olyDebo confesar que Olimpia Morata, es mi favorita entre todas estas mujeres de la Reforma. Su vida fue trágicamente corta, pero fue un brillante testimonio de su fe y de su increíble amplitud y profundidad de su formación.

Su padre era un erudito italiano, y la condujo de tal modo que a la edad de 12 años, fue llamada como compañero y tutora de la joven Anna d’Este de Ferrara, la futura esposa del (infame) François, duque de Guisa. Durante su tiempo en la corte de Ferrara, fue invitada a dar una conferencia a la corte ¡en griego y en latín!

Luego de abandonar la corte para cuidar a su padre declinante, ella cayó en desgracia con el duque. Parece que fue durante este tiempo en que a causa de sus convicciones, sustentadas previamente intelectualmente junto con sus amplios intereses filosóficos y literarios, despertado en ella una fe viva y verdadera en Jesucristo, y marcó un punto de inflexión en su vida.

Fue también que durante este tiempo Andreas Grunthler, un médico alemán de confesión Reformada, de formación clásica y un amante de la literatura, solicitó su mano en matrimonio. Olimpia cayó apasionadamente enamorada de él, y se casaron en torno al 1550.

La vida no fue fácil, ya que viajó a Alemania donde su marido esperaba encontrar una posición en una universidad. Se enfrentaron con la persecución, incluso fueron encarcelados, y apenas escaparon con vidas antes de encontrar paz en Heidelberg. Su salud sufrió como resultado de esta situación, y cuando el elector palatino le ofreció la increíble posición de dar una conferencia en una universidad, parece que ella se vio imposibilitada de hacerlo. Murió poco después, seguida por su esposo y su pequeño hermano.

La fe de Olympia parece que fue en aumento y se hizo más fuerte a lo largo de su vida y sus privaciones. Durante su vida, escribió diálogos, tanto en latín como en griego (¡incluyendo cartas de amor a su marido!), un salterio en griego muy popular, y mucho más. Theodore de Beza, él mismo uno de los grandes clásico y teólogos de la Reforma, escribió un elogio sobre ella. Su corta pero fiel vida fue bien resumida en sus propias palabras cuando escribió: «No hay ningún lugar del mundo sea tan distantes que no estaríamos encantados de vivir en él, si pudiéramos servir a Dios allí con plena libertad de conciencia. » (La Vida de Olimpia Morata, 128.) (The Life of Olympia Morata, 128.)

Aporte de Lisandro Orlov