Desde la primera vez que escuche la frase “se terminó el recreo” me inundó una sensación que no la podía identificar, mezcla de angustia, de asombro, de enojo, de tristeza. Y me preguntaba ¿por qué?
Y cada vez que la seguí escuchando hasta el día de hoy me siguen embargando esas mezcladas emociones y creo que me enoja más cuando la repetimos en tono de broma, sin darnos cuenta del efecto que produce, porque es bien sabido que el lenguaje construye pensamiento, ¿y a quien le puede agradar que las niñas y niños sientan que en algún momento alguien o alguienes tengan el inmenso poder de negarles el recreo?
Y ahí estaba esa mezcla de angustia y dolor encerrados, justamente porque cuando decimos recreo nos retrotrae a nuestras infancias, a nuestros recreos y seguramente asoma una sonrisa a nuestros rostros.
Compartiendo con las compañeras y compañeros de trabajo qué sentían cuando decíamos en voz alta la palabra recreo, me confirmó aún más esta idea de cuidar la forma en que hablamos y de no dejarnos robar ni vaciar o cambiar de sentido aquellas palabras que remiten a las experiencias fundantes de las identidades, pero que forman parte además de la manera como nos educamos y producimos cultura en una sociedad.
Así recrean hoy desde la adultez esos inolvidables momentos: “Es el momento de la libertad, cuando en el aula todo es reglado ahí parece que las cosas son distintas, hay risas, diversión, se corre, se juega, se es en cierta forma. Recreo para el alma. Instancia de encuentro con une mismo y con los otres de disfrute y alegría. Recreo como espacio que habilita lo molecular, lo potencia. Fuga de la rigidez institucional del sistema educativo. Dar lugar a todo lo que se contiene el resto de horas que se está en el centro de estudio, cuerpos sentados, escuchando, quietos, pensando. Recreo, fluidez. Es el aprendizaje más profundo, es la cara a cara, hay que resolver los enojos, las discusiones, porque al otro día nos volvemos a abrazar para seguir construyendo el juego. Es lo más ansiado y deseado cuando estás en etapa escolar o secundario. Recuerdo y sonrío.”
Seguramente quien lea estas líneas traerá a su memoria sus propios recuerdos. Pero mi intención no es contar anécdotas sino recrear, volver al lugar que por derecho tiene el recreo y recordarnos nuestros compromisos con las infancias y adolescencias y su derecho intocable al recreo.
Ahora bien las niñas y los niños no disfrutábamos de la misma manera de los recreos. Y al día de hoy quizás en muchos lugares se sigue reproduciendo un recreo diferente que se transforma en desigual para las niñas y niños. Porque los recreos no escapan a la socialización de género. No es lo mismo el recreo para una niña o un niño. No son los mismos espacios que se tienen disponibles, los mismos permisos, las mismas habilitaciones del movimiento corporal, las formas de hablar, vincularse. No son las mismas prohibiciones, las mismas frases, los mismos límites. No son los mismos juegos. No son las mismas túnicas que se usan. Tal vez parezca algo fuera de lugar meterse con las túnicas, pero es interesante preguntarse por qué las túnicas de los varones se prenden adelante y eso conlleva la autonomía de que se la pueden prender solos y también sacárselas solos y las túnicas de las niñas se prenden atrás, necesitando alguien que las prenda y desprenda, perdiendo autonomía y con el “adorno” de un cinturón ajustando y marcando la cintura. Sólo baste pensar y recordar…
Y como no hay nada casual sino que todo es causal este recreo analizado desde la perspectiva de género nos confirma que hasta el lugar que recordamos con tanto cariño, nos socializa en la incorporación de valores y normas de la sociedad en la que vivimos y nos prepara para cumplir roles y funciones asociados a la pasividad, al deber ser para los demás, a las tareas más domésticas, a los cuidados, al maternaje…al espacio privado, a la falta de autonomía sobre nuestros cuerpos, al pedir permiso y autorización, al sentimiento de culpa frente al placer…y seguramente estarán pensando cuando leen esto “por suerte esto está cambiando”. Y acá no hay nada de suerte, acá hay compromiso, lucha y sororidad de las mujeres cambiando su mundo y el mundo.
Hay un enorme desafío para la educación, maestras y maestros, docentes, el recreo no se toca pero además están llamados a desafiar al sistema y desafiarse a sí mismes y recrear los recreos en igualdad de derechos y oportunidades. Y no sólo en tema de género sino en la interseccionalidad del género con la clase social, con la raza-etnia, con la discapacidad, con el territorio.
El 8M se ha transformado en nuestro recreo recreado desde las calles, tomando el espacio público para hacer escuchar nuestras voces. Saliendo de lo privado donde nos silencian, nos violentan y nos matan. En el 8M nos encontramos, nos conocemos y reconocemos. Todas somos invitadas, marcharemos desde nuestras diferencias pero unidas, tejiendo abrazos, abrazando los derechos, poniendo ternura a las luchas.
El 8M es nuestro. El recreo no se termina, recién empieza y nosotras le vamos dando contenido y forma.

Blanca Armand Pilón
pastora valdense.