Nos acercamos a la celebración de un nuevo aniversario de la Reforma Protestante que encabezara Martín Lutero. Sin duda, uno de los grandes aportes de este movimiento que marcó la historia de la iglesia y la historia en general fue, bajo el principio Sola Scriptura, liberar a la Biblia de las ataduras del autoritarismo.
Como sabemos, la Biblia había sido secuestrada por la jerarquía de la iglesia que podía acceder a su lectura en latín, había sido cautiva de un Magisterio que la subordinaba en su autoridad y en su forma de interpretación y había sido reducida a la interesada función de legitimación del poder existente.
De manera que, con su traducción y difusión en las lenguas vernáculas, con la afirmación de su más alto carácter inspirador de la fe y con la postulación de la libertad de conciencia como condición para su fiel interpretación, la Reforma liberó a la Biblia para que ella cumpliese el propósito para el que fue escrita: ser la memoria de la fe y la fuerza de la esperanza de los despreciados, sojuzgados y violentados por el poder de turno.
Por eso hoy vemos con enorme preocupación y dolor que el gobierno de Israel y la ideología sionista utilicen el Antiguo Testamento, lo que podríamos denominar la Biblia del judaísmo, para avalar la usurpación del territorio palestino, para ejercer una violencia indiscriminada que se ha cobrado miles de vidas y para instaurar un régimen de apartheid.
Por lo cual, parafraseando la consigna “No en nuestro nombre”, que en distintas partes del mundo, judíos y judías han proclamado como protesta contra el bombardeo de Israel en Gaza y contra el genocidio palestino, y animados por la celebración de la Reforma, debemos decir también: ¡No en el nombre de la Biblia!
El Antiguo Testamento para el judaísmo y toda la Biblia para el cristianismo constituyen el documento primario de nuestra fe, una fe que se define por el amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, tal como lo consigna el Shemá Israel y las enseñanzas de santidad y justicia de Levítico 19.
Oye, Israel: […] ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. (Deuteronomio 6:5)
No uses la violencia contra tu prójimo ni le arrebates lo que es suyo. No seas vengativo ni rencoroso. Ama a tu prójimo, que es como tú mismo. Yo soy el Señor. (Levítico 19: 13 y 18)
Como sabemos, Jesús unió ambas indicaciones en una única pauta central de la fe en Yahvé, el Dios de Israel y del propio Jesús.
No en el nombre de la Biblia porque ella no es un documento cartográfico que establece los límites de la tierra que Israel tiene que colonizar y usufructuar, sin importar que allí viva un pueblo que tiene tanto derecho como Israel a tener su tierra y a vivir en ella en paz.
No en el nombre de la Biblia porque ella proclama un Dios que inspira valores y directrices éticas que liberan y promueven la conciencia, inhibiendo la implementación de una política de Estado que pueda consagrarse como un dictamen divino para todos y para todas las circunstancias. Si fuera así, no sería otra cosa que la instauración de una teocracia. Y convertir a la Biblia en propulsora de una teocracia –algo que Israel niega ser, pero a lo que cada vez se parece más— falsea su sentido de memoria de la fe y de fuente de esperanza para los despreciados, humillados y masacrados, para convertirla en una espuria sacralización de un régimen sociohistórico y de hombres que en su manejo del poder se erigen como los únicos y verdaderos intérpretes de Dios, o sea, que asumen el lugar de Dios.
Negar que la Biblia siga siendo utilizada para legitimar lo que en ningún caso puede considerarse legítimo no es ni antisemitismo ni ausencia de condena al terrorismo de Hamas, es simplemente afirmar que el mensaje bíblico no es otro que el de la paz, la justicia y la humanización de los vínculos humanos y sociales por más conflictiva que sea la situación.
En el nombre de todos los muertos y heridos que esta violencia enceguecida ya se ha cobrado, palestinos y judíos, hombres y mujeres, niños y niñas, en su nombre y en el de la Biblia: ¡Basta ya!
Raúl Sosa
Pastor metodista
30 octubre 2023
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