Entrevista con Luis Aranguiz Kahn sobre su tesis de Maestría titulada: El cristianismo sionista como teología pública transnacional: el caso del apoyo evangélico al Estado de Israel en Chile


¿Cuales sus postulados teológicos y cómo influyen en lo político?

Es sabido que en el ámbito de las iglesias evangélicas, hay algunas de ellas que son proclives a exhibir un afecto por todo lo que remita a la cultura judía en general y al judaísmo bíblico en particular. A veces, esto que podríamos llamar “filosemitismo”, se manifiesta materialmente en la utilización de símbolos judíos en el templo –los distintos tipos de candelabros, la estrella de David-, como también en algunos casos, en el uso de indumentaria típica de los ritos judíos –piénsese en aquellos que tocan el shofar o visten talit y kipá-. No obstante, el filosemitismo no siempre se dio de esta forma, y tampoco empezó recientemente.

La recuperación de un cierto afecto al pueblo judío, empezó a gestarse en el ámbito protestante. Grupos como los pietistas y puritanos desarrollaron una inclinación particular a los símbolos del pueblo bíblico en la medida que la experiencia histórica de Israel permitía interpretar el porvenir. Esto que tradicionalmente ha sido denominado “judeocentrismo”, puede entenderse como la centralidad que tiene el pueblo judío en el plan escatológico de Dios para la historia. La señal decisiva del fin está en el retorno de los judíos a su tierra. Ahora bien, este filosemitismo judeocéntrico se da en un plano específicamente teológico. ¿Cómo se traduce políticamente?

Probablemente, el antecedente más importante en este aspecto sea la carta “Palestina para los judíos” al presidente Harrison en 1891, del empresario metodista dispensacionalista estadounidense William Blackstone. Ahí, con la vista puesta en los casos de persecuciones a los judíos, se apelaba desde un punto de vista cristiano, a la idea de que los judíos tuviesen control territorial sobre el área de Palestina. Este paso de una comprensión teológica a una acción política es lo que distingue al filosemitismo del cristianismo sionista. Este último se entiende específicamente como la promoción cristiana del control territorial de los judíos sobre palestina.

Las convicciones teológicas que ven en el retorno de los judíos a territorio palestino un cumplimiento profético, tuvieron un poderoso refuerzo con la creación del Estado de Israel en 1948. Desde entonces, y de distintas maneras, se han generado una serie de organizaciones cristianas en el mundo que promueven y/o alientan mayor control ya no del “pueblo judío” sino del “Estado de Israel”, sobre Palestina, pasando así de un “judeocentrismo” a lo que denominé “israelcentrismo”. Los modos de influir son, primero una concientización entre los cristianos de la necesidad de apoyar a Israel. En clave social, hay quienes financian el retorno de judíos al Estado de Israel. En clave política, hay quienes realizan lobby para promover alianzas interestatales con Israel. Desde luego, la dimensión ideológica también es relevante en la medida que un tema como este puede ser clave en la orientación del “voto evangélico”.

Por todo lo anterior, conviene destacar la diferencia entre un afecto teológico por el pueblo judío, y las acciones públicas y/o políticas proclives al Estado de Israel. Son cosas muy distintas. Con todo, es en lo primero donde reside el potencial de lo segundo, pues es posible lograr movilizar a los evangélicos a posicionarse públicamente a favor de Israel, incluso si muchos de ellos lo ven como algo religioso y no como algo político.

 

¿Se puede ser sionista y antisemita?

El término “antisemitismo” es delicado. Lo distinguiría en un sentido amplio y uno específico. En un sentido amplio, corresponde a todo tipo de hostilidad contra los judíos. En un sentido específico, es la persecución sistemática de los judíos. En esta última clave, uno puede mencionar dentro de la historia cristiana, lo ocurrido con los cristianos alemanes favorables al nazismo.

En principio, ser sionista y antisemita podrían considerarse opuestos. Sin embargo, una de las cuestiones más interesantes que suscita el cristianismo sionista, es que en algunos casos sus promotores piensan que los judíos tarde o temprano se convertirán al cristianismo. El propio Blackstone promovía la evangelización de judíos. Desde luego, dado que para los evangélicos la evangelización es un tema de gran importancia, no extraña que los judíos también estén incorporados en la agenda.

Esto último, no obstante, en el propio ámbito judío genera una cierta preocupación que puede verse en debates del ámbito angloparlante. ¿En qué medida los evangélicos les ofrecen su apoyo como una suerte de estrategia tras la cual se oculta el propósito de cristianizarlos? Si este propósito velado existe, claramente tenemos un problema de percepciones. Por una parte, para el evangélico pro Israel que en última instancia busca la conversión de judíos, esto es positivo; mientras que para los propios judíos puede ser negativo. En otras palabras, la evangelización de judíos puede resultar hostil. ¿Puede sostenerse que por las consecuencias últimas que este propósito tendría, a saber, una progresiva pérdida de la identidad judía o una “desjudaización”, se lo pueda considerar antisemita? No lo tengo claro. Pienso que en este punto tendremos que mirar con más atención el debate dentro de las comunidades judías.

Con todo, en la medida que el cristianismo sionista opera en un plano eminentemente público y político, hay una cierta lógica pragmática que queda muy bien reflejada en una afirmación que hiciera el publicista judío Irving Bristol: “es su teología, pero es nuestro Israel”.

 

¿Cuáles son actualmente las principales alianzas geopolíticas del sionismo cristiano y cuál es la agenda?

El año pasado se difundió entre los evangélicos una noticia en la que Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, sostenía que “los cristianos evangélicos son los mejores amigos de Israel”. No obstante, esta idea en el PM puede rastrearse al menos al año 1998. A nivel de actores evangélicos estadounidenses, los vínculos están mucho más afianzados mediante organismos como la Embajada Cristiana de Jerusalén, mediante acciones públicas de apoyo de todo tipo, guiadas por actores como John Haggee y Christians United for Israel (CUFI), organización que fundó en 2006 y que es un referente para los cristianos pro Israel en otras latitudes también.

No se puede hablar de “alianzas geopolíticas” porque el cristianismo sionista opera todavía en un plano primordialmente ideológico. Esto significa que aún no desarrolla capacidad de proponer política exterior. Lo que si puede decirse es que, en la medida que el apoyo a Israel ha sido históricamente un tópico de la agenda de la derecha cristiana usamericana desde los ‘80, al menos ha sido un elemento que ha reforzado ideológicamente el apoyo que los evangélicos brindan a la política del país en Medio Oriente.

En este aspecto es muy importante destacar el hecho de que, especialmente luego del atentado a las Torres Gemelas en 2001, si para algunos segmentos de la sociedad parecía ser que el “choque de civilizaciones” de Huntington vino a ser una profecía cumplida, para el sionismo cristiano dicha tesis vino a ser la reafirmación secular de lo que comprenden como un gran conflicto entre judíos y árabes desprendido de la historia bíblica de Ismael e Isaac. Por eso no es extraño que los cristianos pro Israel vean la realidad global de acuerdo a códigos binarios como Occidente/Oriente, cuyas implicaciones son judeo-cristianismo/islamismo, paz/odio, democracia/terrorismo, entre otros.

El cristianismo sionista, en cierto sentido, es deudor de la idea de que en el mundo hay dos grandes megaidentidades que están en pugna, la judeo-cristiana y la islámica, la occidental y la oriental, cada una de las cuales está encarnada en un cierto bloque de Estados y actores políticos precisos. Pero a la vez que deudor, es un movimiento que resulta también provechoso precisamente para una agenda global en la que la realidad es interpretada bajo estos mismos códigos. En efecto, que los cristianos evangélicos vean el escenario global según dichos binarismos puede incidir en la forma en que votan. Si un candidato presidencial es contrario a Israel, es también contrario a Dios. De ahí que un candidato que busca el apoyo evangélico, no pasaría por alto ese asunto. En la campaña presidencial de Trump, Mike Pence tuvo un rol importante en este tópico. Desde luego, el movimiento de la embajada de EEUU en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén fue vista con buenos ojos por los cristianos sionistas como cumplimiento del apoyo a Israel. Por ello, tampoco extraña que quien secundó a Trump en esta política haya sido el presidente evangélico guatemalteco Jimmy Morales. En el reciente caso del apoyo evangélico a Bolsonaro y su posición favorable a Israel, también se podría hacer el ejercicio de rastrear si este vínculo existe.

Como última nota, cabe destacar el hecho de que la simplificación binaria del mundo opaca la comprensión de las complejidades de la política en Medio Oriente. Existe una homogeneización de los arabo-islámico que no permite ver las tensiones regionales religiosas y políticas. Este “orientalismo” a la Said, ciertamente es un asunto que resulta desafiante para los evangélicos interesados en una comprensión más aguda de los escenarios políticos. Al mismo tiempo, la cuestión que subyace es eminentemente teológica. Por lo tanto, también hay un desafío que refiere a la discusión de este asunto en una clave propiamente religiosa pues es esta, finalmente, la que determina el comportamiento político.

 

Luis Aranguiz Kahn

Licenciado en Letras Hispánicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magister en Estudios Internacionales del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile