nicolas Iglesias Schneider
Fuente: Pagina Valdense, Agosto 2021.
Deja tu comentario