La fecha simbólica es el 31 de octubre de 1517, cuando Lutero envió una carta al arzobispo de Maguncia con 95 tesis para reformar la iglesia. Se trata de la primera carta que firma como “Martin Luther”, haciendo un juego de palabras entre su apellido paterno, Luder, y la palabra grecolatina eleutherios, el libre. No son la autoridad del papa, los concilios y la tradición eclesiástica determinantes o decisivos, sino sólo la palabra de Dios que hace libre al ser humano mediante la certeza del amor, la gracia y la misericordia que experimenta a través de la fe que Dios mismo regala. Luego de varias idas y venidas, de enjuiciamiento y acusaciones a Lutero, en 1520 se retoma el proceso de juicio en el que es acusado de hereje, a lo que él contesta con un escrito afirmando que el derecho eclesiástico se había convertido en un medio para destituir a Dios de su trono y robarle su dominio para sentar en ese lugar al papa. Ya no está Dios en el templo, sino su adversario. Con este paso decisivo y la interpretación apocalíptica de la contemporánea iglesia papal, se concreta irrevocablemente la separación de Lutero de Roma en 1521. El papa, en total desacuerdo, en su última gran bula declaró, pronunció y definió que es universalmente necesario para la salvación que toda creatura humana se someta al sacerdote supremo romano, quien posee poder ilimitado y absoluto. A esto Lutero afirmaba que el criterio último para los cristianos es el mensaje del evangelio, que tanto el papa como los concilios son humanos y pueden cometer errores, pero que el derecho del poder divino es la pretensión del anticristo. Ya no quedan dudas sobre el rompimiento con Roma, puesto que hay una sola cabeza de la iglesia, que es Cristo mismo. A partir de ahí, el conflicto seguirá escalando y la Reforma protestante se propagará por toda Europa en acciones concretas: sacerdotes se casan, monjes renuncian a monasterios y conventos, se transforma de manera intensa la celebración cristiana -al punto de repartir pan y vino para todos al momento de la eucaristía- hasta abandonar completamente la misa y reemplazarla por la predicación evangélica; también se eliminan las casullas y la liturgia se hace en alemán.

Protestantes a la uruguaya

Las primeras expresiones protestantes llegan a América Latina a partir del siglo XVII, mezcladas en los barcos de los comerciantes y colonos ingleses, holandeses, suizos, alemanes, valdenses y escandinavos. Con ellos vinieron biblias, pastores, misioneros, maestros y los primeros intentos belicosos contra el catolicismo romano de la colonia, que contaron con el apoyo de los librepensadores que veían con agrado el pensamiento moderno de los protestantes. Hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en nuestro país contamos con una comunidad protestante conformada por migrantes y sectores medios ilustrados, principalmente ubicados en la capital, el departamento de Colonia y el litoral oeste. El ejemplo más arquetípico del carácter del protestantismo de esta época es la cultura del trabajo y la importancia de la educación. Por ello es en las colonias suizas, alemanas y valdenses donde se desarrolla prontamente una industria vinculada a los derivados de los lácteos y la granja. También en ese contexto se instaló el primer liceo público en el interior del país, el cual fue fundado en Colonia Valdense en 1888 por el pastor Daniel Armand Ugón. En Montevideo, el primer contingente de protestantes había llegado con la invasión inglesa de 1807, aunque antes la presencia de los “herejes” ya había sido tolerada por la inquisición local. Otro gran afluente llegaría con los comerciantes alemanes, que ya en 1858 establecen su comunidad evangélica y fundan su colegio. Un poco más tarde, en 1878, llegan los primeros protestantes que realizarían una tarea misionera en español y que serán la primera iglesia que comienza a molestar al statu quo católico local: los metodistas. Este período histórico esta sellado por la fuerte disputa entablada en el debate por la separación de la Iglesia Católica Romana y el Estado. En ese momento los protestantes protagonizaron una fuerte batalla cultural y conformaron la Liga de Cristianos para la Emancipación de América Latina del Yugo Papal, alineándose junto a todos los que compartían un espíritu liberal y anticlerical, apuntando a la separación definitiva de la Iglesia Católica del Estado en 1918. Al adentrarnos en las primeras décadas del siglo XX, el abanico protestante comienza a ser cada vez más amplio, llegando decenas de misioneros y grupos de carácter más fundamentalista, mayoritariamente provenientes de Estados Unidos, con una impronta más moralista y proselitista. Entre estos grupos, los más destacados son los bautistas, nazarenos, hermanos libres y pentecostales en sus diversas expresiones, siendo los integrantes de las Asambleas de Dios los más significativos numéricamente. Al comenzar los años 60 se profundiza la división entre evangélicos fundamentalistas y protestantes liberales, que hasta hoy está muy presente. Por un lado, las iglesias que entran en diálogo con la teología de la liberación, las ciencias sociales y la ética contextual, para una lectura bíblica y una praxis pastoral en diálogo con la realidad. Y por otro lado, aquellas iglesias que habían sido fundadas y financiadas por misioneros norteamericanos de fuerte tono anticomunista y con un énfasis contrario a la teología de la liberación. A partir de la investigación de los documentos de Santa Fe y del informe Rockefeller, sabemos que a partir de los años 60 la CIA implantó en América Latina un combate contra el comunismo que incluyo el envío de misioneros estadounidenses a iglesias evangélicas para desalentar el compromiso social y político de sus feligreses. Era un discurso religioso muy dicotómico entre cuerpo y alma, política y espiritualidad, que buscaba contrarrestar el impacto de la teología de la liberación, combatir los grupos revolucionarios y generar una espiritualidad que desprecia lo mundano. Era una época de gran efervescencia en el cristianismo uruguayo, con un fluido diálogo ecuménico que superaba la dimensión eclesial e iba al encuentro de las fuerzas sociales y los partidos políticos. En esta época podemos ubicar a figuras de gran relieve en el protestantismo uruguayo, tanto en los círculos académicos como en la prensa y el púlpito. En la Academia, los doctores Julio de Santa Ana y Julio Barreiro en la Facultad de Derecho; el profesor Herman Kruse en Ciencias Sociales; el escritor y dramaturgo Hiber Conteris en Marcha y El Galpón. En los medios de comunicación y en el diálogo con actores sociales y políticos se destacaba la presencia del pastor Emilio Castro y, en el trabajo pastoral y la predicación, de Ilda Vence, a la cual como mujer y religiosa le tocó resistir varios embates del autoritarismo e incluso una bomba de la JUP en el templo de la Iglesia Metodista Central en abril de 1972. Todos ellos confluían y articulaban su práctica y pensamiento con otros intelectuales y religiosos en un movimiento muy relevante para ese momento: ISAL (Iglesia y Sociedad en América Latina), que tuvo sede en la iglesia frente al monumento al Gaucho hasta el advenimiento de la dictadura. La dictadura puso bajo prisión y tortura a muchos pastores y laicos comprometidos con un evangelio que tiene una clara opción por la justicia y la fraternidad, así como otros fueron al exilio y también desde el exterior realizaron una tarea de denuncia e incidencia. En este tiempo muchas iglesias comprometidas se convirtieron en espacios de participación y solidaridad, reuniones de sindicatos, organización de canastas, acompañamiento a familiares y denuncia frente a otros gobiernos y organismos internacionales sobre las violaciones a los derechos humanos que sucedían en Uruguay. En la investigación que realizamos con el equipo del documental Fe en la resistencia, que busca abordar los diversos roles de las religiones en la dictadura de nuestro país, encontramos que los archivos desclasificados de WikiLeaks dan cuenta de las tareas de incidencia que las iglesias protestantes uruguayas (metodistas, valdenses y luteranos) realizaron con sus pares en Estados Unidos para velar por el estado de salud de presos políticos, evitar el envío de más dinero para las armas en Uruguay y para buscar caminos de salida democráticos a la dictadura. En 1983 toma relevancia otro metodista que refleja la tradición de la no violencia: el pastor Ademar Olivera, que junto al sacerdote Perico Pérez Aguirre serían fundamentales para realizar el ayuno de Serpaj que reclamaba por la vuelta al diálogo y lograron animar la movilización del pueblo uruguayo para derrocar la dictadura. En la salida democrática, estas iglesias protestantes más comprometidas, junto a la Iglesia Católica y la ACJ crearon el SER (Servicio Ecuménico de Reinserción) para la vuelta de los exiliados y el apoyo a los ex presos políticos, logrando apoyar a más de 8.000 personas con su servicio. En los últimos 20 años la imagen y el contenido del protestantismo y del “pastor” ha cambiado rotundamente en el imaginario uruguayo: el crecimiento de los grupos pentecostales y neopentecostales asociados a la teología de la prosperidad, que incurren en el uso de herramientas de marketing, se alejan del mensaje originario de la reforma y su carácter liberador.

¿La vuelta a la teocracia?

En América Latina se instaló un discurso religioso que va ganando creciente legitimidad en el ámbito público para establecerse en la contienda política y electoral. Se observa cómo en sociedades occidentales secularizadas y laicas vuelven a surgir propuestas contrarias a una comprensión democrática de gobierno (incluso tendientes a lo teocrático). La puerta que abrió el reformador alemán generó una diversidad religiosa inédita en la historia, la cual hoy presenta movimientos religiosos de signos opuestos. Figuras notables como Martin Luther King, Emillio Castro, Nelson Mandela y el premio Nobel Desmond Tutu, en Sudáfrica, son parte de aquellos que representan ese espíritu de humanidad y resistencia de la reforma. Debemos recordar el apoyo del pentecostalismo conservador de Chile a Pinochet, las promesas de Fujimori a los pastores peruanos a cambio de su voto evangélico y el reciente poder de la bancada evangélica en Brasil y el propio Jimmy Morales en Guatemala, que aparte de humorista y líder evangélico conservador, en este momento es acusado por corrupción y por su política contra los movimientos sociales. La Reforma protestante aparece como mensaje alternativo, reivindicador de la democracia y su profundización: el sacerdocio universal de todos los creyentes es superador de la teocracia autoritaria. No es sólo un decir, sino que plantea un concepto de gobierno vinculado y vinculante. Se trata de otra manera de relacionarnos. Es la fuerza liberadora del evangelio, que es para todos y es gratuita, es un regalo. La proyección del ámbito religioso en el plano secular posibilitó el desarrollo del sentido de responsabilidad individual y colectiva, la afirmación posterior de derechos individuales y el surgimiento de doctrinas y prácticas democráticas. La Reforma critica el poder centralizado y abusivo, siendo para hoy una invitación a construir comunidades de fe y sociedades más democráticas, plurales, en las cuales la libertad es un derecho central. En vistas del mensaje de la Reforma interpretado a la luz de la actualidad que como humanidad estamos viviendo, el correr de estas conmemoraciones de los 500 años de Reforma han sido oportunidad clave para que las iglesias protestantes y la Iglesia Católica romana den una serie de gestos ecuménicos, pedidos de perdón, reconciliaciones y acciones conjuntas a favor de los refugiados y migrantes, el medioambiente, contra las guerras en nombre Dios y otras nuevas formas de fundamentalismos y de opresión.

Stefanie Kreher y Nicolás Iglesias Schneider  (Publicado en Caras y Caretas, Octubre 2017)