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Herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.” Salmo 127,3

Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.” Lucas 14,26 “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.” Lucas 8,21

Finalmente llegó Tekové Emet a nuestras vidas. Luego de años de planearlo y soñarlo mi esposa Kati quedó embarazada el pasado setiembre por un procedimiento in vitro. Y nació hace apenas unos días en Chicago. Ha sido asignado varón al nacer y hemos decidido tratarlo con pronombres masculinos hasta que él confirme su identidad, sea cual sea llegue a ser.

Haciendo un resumen, diría que todo el proceso de preparación para el embarazo y el embarazo en sí me presentaron varios desafíos; desde el buscar donante, hablar con los diferentes doctores de la clínica de fertilidad sobre las opciones, hasta cuestiones relacionadas a nuestra relación de pareja: reflexionar mi rol como madre, la madre no-gestante, entre otras. Añadido a todo esto también debíamos explicar a los familiares y amigos lo que íbamos a hacer. Nuestras amistades han sido increíblemente generosas con nosotras, y nos han apoyado durante todo el tiempo de incertidumbre y miedos a veces, así como de esperanza y alegría. Realmente se necesita una villa para criar un/a niño/a, en este sentido no podría estar más agradecida a nuestra comunidad, la comunidad que fuimos construyendo en los últimos diez años fuera del clóset y que nos ha cuidado, animado y realizado un esfuerzo adicional por nosotras.

Este es un momento muy feliz en nuestras vidas. Sin embargo, al intentar buscar textos sobre la maternidad en la Biblia no encuentro más que el peso de una cultura que exigía con vehemencia que los cuerpos femeninos produzcan descendencia para la casa patriarcal.

Como dice el Salmo 127, “cosa de estima es el fruto de vientre”, creo firmemente que el Dios de vida se regocija en las nuevas vidas, sin embargo esta idea se convirtió en un destino ineludible, en una prisión en la que nos han metido por ser mujeres.

Como madre que soy, como madre no-gestante de Tekové, este texto en 1 Timoteo 2,15 no me da esperanza, ni mucho menos gozo: “[La mujer]…se salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santificación, con modestia”. El panorama expuesto desde el Cristianismo, conservador, para mí ha sido claro: yo debía cumplir ese destino biológico.

Pero la evolución de mi vida no me ha llevado por esos caminos, como lesbiana en el clóset no caí en la tentación de contraer Herencia de Jehová son los hijos matrimonio con un hombre para aparentar, aunque esa idea pareció por muchos años la única salida de la soledad. Entonces, la maternidad tradicional no estuvo en mis posibilidades.

Esto cambió cuando empecé una relación de pareja con Kati hace diez años, y cuando comenzamos a soñar con que podríamos alguna vez tener un/a hijo/a juntas.

Aquí quisiera expresar mi solidaridad con todas las personas que están intentando o intentan ser madres/padres y que por desigualdades del sistema médico o económico aún no han podido hacerlo.

Nosotras lo hicimos y las palabras de Jesús en Lucas 14,26, sobre aborrecer a padre y madre para seguir a Jesús –aunque suenen fuertes– sí me dan esperanza, porque interpreto el texto desde la mirada “queer” de Jesús; queer en el sentido de algo no convencional, de dar vuelta todo lo establecido y cambiar paradigmas, actos queer como aquel que siendo Dios nació hombre en un establo, y que habló del Reino (de la comunidad amada de Dios) a los que están fuera del templo y lejos de sus autoridades; aquel que volteó las mesas de los mercaderes en plena fiesta, cuando más movimiento comercial había, el que entró montado en un humilde asno siendo el Mesías.

El Nazareno que libera, cuando dijo: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la obedecen”, (Lucas 8,21), rompiendo así la hegemonía patriarcal sobre los descendientes.

Este texto me libera porque descubro que el lazo biológico no es lo que define qué es familia, una idea radicalmente revolucionaria para los tiempos de Jesús y aún ahora, que me permite saber que al hacer la voluntad de nuestro Dios –que se resume en amor– los lazos de afecto forman también familia, el tipo de familia que elegí buscar y que la vida me permitió tener.

Me permite tener la certeza que mi amor, mi cuidado, mi compromiso por Tekové es suficiente para sentirme también su madre. Tan madre como lo es Kati.

Las personas LGBT nos encontramos con muchas piedras en el camino para cualquier empresa en la que nos embarquemos, yo creo firmemente que se sobrevive, se sobrelleva y se aguanta mejor en una comunidad donde la solidaridad, el amor y el respeto sean los motores que creen esta familia queer, que no tiene nada que ver con la Biología. La familia que vamos formando en los caminos de la vida, la familia del amor, del corazón, la que Jesús prefirió.

Esther Baruja Miembro de la Iglesia Unida de Cristo de los EEUU. Actualmente en proceso de ordenación pastoral.

Articulo tomado del suplemento «Levadura» de la Revista Vida Abundante, Iglesia Evangélica del Río de la Plata. (Agosto 2015)