El Señor hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra; las destruyó junto con todos los que vivían en ellas, y acabó con todo lo que crecía en aquel valle.
Génesis 19.24-25

Hoy es el día internacional de lucha contra la discriminación por orientación sexual e identidad y expresión de género. Por 800 años las personas de la diversidad sexo-genérica hemos sigo perseguidas, torturadas, asesinadas, separadas de las personas que amamos o forzadas a matrimonios contra nuestra propia voluntad.

La historia de la humanidad en estos 800 años está teñida de la sangre de mujeres y varones cuyas vidas fueron truncadas o marcadas negativamente por el solo hecho de ser diferentes a una supuesta mayoría. Esa supuesta mayoría se auto-declaró también jueza de nuestras vidas. Muchas veces, su juicio se basa en lecturas tergiversadas y tendenciosas de las Sagradas Escrituras.

En 1984 la teóloga feminista Phyllis Trible acuñó el término inglés «texts of terror» para describir aquellos textos de las sagradas Escrituras que son usados cotidianamente como excusa para discriminar y fomentar el odio contra todas las personas. El teológo gay Tomas Hanks tradujo al castellano el término de la teóloga Trible como «textos garrotes», por entender que con ellos se nos golpea. El «texto garrote» más famoso en la Biblia Hebrea quizás sea el de Génesis 19 en donde se nos dice que las ciudades de Sodoma y Gomorra son destruidas por Dios. En el imaginario popular occidental se supone que esa destrucción se debió a que los varones de Sodoma y Gomorra eran «homosexuales». Nada está más alejado del propósito del texto que esa interpretación homófoba. Desde muy temprano en la historia del judaísmo y del cristianismo, ese texto fue entendido como un castigo de Dios sobre estas ciudades por no cumplir el mandato de amparar y proteger a lxs extranjerxs, tal como lo atestigua Ezequiel 16.48–50. El mando de amparar a lxs extranjerxs era sagrado para el pueblo de Israel porque Dios les había liberado como extranjerxs de la esclavitud en Egipto: «No maltrates ni oprimas al extranjero, porque ustedes también fueron extranjeros en Egipto» (Ex 22.21). En ningún momento ni en la Biblia Hebrea ni en las interpretaciones de los maestros de la ley se asociaba la condena de Sodoma y Gomorra con las personas de la diversidad sexo-genérica. Lo que se entendía es que esas ciudad habían roto el precepto de hospitalidad contra lxs extranjerxs morando en casa de Lot.

Tampoco lo era en el cristianismo primitivo pues Jesús nunca condenó a las personas de la diversidad sexo-genérica por tener amor, pasión y/o deseo por personas del mismo sexo. Cuando Jesús se refiere a Sodoma y Gomorra sostiene la misma interpretación propuesta por el judaísmo: la falta de hospitalidad, tal como lo atestigua Mateo 10.14-15. Si Jesús hubiese condenado lo que hoy conocemos como «homosexualidad», lo habría hecho precisamente en ese momento. Incluso tampoco se prohibía que una persona de la diversidad sexo-genérica se convirtiera al cristianismo como lo atestigua Hechos de los Apóstoles 8.26-29 cuando Felipe le predica el mensaje de Jesús al funcionario la reina Candace de Etiopía, quien era eunuco. Ni Jesús ni lxs Apóstolxs realizan una condenación. La pregunta que nos queda es: ¿Por qué muchxs cristianxs que dicen hablar en nombre de Jesús condenan algo que su maestro no condenaba? La respuesta la encontramos en hechos posteriores. Recién en la edad media la narración de Sodoma y Gomorra en Génesis 19 fue asociada a la diversidad sexo-genérica. En el siglo XI el erudito cristiano Pedro Damián escribió un libro llamado Liber Ghomorrianus en donde asocia el deseo de personas de la diversidad sexo-genérica por otras personas del mismo sexo como el motivo del castigo divino narrado en Génesis 19. Es su interpretación homofóbica. Ese momento coincidió con una creciente intolerancia en la Europa medieval no solo contra las personas de la diversidad sexo-genérica sino también contra las personas judías, las personas que sufrían la enfermedad de Hansen («Lepra») y contra las personas que ejercían la prostitución, especialmente las mujeres. Hasta ese momento, las personas de la diversidad sexo-genérica no eran perseguidas. Al contrario, en muchas civilizaciones antiguas —incluido el Imperio Romano— la diversidad sexo-genérica no era considerada algo malo.

A partir del siglo XI el término «sodomía» pasó a ser un «pecado» y las personas que tenían relaciones con otras personas del mismo sexo comenzaron a ser perseguidas. Hasta ese momento, cualquier relación sexual no procreativa era considerada como «sodomía». Cuando los conquistadores españoles y portugueses llegaron a las Américas, trajeron esa homofobia de Damián y se la impusieron a los pueblos originarios, pues en los imperios Inca y Azteca así como entre otros pueblos, la diversidad sexo-genérica no era castigada sino valorada. A partir del siglo XIX comenzamos a ser catalogados de «enfermxs» y «criminales». Ni los textos sagrados ni el judaísmo o el cristianismo son en esencia homofóbicos. La homofobia es producto de personas que buscan legitimar su odio y su discriminación en los textos sagrados y en la fe. ¡Eso es inaceptable! En este día que conmemoramos el día internacional de lucha contra discriminación por orientación sexual e identidad y expresión de género denunciamos estos 800 años de opresión y decimos: ¡Basta, no somos ni «pecadorxs» ni «enfermxs» ni «criminales»! Como hijxs de Dios no hemos sido llamadxs a esa esclavitud homofóbica sino a la gloriosa libertad (Ro 8.21) pues Dios nos ama y acepta tal cual nos ha creado: ¡diversxs e iguales!

Maestro, muchas gracias por dejarnos saber en tu mensaje que nos amas incondicionalmente y que nos aceptas tal cual nos has creado. No permitas que quienes buscan odiar, discriminar y matar se escuden en tu nombre. Ayúdanos a ser proféticxs, a denunciar toda injusticia y opresión y a detener sus mensajes de odio. En tu nombre lo pedimos y agradecemos.

Amén.

Hugo Córdova Quero