En las décadas de los 60 y 70 muchos golpes de Estado en América Latina se afirmaron en un discurso religioso que buscaba restablecer una sociedad “occidental y cristiana”. En Bolivia el proceso parece repetirse a través de dos modelos de cristianización y todo su instrumental simbólico que confluyen en este momento. Por un lado el de la Iglesia Católica de la época de la colonización española y por el otro, el de iglesias fundamentalistas con teologías de la prosperidad económica y del dominio político.
Esta alianza religiosa y militar también se vio plasmada en las palabras del jefe de la policía boliviana, el coronel Rodolfo Salazar, quien en un acto religioso declaró: “sometiéndonos bajo su soberanía y su autoridad, por gracia de Dios hoy somos parte integrante del ejercito más grande, somos soldados de Cristo.” De la misma forma procedió en el mismo acto el coronel Raúl Rubén, diciendo: “soy creyente, hijo de Dios. Y como coronel del ejército de Bolivia, restablezco un nuevo tiempo y entendimiento en las Fuerzas Armadas de Bolivia para cumplir su misión fundamental (…) Y hoy, revindico y consagro a las Fuerzas Armadas de Bolivia para Jesucristo y se someten al señorío de Jehova Tsebaoth, general de generales, Dios de los ejércitos. Amén«, dijo entre aplausos, gritos de amén de los presentes y música de fondo.
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