Del Pueblo de Dios al poder central
Este artículo tiene como principal elemento disparador y a su vez surge a partir del libro Las Fuerzas Armadas al Pueblo Oriental, publicado por el gobierno de facto de Uruguay en el año 1976, y producido por la Junta de Comandantes en Jefe. El mismo hace un extenso y exhaustivo desarrollo de la situación del país en cuanto a organizaciones consideradas “subversivas” para el gobierno dictatorial, incluyéndose un capítulo especial dedicado a “grupos religiosos”. Este capítulo contiene un detalle pormenorizado de distintas confesiones religiosas y registra en varias oportunidades con nombre y apellido a diversos obreros de la Iglesia Valdense (entre obreros, ministros, párrocos y laicos de otras denominaciones).
Sin embargo, el hilo conductor del libro gira en torno a explorar las organizaciones y fundamentalmente las organizaciones populares. Revisando las características de todas las organizaciones y experiencias que se van enumerando, parece ser un requisito excluyente para formar parte de esta lista el tener una forma plural, asamblearia o democrática en su organización. Organizaciones de jerarquías cuidadas o con espacios de decisión que no contengan alguna instancia democrática no figuran en esta extensa lista. Haciendo un racconto de la cuestión lo que hay es un intento por catalogar lo comunitario, la oportunidad del encuentro y el compartir en comunidad, rasgo elemental de los y las cristianas, como producto de una supuesta “infiltración marxista”. De esta manera, esta forma organizativa es señalada como peligrosa.
Resulta también importante revisar alguna de las cuestiones que se formulan en torno a esta cuestión, por ejemplo, la advertencia del Papa Pío XI frente a este fenómeno: «El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir en ningún campo la colaboración con él de parte de los que quieren salvar la civilización cristiana», subrayada especialmente al hablar de los “grupos religiosos”. Lo horizontal de las nuevas formas de ser iglesia que emergían en la época, junto a un intento por generar un discurso político desde las comunidades de fe y no desde una cúpula determinada (tomando este punto especial relevancia en lo referido a la Iglesia Católica), era catalogado como comunista y por tanto debía ser perseguido y eliminado.
Ahora bien, ¿por qué existía la preocupación acerca de lo comunitario? ¿acaso era real, como es subrayado en otra parte de la publicación, la “deformación” de “la fe y la moral evangélica”? Sostenemos que lo comunitario resultaba peligroso para el gobierno militar. Pero no eran peligrosas especialmente las formas que tomó “lo comunitario” en sí, ni los discursos que formuló. Tampoco lo eran los vínculos que sostenía con otros espacios y organizaciones. No era eso en particular lo que generaba la mayor preocupación, sino la mismísima característica, intrínseca a lo comunitario, de generación de un poder alternativo. El encuentro y debate de ideas, la coordinación de acciones comunes, la generación de una lógica distinta a la del poder central, resultan fuertemente peligrosas para el sostenimiento de este poder: le disputan su rol monopólico y hegemonizante.
El carácter totalitario del régimen que estaba instituido no podía admitir disidencias. La discusión de las ideas, el proyecto, el método y las acciones del gobierno militar estaban amparadas en su doctrina y no deberían ser puestas en discusión. En ese marco, el debate era censurado, los periódicos clausurados, pero más aún, la “reunión”, como tal, no debía ser permitida. El intercambio entre las personas era peligroso y lo comunitario era, por excelencia, el lugar donde esto ocurría con total naturalidad.
La característica común que aglutina a todas estas experiencias, y peligrosa para cualquier poder que intenta lograr la uniformidad de ideas, es la de configurarse como comunidades. De una u otra forma, comunidades civiles o comunidades cristianas aparecen atacando a la médula de una forma de gobierno que intenta disgregar a todo el cuerpo social. Lo comunitario resulta la antítesis de esta forma centralista y jerárquica de organización.
Lo comunitario encuentra a las personas reunidas, integrándose, convocando a los puntos de encuentro y logrando construir una nueva cosa, algo nuevo que surge: eso, es, fué y será, lo profundamente peligroso.
Tomás Barolin Tron
*Artículo publicado en Página Valdense, agosto de 2019
Deja tu comentario