La Asamblea de la OEA que se esta desarrollando en Washington ha sido un escenario para un amplio debate de la sociedad civil, donde un sector de grupos religiosos han tenido un papel protagónico criticando ferozmente la agenda derechos LGTB y perspectiva de género en al menos tres coaliciones.

Pero por otro lado una coalición llamada: religiones, creencias y espiritualidades en diálogo con la sociedad civil ha tenido una postura que rompe la mirada hegemónica.

Abajo el texto completo leido hace pocos días en la Asamblea:

 

La Coalición Religiones, Creencias y Espiritualidades en Diálogo con la Sociedad Civil nuclea un conjunto de más de veinte organizaciones de todo el continente  latinoamericano y caribeño, que pertenecen a Organismos Basados en la Fe como a la sociedad civil, y que trabajan articuladamente en la visibilización de las cosmovisiones críticas desde las múltiples formas de vivir la fe y las creencias, con base en los derechos y dignidad humana, además del desarrollo y promoción de políticas inclusivas, tal como  lo legitiman los instrumentos internacionales de derecho.

 

De aquí, en el marco del eje temático sobre Derechos Humanos, Democracia y Estado de Derecho, queremos expresar lo siguiente:

 

  1. Como Coalición manifestamos nuestra profunda inquietud por las condiciones del Estado de Derecho en diversos países de nuestro continente. Vemos con gran preocupación el retroceso que estamos viviendo en términos de agendas de derechos humanos, especialmente en el tratamiento de políticas públicas que resguardan la igualdad de condiciones y posibilidades para todos los sectores de la sociedad, como también el descuido de áreas claves, más particularmente aquellas relacionadas con la justicia económica, el cuidado medioambiental, la educación sexual, la vida de las mujeres y niñas, y las políticas públicas en relación a la comunidad LGBTIQ y los derechos sexuales y reproductivos.

 

  1. En estos procesos, uno de los sectores que más respalda dichos retrocesos son las comunidades religiosas conservadoras y fundamentalistas. Por un lado, fortalecen campañas de desinformación, haciendo un cuestionamiento a la “ideología de género” sin ningún tipo de análisis sobre cuestiones de género y mostrando completo prejuicio infundado. Por otro, logran grandes niveles de articulación con fuerzas políticas institucionalizadas, desde un trabajo de lobby que ha impactado fuertemente en el tratamiento de proyectos de ley.

 

  1. Ante lo anterior, enfatizamos que el campo religioso es sumamente amplio y diverso, especialmente el cristiano. Desde nuestra Coalición deseamos visibilizar las voces que promueven agendas de derechos humanos, el respeto al rol del Estado como un garante de derechos básicos y de apoyo comprometido a la comunidad LGBTIQ en sus diversas demandas. La fe y lo religioso son también instancias de apertura a la trascendencia, de acogimiento al otro, de promoción de la diferencia y pluralidad como elementos constitutivos de la existencia, y de la vivencia en justicia e igualdad, principios centrales para la defensa de un Estado de derecho y un contexto democrático.

 

  1. Por ello, instamos a los Estados a desarrollar una práctica intencional de diálogo abierto con las diversas voces religiosas presentes en los distintos países de la región, las cuales ponen de manifiesto la pluralidad de posicionamientos dentro de este complejo mundo, y así no homogeneizar los posicionamientos religiosos desde ciertas perspectivas, que suelen ser precisamente conservadoras y opuestas al desarrollo de políticas públicas en derechos humanos. Todo esto se logra, precisamente, a través de la afirmación y profundización del Estado laico, donde la división entre iglesia y Estado sea clara y patente.

 

  1. También invitamos a las organizaciones de sociedad civil a crear espacios de diálogo y articulación con creyentes, grupos, iglesias y organizaciones que están alineadas con una voz crítica y con una cosmovisión inclusiva, con el objetivo de crear frentes de militancia, concientización e incidencia.

 

  1. Por último, hacemos un llamado a los propios agentes religiosos que forman parte de este espacio democrático de encuentro y diálogo con la sociedad civil. En primer lugar, instamos a actuar con prudencia al hablar desde la fe, reconociendo que existen hacia dentro de todas las comunidades, denominaciones e iglesias posiciones muy distintas, hasta antagónicas, sobre los temas que aquí nos competen. Segundo, advertimos que poner en un lugar de superioridad una postura ética particular, haciéndolo en nombre de la fe, viola el mismo sentido de diversidad y pluralidad inherente la vida religiosa. La fe siempre aporta a la democracia y apuesta al diálogo y la dignidad humana.