Por Dante Matta.

A continuación se presenta una introducción a varios temas que se desarrollarán en una serie de artículos. En el futuro, quisiera cubrir en profundidad los siguientes temas: cómo se forman las cleptocracias (Irán, Siria, Venezuela), el autoritarismo como forma de fosilización de la colonialidad, la máquina de propaganda de los estados autoritarios y su retroalimentación internacional (Irán, Rusia, Venezuela), así como, analizar varios puntos de la propaganda siria en relación al desarrollo propagandístico de Venezuela.

El mundo árabe y el latinoamericano se desconocen y se perciben mutuamente a través de dos vidrios igualmente distorsionados: el sesgo de los prejuicios culturales o el nacionalismo tercermundista. Son los narcotraficantes y los terroristas, o, los resistentes al imperialismo y los héroes revolucionarios: Pablo Escobar y Bin Laden, Assad1 y Che Guevara.

De hecho, el nacionalismo árabe y la izquierda nacionalista latinoamericana2 tienen mucho en común: una sensibilidad y una retórica influenciada por la izquierda revolucionaria europea del siglo XX, una concepción pan-nacionalista que busca formar un bloque de estados-pueblos3 y la idea de un extranjero metafísico y todopoderoso, que nos domina y nos controla, como obstáculo último para la emancipación. Comparten también un menosprecio hacia la transparencia democrática, la separación de los poderes, la autoridad de la ley, percibidos como herencia colonial o una configuración “democrática burguesa” del Estado y, por último, una concepción mesiánica del líder político.

La diferencia más importante entre estos dos, es que la izquierda nacionalista latinoamericana fue reprimida por dictaduras apoyadas o impuestas por el extranjero, cuando el nacionalismo árabe fue triunfante y gobernó varios países durante décadas (Egipto, Túnez, Argelia, Siria, Irak). El ejercicio del poder mostró a las masas arabes los límites de la retórica y la realidad de un poder sin contrapoder: la instalación progresiva de un rey republicano4 y su consecuencia lógica: la rápida caída en la cleptocracia5. Por otro lado, en América Latina, el hecho de que no lograron el poder en la gran mayoría de los casos y de que fueron objeto de una represión de tipo neocolonial6 les transformó en los héroes de lo que “habría podido ser” y les otorgó una aura de incorruptibilidad ya que “habían sufrido por la causa”: eso se parece mucho a lo que ocurrió en el mundo árabe donde la mayoría de los poderes políticos posindependencia basaban justamente su legitimidad en su lucha histórica contra el poder colonial (Argelia, Túnez, Egipto): en los dos casos, el hecho de haber sufrido les otorgó esta aura popular que les facilitó luego el camino a las formas autoritarias de hacer política. Esto se vio de vuelta durante la “primavera árabe” del 2011 y las elecciones que surgieron de ella: sistemáticamente se dio la victoria a formaciones del islam político, las mismas que fueron duramente reprimidas durante las dictaduras militares, las cuales formaban parte del nacionalismo árabe. El ejercicio del poder produce luego el mismo efecto: se pierde progresivamente esta aura y los nuevos dirigentes se encuentran frente a un dilema: la retórica o el pragmatismo.

El caso tunecino es bien interesante: después de la revolución democrática de 2011 ganó la formación del islam político (Ennahda) y rápidamente perdió popularidad, porque los problemas socio-económicos (corrupción, desempleo) requieren un trabajo a largo plazo, y en lugar de aferrarse al poder y ocultar sus propias responsabilidades detrás de la injerencia extranjera, decidieron no presentar un candidato en las elecciones presidenciales del 2014: gobiernan desde entonces en el parlamento en conjunto con el partido mayoritario secularista (Nida Tounes), a pesar de que este sea un representante del antiguo régimen. El abandonar el poder político cuando consideraron que se iba el apoyo popular, les permitió evitar un suicidio político a largo plazo y salvar los logros de la revolución democrática, que hubiera podido terminar como en Egipto, donde la polarización extrema de la sociedad y un poder político recién electo que confundió mandato popular y derecho a mandar, facilitaron el regreso sangriento del antiguo régimen.

La alternativa, que consiste en encasillarse en el poder en el momento en que se siente que este está por perderse, se encuentra bien ilustrada por la actual crisis venezolana: al perder el apoyo popular entre 2013 y 2015, Maduro destituyó la Asamblea Nacional7, encarceló a las figuras más importantes de la oposición8, prohibió más de 50 partidos opositores9 (incluso de tendencia chavista crítica, como Marea Socialista), destruyó al sindicalismo10 y es la retórica que reemplazó cualquier otro tipo de política: la mayor crisis económica del mundo moderno se explica por un “bloqueo de EEUU”11, los opositores “son terroristas pagados por el extranjero”12, y el exilio masivo es una “mentira de la ONU”13. Esta lógica no es exclusiva del caso venezolano pero es ejemplar por la dura crisis económica y política que atraviesa el país desde el 2014.

La reacción siria a la revolución democrática de 2011 fue similar, pero fue recibida de manera muy distinta en la región dado que la mayoría de los países arabes vivieron situaciones similares en carne propia, cuando al contrario, la izquierda latinoamericana, en mayor medida, aceptó el relato madurista por tres principales razones: el tribalismo nacional y político, debido a que “el otro bando”, sea EEUU o las derechas regionales apoyan a la oposición, sin tomar en cuenta que Maduro está totalmente sometido y asfixiado económicamente por Rusia y China, y una suerte de fe ideológica: es mucho más cómodo acusar al “diablo yankee” que examinar las razones profundas del fracaso brutal del proyecto chavista, el cual fue un gran símbolo de la izquierda latinoamericana de los años 2000, y, en última instancia, el trauma del Plan Cóndor14 que favorece respuestas emocionales, y no le faltó indecencia a Maduro para aprovecharse de ello15.

Pero al usar durante décadas esta retórica del antiimperialismo y acusar a toda oposición interna de ser un “agente del exterior” para tapar la corrupción y el autoritarismo brutal que vivía de manera cotidiana la población, el nacionalismo y la izquierda árabe están políticamente muertos16 a pesar de que esta fuera la mayor fuerza política del mundo árabe entre los años 1960 y 1980, y no queda mucha duda, de que los venezolanos no van a querer escuchar hablar de revolución socialista durante mucho tiempo, si logran salir de la dictadura actual.

Lo que puede aprender la izquierda latinoamericana del mundo árabe para evitar esta situación, es centrarse sobre la importancia capital de la transparencia y la apertura política, ya que sin ella, no hay otro logro que el de la destrucción de la sociedad civil, el rechazo al caudillismo, la integración de la sociedad civil en los procesos democráticos y no su subyugación al partido, el abandono del campismo17 y el compromiso intransigente con los DDHH como criterio de política exterior e interior.

Dante Matta

1 Bashar al-Assad recibió el apoyo explícito de Fidel Castro, Evo Morales, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Rafael Correa, y un apoyo de hecho, en menor medida por parte del gobierno de Dilma Rousseff y Cristina Kirchner.

2 Tengo consciencia de que esta posición no resume la integralidad de la compleja y diversa izquierda latinoamericana, y me excuso de antemano en relación a todos, y sé que son muchos, que siempre rechazaron a estos callejones autoritarios. Me refiero en particular a la izquierda nacionalista, que se distingue de la izquierda clásica europea por su historia heredera de las luchas anticoloniales del siglo XIX y que posee por consecuencia también un fuerte componente patriótico. En el sentido que se piensa a menudo como la prolongación de la lucha anticolonial, la llamo nacionalista, sin juicio de valor.

3 El estado “revolucionario” se concibe como la expresión del pueblo, y no como la mediación entre diferentes capas de la sociedad y la estructuras de poder. La autoridad de este estado representa entonces “el pueblo”, y por consecuencia, apoyar la autoridad estatal significa apoyar el pueblo.

4 La mayor expresión de eso se encuentra en Siria, donde se reformó la Constitución para poder bajar la edad mínima de un presidente para que Assad hijo pudiera asumir el poder.

5 Gobierno de los ladrones. Sin contrapoder, y con la nacionalización de los recursos naturales, la autoridad política se vuelve necesariamente una oligarquía, y termina por dedicarse más a la gestión de la venta de la economía nacional que a cualquier otra cosa. Es la forma máxima del estado neocolonial.

6 Ver la doctrina Monroe.

7 https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_institucional_de_Venezuela

8 https://elpais.com/internacional/2017/08/01/actualidad/1501565612_357125.html

9 https://prodavinci.com/sobre-la-ilegalizacion-de-partidos-en-venezuela/

10http://www.el-nacional.com/noticias/economia/sindicatos-maduro-iguala-hacia-abajo-todos-los-trabajadores_251559?fbclid=IwAR3FCBMRrW9kyWsoPPuqE32_P4H9l8_FTbFTlNuHRnRyzGg0CmvqcE5NXNU

11 Cuando EEUU sigue siendo el principal importador de petróleo y sus productos circulan libremente en el país.

12 https://peru21.pe/mundo/venezuela-nicolas-maduro-senala-terroristas-opositores-390110

13https://ladiaria.com.uy/articulo/2019/1/vicepresidenta-de-venezuela-asegura-que-cifras-de-onu-sobre-emigracion-venezolana-son-una-absoluta-mentira/

14 El plan Cóndor (1975) fue la planificación de un genocidio político a la escala de un continente, dirigido por EEUU contra las izquierdas latinoamericanas en el marco de la guerra fría, el cual condujo a la muerte de 50.000 personas.

15 https://www.elpais.com.uy/mundo/maduro-compara-situacion-afronto-allende-chile.html

16 En ninguna de las elecciones libres del mundo árabe del siglo XX (Líbano, Egipto, Marruecos, Túnez), una formación de izquierda logró clasificarse para la segunda vuelta.

17 El campismo es una lectura de los conflictos políticos en términos de conflictos internacionales, sin tomar en cuenta los pueblos como sujetos políticos. La guerra civil siria del 2011, es el resultado de un largo proceso histórico endógeno, sin embargo, se entiende entonces como un conflicto entre Rusia y EEUU, o entre Arabia Saudita e Irán. Esta lectura conduce a apoyar el “mal menor” e identifica a la autoridad política del país como “el pueblo sirio”.